Capítulo 23: Clarisa.

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Un suspiro lento y decepcionado sale de mi boca. Zed me aseguró que pasaría por mí más o menos a las siete y ya son casi las ocho, así que dejando a un lado mi necedad respecto a mi total falta de ganas de que se entere de lo colada que estoy ya por él, lo he llamado, él no lo ha hecho en todo el día y justo cuando me atrevo a hacerlo yo, me responde nada más y nada menos que Jessica.

No quiero aceptar que mis miedos se han convertido en realidad, que el hombre que hace sólo días me hizo el amor a su antojo hoy ya está con otra. Soy una estúpida, una total y completa inocente. <<Idiota>> Me había creído ese cuento de que estaba loco por mí. ¿Pero en qué estaba pensando? Puedo sentir el ardor en mis ojos y no quiero llorar, menos por él, esto pasaría tarde o temprano. Vuelvo a suspirar porque el pecho se me está comprimiendo cada vez más y sigo mirando la puerta evitando que Amber descubra lo que ha pasado con el simple hecho de observar mi rostro.

¡No puedo creerlo!

—¿Todo bien? ¿Ya viene por ti?

Sí, sólo va a terminarse de follar a su zorra.

—No, no vendrá —respondo en un hilo de voz. ¿Cómo es posible que me duela tanto? Estoy mordiéndome la lengua y presionando mi garganta con fuerza para no soltar el llanto. ¡No seas patética!

—¿Segura que todo está bien? —Insiste mi amiga poniéndome mucha atención.

—Voy a salir un momento —le informo y por inercia tomo la chaqueta de Zed. Si hicieran una competencia de masoquismo, seguro lo gano.

—Clarisa, Clarisa —la escucho decir y salgo de la habitación lo más rápido que mi estado emocional me lo permite, entierro mis dientes en mis labios.

<<Vamos, no llores, es una idiotez>>

No puedo evitarlo. Cómo no llorar si ya estaba hasta el cuello de ilusión, creyendo que, a pesar de toda la inmensa lista de defectos que acompañan a Zed, él haría un esfuerzo por mí. Me llevo las manos al rostro al salir de la residencia y sentarme en el mismo muro que acostumbro. Quiero gritar hasta quedarme seca por mi ridícula fe. Los hombres nunca cambian, mi padre siempre intentó ser otro y terminaba siendo el mismo abusador, Marcus fingió ser un buen tipo durante un año entero y terminó mostrando su verdadero ser y Zed... Zed no es la excepción.

Me envuelvo en su enorme chaqueta y lloro con más fuerza. ¡Tonta, tonta, tonta! Me restriego los ojos cuando empiezan a arderme de verdad y respiro profundamente no sé cuántas veces hasta que logro calmarme un poco. Bien, fue mejor acabar con la fe que había puesto en él ahora y no meses después, cuando ya estuviera más que enamorada, totalmente perdida por él y todos sus estúpidos tatuajes.

Cierro mis ojos, trato de borrar cualquier rastro de que he llorado de la forma en la que lo he hecho porque si Amber me descubre pondrá en práctica alguno de sus planes de asesinatos justificados, claro, justificados para ella.

El rugir de un auto llama mi atención y al aparcarse frente a mí, reconozco el auto y a su dueño, me bajo del muro de un salto y camino a pasos apresurados hacia adentro.

—Clarisa —lo escucho llamarme y luego un portazo—, espera.

Aprieto los botones del elevador para que se abran de una vez, más no sucede nada. Al diablo, no voy a ser una zorra más de Zed, me lanzo a correr por las escaleras.

—Clarisa, no seas infantil. Déjame explicarte, ¿no se supone que las parejas hablan de esta clase de mierda? Es un malentendido, te lo juro —me grita subiendo las escaleras detrás de mí. Sus palabras me enfurecen. Es un sínico. Me doy la vuelta y camino hacia él decidida y enojada. Me atrevo a empujarlo y él me mira sorprendido.

RETANDO AL DESTINO. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora