Las palabras de Zed retumban en mi cabeza como pequeños martillos rompiéndome el cráneo. Me he pasado toda la noche llorando, he fingido algunas horas con Amber porque sé que, si la ponía al tanto de lo ocurrido saldría corriendo a casa de Zed a darle un guantazo y seguramente hubiera investigado quién es esa tal Britt con la que Zed se ha acostado para tomarla de los cabellos. A mi amiga parece afectarle más lo que me hacen a mí que lo que está relacionado directamente con ella. Pero, ahora nada de eso tiene importancia, al menos no la que había adquirido en las últimas horas, lo que acaba de confesar Zed me parece una mentira muy bien elaborada para disminuir mi dolor y aumentar mi preocupación.Lo miro directamente a pesar de tener los ojos bajo una cortina de lluvia ligera, las lágrimas no se detienen por más que le ordeno que lo hagan y espero encontrar en su rostro algún indicio de que sólo ha dicho esas palabras para detener nuestro fin, que lo ha inventado todo o que quizás las cosas no son tan graves como aparentemente son. Nada, no hay más que un rostro decaído y unos ojos verduzcos que, a pesar de estar inyectados en sangre se notan inmensamente devastados. ¿Es cierto? ¿Lo han amenazado? ¿Me han utilizado en su contra? ¿Me quieren hacer daño? ¿Qué es lo que lo han obligado a hacer? ¿Mataron a dos personas? Es demasiado, es muchísimo más de lo que alguien en mis condiciones puede soportar.
Mantengo el silencio que se siente más que pesado esperando que se retracte, más no sucede, el momento de paz no se acerca ni de broma y entonces lo entiendo, no es una mentira ni una exageración. Es la jodida verdad.
—Zed —menciono su nombre porque esa parte de mí que siempre se mantiene en negación hace el último intento.
—Lo siento, por favor, entiende que no puedes estar sola —me dice de forma contundente. Yo sigo sin creerme la situación. Intenta ayudarme a ponerme de pie y está tan borracho o drogado, ya no sé ni qué es peor que termina tambaleándose.
—Puedo sola. —Me acerco al elevador y vuelvo a apretar el botón.
—Clarisa...
—No me presiones, Zed —digo entre dientes intentando controlar mi llanto.
—No puedes...
—¡Ya sé que no puedo dormir sola! ¡Ya lo sé! —le grito descontrolada—. Dímelo todo. Si has venido hasta aquí en ese estado, quiero saberlo todo.
—¿Podemos hablar de esto cuando esté sobrio? —Parece realmente arrepentido de haber pronunciado las antiguas palabras y al mismo tiempo aliviado por haberlo confesado. Lo pienso un segundo, tiene razón, hablar de algo tan delicado en su estado no tiene sentido.
—Bien, mañana te busco.
—¿Mañana? No, quiero que te marches conmigo.
—¡Dios! Deja de comportarte como un controlador. Tengo suficiente con mi pasado, Zed, ahora tengo que reparar un corazón roto, tu confesión no cambia nada y saber que te han amenazado conmigo y que me lo has ocultado solo empeora las cosas, quizás separarnos sea lo mejor. Tú podrías seguir siendo el mismo mujeriego y ya no tendrías motivos para trabajar para ese hombre.
—¡Clarisa! —Alza la voz importándole poco que de un brinco hacia atrás al escucharlo—. No te engañé, maldita sea, no lo hice —ruge más molesto que nunca—. No he estado con nadie más, ¿por qué cojones no me crees? Y no voy a irme, voy a quedarme aquí sí de esa forma tengo la certeza de que nadie te hará daño.
—Pues si quieres quedarte aquí es tu decisión —tartamudeo nerviosa.
Entro en el elevador sintiéndome terrible, esto está más que mal. No termino de comprender nada y el pecho me duele, sí, me duele porque después de una confesión como esa lo único que quiero es que me abrace, que me explique todo lo que pasa, que me diga que no me ocurrirá nada. He vivido con miedo toda mi vida y esto sólo empeora la poca confianza y valentía que he recuperado en los últimos días. ¿Cómo es posible que las cosas cambien tanto de la noche a la mañana?
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RETANDO AL DESTINO. (+18)
RomancePRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El fuego siempre quema, arde, enloquece... El amor, hace justo lo mismo.