Capítulo 2: Zed.

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La velocidad, esa es mi actividad favorita en todo el jodido mundo, la velocidad y las mujeres, pero, ciertamente estoy enamorado de la velocidad y eso hace que las mujeres pasen a segundo plano. La verdad es que, soy el puto amo de las carreras, he ganado cientos de veces si contábamos desde el primer año que descubrí que esto de correr se me daba bien.

La carrera de ayer era especial porque he roto mi propio récord personal, el cual impuse el año pasado, cuarenta y siete carreras sin perder. Hoy son cuarenta y ocho. Soy el rey de la pista, amo sentir el aire en mi cara a gran velocidad, aunque suene extraño, el sonido de los neumáticos cuando derrapo en una curva, la adrenalina de llevar el otro auto a dos escasos centímetros, las apuestas y no voy a negarlo, las facilidades con las que las chicas caen en mis brazos. Honestamente no entiendo a las mujeres, todas quieren lo mismo: una relación profunda, estable y duradera. Supongo que afuera de mi entorno hay muchos hombres que buscan lo mismo y ellas; ellas terminan con tipos como yo, que sólo queremos pasar un buen rato. Lo menos comprensible es que lo saben, digo, sólo hay que verme para saber que conmigo no conseguirán más que una noche en donde me las voy a follar. Incluso se los hago saber y siguen dispuestas a todo.

Seguro creen en el típico cliché, chico malo y chica buena, el chico malo cambia totalmente por ella y son felices para siempre, pero déjenme decirles algo, eso no sucede en la vida real. Si un hombre quiere follarte, es lo que hará, no importa qué tan dulce y buena seas, el tipo sólo quiere acostarse contigo. Fin de la historia.

Por supuesto que, a pesar de todos los beneficios que me dejan las carreras no pienso dedicarme eternamente a esto, pero, deja excelentes ganancias y aunque técnicamente no necesito el dinero, lo cierto es que desde hace varios años había decidido seguir mi camino por mi cuenta, sin el ser que ayudó a traerme al mundo. Mi padre.

—Ayer apostó mucha gente campeón. —Asiento y vuelvo mi mano un puño para juntarlo con el puño que ya ha formado Iván. Está contando todo el dinero que ganamos ayer en mi habitación.

Después de la carrera habíamos tomado demasiado y es un completo milagro que todo ese dinero ganado siga intacto. Somos un poco descuidados al respecto, no deberíamos traer a casa a tantas personas cuando regresamos con tanto dinero.

Los primeros años de universidad vivimos en las desesperantes residencias universitarias, llenas de nenitas de primer año, desesperadas por tener una aventura que terminara en un casamiento. ¿Qué demonios les pasa a esas chicas? Gracias al cielo el dinero comenzó a aumentar y aumentar y ahora vivimos en una casa, ni grande ni pequeña, la rentamos, es más placentero que tener que compartir duchas. Además, Iván y yo trabajamos medio tiempo en un estudio de tatuajes, porque sí, nos permitía tener tatuajes gratis y un poco más de dinero.

Miro a Iván furioso, su teléfono ha sonado unas doscientas veces.

—Eva no te deja en paz.... No sé en qué pensabas cuando la hiciste tu novia. Dijiste que sólo sería un acostón y mira cómo quedaste.

—¡Oye! Más respeto. Yo la quiero, es una buena chica —sale en su defensa. Eva es intocable para mi amigo, o más bien, para lo que queda de aquel antiguo amigo mío.

—Eres un marica —digo riendo a carcajadas. No es que no me da gusto que mi amigo esté "enamorado", lo que sucede es que jamás pensé que Eva lograría establecerlo, son tan empalagosos, que no me sorprendería que un día de estos le dé un jodido anillo.

—Ya llegará la chica que ponga tu mundo de cabeza Zed.

—Eso no es lo mío hermano —respondo enseguida. Y vaya que no era lo mío. No porque sea un auténtico imbécil, de acuerdo, sí lo soy, pero esas no son mis razones para no perder mi tiempo en relaciones innecesarias.

RETANDO AL DESTINO. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora