En multimedia: Dua Lipa - Homesick
He escuchado muchas veces la palabra "rota", yo también la he usado en un par de ocasiones ingenuamente para describir cómo estoy por dentro sin haber experimentado realmente su significado y nos llenamos la boca diciéndola una y otra vez, intentando conseguir la reacción deseada en la persona que escucha, quizás un poco de compasión, tal vez ayuda o comprensión, más no tenemos idea alguna de lo que verdaderamente significa estar rota por dentro. Quisiera decir que continúo en ese grupo de personas que utiliza palabras al azar para expresar su sentir y no pertenecer a ese otro grupo en donde las almas se han muerto, aunque el cuerpo siga viviendo, en donde se respira, pero cada aliento es más doloroso que el anterior, en donde lo único que pasa por tu mente son esos ojos llenos de tanto rencor y esas manos atadas a tu cuello. Sí, estoy rota por dentro y no es una simple comparación cotidiana, lo estoy y nada ni nadie podrá juntar los pedazos, se quedarán así para siempre.
Miro con el rabillo de mi ojo mis heridas cubiertas, esas que yo me he provocado, esas que no han tenido éxito. Giro lentamente y regreso a mi posición inicial, la que he abandonado por algunos minutos para evitar la mirada de Zed. Al escuchar su voz juro que he sentido como mi corazón volvía ciertamente a latir, al sentir su presencia en la misma habitación quise creer que esa medicina que él me proporciona, eso que llaman "amor" me haría bien. Mis esperanzas han muerto aún más cuando he tocado su mano y me he dado cuenta de lo vacía que ahora estoy. Todo cambió en ese instante, estaba limpia al escucharlo y al tocarlo volví a ver cómo dejaban caer toda esa tierra sobre mí, ensuciando cada centímetro de mi cuerpo.
Ya no puedo más. Los golpes dolían, las heridas ardían, las voces en mi cabeza enloquecían, pero el alma... mi alma ahora está hecha pedazos y eso duele más que mi pasado. Lidiar con mi vida nunca ha sido fácil, crecer en medio de la violencia jamás fue sencillo, huir a la universidad con la ilusión de escapar se acababa cada vez que volvía y recibía otra paliza, sin embargo, esto no tiene comparación. Cada vez que cierro mis ojos su rostro aparece, las imágenes de sus asquerosas manos recorriendo mi cuerpo, ensuciándome, destruyéndome no me dejan en paz.
A pesar de mi estado no detengo las lágrimas, es lo único que me queda... llorar hasta secarme, llorar sabiendo que las lágrimas en realidad no se acabarán y que mi dolor tampoco me abandonará.
La puerta de la pequeña habitación se abre y creyendo que es nuevamente Zed, escondo mi rostro en la almohada, no puedo verlo, ya no. La voz de Amber me hace salir de mi escondite poco a poco.
—He venido antes, pero estabas dormida, me dijeron que en algunas horas podría verte —murmura acercándose a mí. Envuelta en la soledad permanente y el deseo incontrolable de tener a alguien en la vida a quien importarle, me atrevo a mirarla directamente a los ojos. Amber es lo más cercano a una madre, tenemos la misma edad, está más loca que una cabra y aun así es quien ha estado ahí cada vez que he necesitado un consejo, una palabra de aliento, el maldito dinero, incluso me cuida con esmero cuando enfermo.
—Esto duele mucho Amber —son mis primeras palabras. En cuanto las pronuncio corre hacia mí y con mucho cuidado toma una de mis manos y se la lleva a la boca, me da un ligero beso para luego abrazarme con tanta delicadeza que termino de desmoronarme.
—Lo sé, cariño, lo sé. Quisiera cargar tu dolor Clarisa.
—Tuve tanto miedo, no puedo ni cerrar los ojos porque todo vuelve a ocurrir frente a mí. Ya no valgo nada, estaría mejor muerta, soy un estorbo. —Desde una esquina imaginaria, puedo ver esa parte de mí que siempre ha intentado que entre en razón echa un ovillo, ni siquiera ese pequeño impulso de salir adelante ha sobrevivido.
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RETANDO AL DESTINO. (+18)
RomancePRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El fuego siempre quema, arde, enloquece... El amor, hace justo lo mismo.