MelidaChela el capítulo que más has esperado 😂
Zed me tumba sobre la cama y el peso de su cuerpo desnudo me tiene al borde del orgasmo sin siquiera explorar mi interior. Casi he gritado al verlo sin nada, su miembro grueso y con todas esas venas resaltadas, húmedo en la punta, ¡demonios! ¿Se supone que estoy lista para su intromisión, aunque ya no soy virgen? ¿Debo decírselo? ¿Le molestará? No me deja pensar con claridad.
Me han dado ganas de llorar al sentir sus labios sobre mis cicatrices, de algún modo extraño me ha quitado mucho peso de encima. Besa mi estómago hasta llegar a mis pechos deseosos de su tacto, succiona mis pezones punzantes, sus dientes se clavan en mi piel y arqueo mi espalda, es doloroso y placentero, quiero que pare y que siga, todo a la vez, me alivia un poco cuando lame la punta de mis pezones como si de un helado se tratara, llega a mi cuello, mi mentón y aterriza en mi boca.
No puedo pensar en otra cosa que no sea él, ahora mismo es como si no tuviera problema alguno. Mi cuerpo hierve, quema, lo necesito. Se acomoda entre mis piernas y hace lo mismo que hizo con mi trasero, pasa su miembro duro y mojado sobre la hendidura de mi sexo palpitante, sube y baja hasta que lo mete sólo un poco dentro de mí y quiero maldecir. Ese pequeño y tranquilo movimiento me hace extender más mis piernas y que mi vientre se retuerza por más.
—Hay algo que tienes que saber —interrumpo nuestro beso apasionado.
—Dime.
—Yo, bueno... no sé cómo decirlo... yo... yo ya no soy virgen —saco la información de una buena vez y espero su reacción. Sonríe.
—Al principio creí que sí, con el tiempo supuse que no. No hay alguna diferencia entre que lo seas o no... ¿acaso yo lo soy?
—No me gusta que me recuerdes que te has acostado con un millón de mujeres. —Odio eso. Niega con su cabeza.
—¿Sabes qué es lo mejor de que no seas virgen? —Pregunta de forma traviesa mientras mordisquea mi cuello.
—¿Qué?
—Esto. —Un grito poco disimulado sale desde lo más profundo de mi ser, cierro los ojos, su miembro ha entrado por completo con fuerza en mi interior, una ola de placer me recorre desde mi sexo hasta la garganta con esa primera estocada, me ha dolido más que la primera vez, ha sido tan profunda, dura y sin delicadeza alguna que mi cuerpo se ha movido algunos centímetros, lo curioso es que... quiero más, quiero que haga conmigo lo que le plazca. Creo que he enloquecido.
Pierde su rostro en medio de mi cuello y mi clavícula, saca su miembro de forma lenta y precisa y se hunde en mí al siguiente segundo. Otro grito. Si hay alguien en casa seguro creen que me están matando. Maldice tantas veces como puede, nunca había escuchado tantas guarradas juntas y en menos de un minuto. Sus manos se apoyan totalmente en el colchón y la mitad de su cuerpo se inclina para verme bien la cara.
Sus caderas vuelven a tomar impulso y recibo otra estocada y otra y otra, ya no hay pausas ni pensamiento alguno, sólo el sonido de nuestras respiraciones, sus gruñidos, mis gemidos, el impacto de su miembro en las paredes ya inflamadas de mi sexo, puedo sentir la forma desorbitante en la que toda esa humedad crece ante sus constantes penetraciones. Intento quedarme callada, no puedo, siento que me ahogo si lo hago. La presión en mi vientre aumenta con el paso del tiempo.
—Mierda —dice y se hunde más en mí, podría partirme en dos justo ahora, mis pechos se balancean sin parar, la intensidad está nublando mis sentidos—. Mierda —repite—. Vas a volverme más loco de lo que ya estoy —agrega entre dientes. Me coge la cintura con fuerza, me suspende en el aire, me pone en el piso, sale de mí, me hace girar, no espera ni medio segundo y soy invadida otra vez, la rapidez y potencia del movimiento me empuja hacia adelante—. Agárrate de la cama —me ordena y mis manos salen volando hacia adelante, y se cogen con fuerza de la madera que sobresale del final de la cama nueva. Tengo que ponerme de puntillas para facilitarle el asunto.
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RETANDO AL DESTINO. (+18)
RomancePRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El fuego siempre quema, arde, enloquece... El amor, hace justo lo mismo.