Vigésimo Quinto Capítulo

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"Eramos amantes incluso antes de que naciéramos en este mundo"


El silencio más ruidoso


Había una oscuridad absoluta en la habitación, en una parte de ella el cuerpo desnudo del ser más corrompido por el destino y sus bestias. La luz que entraba por la pequeña ventana anunciaba la noche y la sustancia en su sangre parecía traer recuerdos de una vida a la que él no recordaba pertenecer, su cuello colgaba del borde del colchón en el suelo, sus manos atadas pero su mente libre, como un ave rebelde.

‹‹Valiente pajarito›› repetía alguien en su mente, las imágenes de un bosque totalmente verde le recordaban a la mirada del hombre que amaba.

‹‹El amor es una ave rebelde y tú un águila atrapado en la nieve. ›› cantó otra bestia en un tono cruel, su propia lengua pronunciando aquellas palabras en murmullos, su garganta se incendiaba y sus ojos se nublaron de lágrimas.

Él no era libre, lo había comprendido el día que su esposo lo había obligado a firmar aquellos papeles que los unían. La voz en su cabeza era un martirio aún más agresivo cuando reconocía la de Harry y se encontraba a sí mismo recordando los besos del hombre, el camino de flores que había trazado en su piel y la manera en que sus ojos destellaban sinceridad cuando le decía que le amaba.

‹‹Valiente pajarito›› lo llamo de nuevo, en aquel momento recordó el sueño que tuvo hace meses, corriendo de la mano de un guerrero en armadura plateada, aquellas pupilas cetrinas persiguiendo su mente en los momentos altos de su mente.

―Yo no soy valiente, soy un ave rota― le respondió al vacío de la habitación y a sí mismo sin entenderlo, esta vez los flashes en su mente eran claros, esta vez no llevaba la venda en los ojos y podía ver.

‹‹Shh, tranquilo, somos a prueba de balas›› la calidez de unos brazos rodearlo no era real pero él podía sentirlo de alguna extraña manera con cada poro de su piel, ardiendo en dolor cuando su mente recopilaba el sonido de las balas y la siguiente imagen en su mente era su príncipe arrastrándose, intentando tomar su mano.

―Solo tienes que recordar― murmuró eufórico al momento en que intentaba deshacerse del material que reprimía sus muñecas,sin éxito alguno, la droga en su sangre entorpeciendo sus acciones.

‹‹Sé que le temes a ese sentimiento con tantas fuerzas y que por ello huyes de mí.›› no entendía a qué momento de su vida pertenecían aquellas conversaciones, aquellas visiones de dos cuerpos desnudos dentro de un lago, pecho contra pecho, como un amor maldito, prohibido pero aún así ocurriendo.

―Nos castigaron, nos castigaron― susurro sacudiéndose sobre el colchón, logrando sentarse y observando todo a su alrededor, que tan solo era la nada pero él veía las raíces creciendo en las paredes, raíces valientes, las raíces de un rosal decidiendo acabar con el baobab.

‹‹¿Ahora como se supone que podre robarte un beso si esta lastimada tu boquita?›› sonrió reconociendo aquellas palabras, el tacto del dedo de Harry estaba ahí, como una huella en la arena que se borra con las olas pero la costa siempre recuerda quien la acaricio y quién la piso.

Su mente comenzaba a volver a sus sentidos y sabía que en cualquier segundo, su esposo entraría por la puerta para lastimarlo de nuevo.

‹‹Valiente pajarito›› las aves no eran valientes, por ello tenían alas, para huir, aclamando libertad cuando era miedo el que las hacía escapar de la jaula que quería encerrarles el alma. Él no era valiente y si lo fue alguna vez, no lo recuerda, pero tenía que serlo esta vez, tenía que dejar de ser la frágil rosa que espera ser arrancada o cuidada, necesitaba crecer y ser esa rosa que no solo resistía contra las raíces de los baobabs, sino que también les daba pelea como un águila a la nieve que intentaba aprisionarla.

Las rosas llevan vendas➳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora