Vigésimo Noveno Capítulo

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De estrellas


— No me veas así—murmuró quedito como un ave en la noche, las horas envejecían en el verde de las silvestres pupilas cocidas a su piel desnuda.

— ¿Por qué? — el hombre detestaba saber que existía esa frontera entre ellos, el menor se encerraba conforme los días andaban, muchas cosas estaban mejorando pero el muro estaba ahí, construido alrededor del corazón del pequeño y él estaba desde dentro, intentando derribarlo.

Louis iba a presentar exámenes finales en un mes para poder graduarse y fue esa tarde en la que su mejor amigo estaba ayudándolo a estudiar para las pruebas cuando el escucho su conversación. Harry sabía que no debía de mirar por el ojo de la cerradura y en cambio abrir la puerta, pero no lo hizo y lo que escuchó estaba calando como el humo de un cigarrillo a una persona con neumonía.

Emma había vuelto con Luca a París y Giselle estaba en la casa de sus padres, él quería ser lo suficiente maduro para lidiar con lo que su pequeña rosa estaba atravesando, pero sinceramente se sentía roto después de entrar a la sala en ese momento de la tarde y pretender que no escucho nada mientras cargaba a Thomas en sus brazos dormido.

—Debiste dejarme morir— contestó el más joven, temblando cuando el agua de la tina había comenzado a enfriarse, había estado teniendo pesadillas lívidas estando solo y quería decirle a Harry pero no sabía cómo.

— ¿Realmente deseas eso? — sus gestos retrataban una sensación de oro vacío y Louis observó cómo se mordía los labios. Temió ante aquella pregunta, imaginándose al hombre siendo capaz de ahogarlo en aquella tina de agua fría, el menor podía imaginar el ardiente par de manos en su cuello.

—Mereces algo mejor...yo no puedo darte nada, ni siquiera mi cuerpo.

— ¿Esa clase de hombre crees que soy? — cuestionó el más alto, agachándose al pie de la tina aún con su ropa sobre su piel, la vida pasaba, en contra de las leyes científicas, de manera lenta bajo la luz del foco del baño.

—No, claro que no, es solo que...—lágrimas brotaban de sus ojos impidiéndole mantener la compostura. Él sabía que Harry no era esa clase de persona, pero no podía imaginar un futuro que no enmarcará dolor, todo lo que sentía eran cadenas mantenerlo en su lugar para que alguien llegase y jugara con él, pero de pronto Harry estaba ahí sin hacer nada de eso, sólo amando.

Ayudándolo a vestirse cada mañana y noche, masajeando sus pies, musitando que lo amaba cada media hora como un recordatorio de vida, dándole la casa de sus sueños y adoptando legalmente a Thomas para que fueran una familia.

Y aun así, sentía como si se hubiese olvidado de cómo moverse en libertad después de tanto tiempo y daño, a cada paso estaba retorciéndose del miedo.

—El chico que te robo tu primer beso cuando estabas con fiebre y el hombre que te beso en el techo en una noche llena de estrellas...— su mano era tan sagrada que cuando lo tocaba hacía verde el desierto, él frunció su ceño, reconociendo aquellas referencias a Harry de cuando había hablado con su mejor amigo. —...son el mismo, la misma persona que jamás podría vivir si me hubieses dejado.

Los hipidos comenzaron a crecer y provocar saltos en el pecho del joven, los sollozos parecían el sonido de un trueno que después, llegaba como un relámpago y hacía temblar todo el cuerpo de Louis.

Sus manos estaban en su rostro, tratando de ocultarlo de nuevo en la oscuridad pero lo que ahora sucedía, era Harry danzando con sus demonios para seducirlos, permitiendo que estos dieran pasos atrás pero el hombre bailaría con ellos hasta que fuera él quien tuviera el poder para soplar, y como si fueran ceniza, lograría que abandonaran la mente de quién amaba.

Las rosas llevan vendas➳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora