Décimo Quinto Capítulo

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La mentira


Sonreír en situaciones de pánico no era su fortaleza, al menos no esta vez, la cantidad de gente en trajes y en lujosos vestidos a su alrededor estaba empezando a provocarle náuseas junto con el olor del famoso whisky que había traído su madre y su esposo quienes venían acompañados de sus imponentes hijos, todos altos, bañados en caras lociones y con miradas prepotentes que sólo volvían la maraña de nervios que Louis era, aún más grande, peor.

Aquello no era una celebración, era una excusa para una reunión de alta sociedad de aquellas familias ricas quienes cantaban feliz cumpleaños mientras murmuraban sobre nuevos negocios. La presencia de los alumnos de la preparatoria entera era lo que volvía el ambiente aún más atosigante, pero él lo había logrado.

Después de toda la sangre en el baño y la incómoda sensación del papel higiénico en su ropa interior, había logrado colocarse su traje sin manchar los pantalones, bajar las escaleras frente a todas aquellas miradas hostiles, saludar a cada una de las personas, agradecerles su presencia y sobre todo había conseguido que nadie viera la lágrima que se escurrió en su mejilla cuando observo la pintura de Elliot por encima de la chimenea.

Las líneas de su cuerpo, desde sus costillas hasta sus caderas, dibujadas como si tuvieran la suavidad de los pétalos de la violetas que se convirtieron en la textura de su piel en aquella pintura. Ahí estaba, expuesto delante a cientos de personas, quienes halagaban el arte de Elliot, quién le sonreía a él de una manera tan siniestra que cuando sus miradas se encontraban, sus rodillas temblaban.

Faltaban minutos para que su cumpleaños acabara, la atención estaba sobre él, todos admiraban como el cumpleañero estaba en la puerta principal, con un gorro de lana y un abrigo negro mientras caminaba nervioso de un lado a otro.

Todos pretendían bailar mientras murmuraban sobre el ridículo niño quien parecía esperar la llegada de alguien, algunos de los estudiantes tomaron fotos, burlándose. Louis era el adoptado de una familia millonaria, estudiaba en una institución prestigiosa y al ser el delantero del equipo de soccer, todo mundo le conocía, al menos era eso lo que la multitud de adolescentes pensaba.

—Buenas noches...— le saludo la voz de un hombre mayor que portaba un enorme abrigo, su presencia pareció silenciar cualquier murmuró, música e incluso la respiración entrecortada de Louis quien al instante levantó la mirada, decepcionado. .

—Buenas noches señor— sus ojos cayeron nuevamente, haciendo un gesto de bienvenida, creyendo que él hombre era algún otro invitado.

— ¿Es aquí la residencia Radhav?

—Lo es, la fiesta es...

—Oh no joven, no soy un invitado, tengo una entrega para...El principito— el rostro de Louis pareció iluminarse con rebeldía mientras la multitud se acercaba lentamente a la entrada, toda la atención en aquel desconocido. — ¿Sabe quién es?

—Creo que ese sería yo, si es que la entrega viene de la persona que creo— respondió nervioso ante la sonrisa amigable del hombre quien caminó unos pasos lejos de él y después provocó un chiflido fuerte con los dedos en sus labios. Louis se encogió ligeramente pero vio como la puerta de un camión de carga se abría frente a él.

El tiempo parecía avanzar como una película muda a su alrededor, hombres con gorras y chaquetas azules sostenían ramos de rosas de radiantes tonalidades rojizas que contrastaban de manera vivaz con la palidez de la nieve en el pavimento y con el crudo beige del mármol. Los invitados se apartaron cuando los repartidores comenzaron a llenar la sala principal con las rosas, cientos de ellas, haciendo que el corazón en su pecho se hinchará con dulzura.

Las rosas llevan vendas➳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora