Décimo Segundo Capítulo

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𝓢𝓮𝓻𝓮́ 𝓫𝓾𝓮𝓷𝓸


Louis sentía que se desmoronaba como si fuese de aserrín mientras se alejaba de aquel grupo de chicos con una sonrisa, despidiéndose con un; los espero el viernes. La mirada de Andy había estado sobre él durante toda la animada conversación en aquel círculo de extraños, ahora podía escuchar los pasos de su mejor amigo seguirle tras los pasillos de la preparatoria mientras se acomodaba los guantes en sus manos y suspiraba, sintiendo el frío aire colarse por la cicatriz de su labio roto.

‹‹Me asaltaron ayer cuando volvía a casa›› había sido la excusa pero su amigo parecía rehusarse a creersela, como siempre (últimamente), Andy creía que mentía, sabía que lo hacía.

―Louis― fue un simple susurro pero la forma en la que decía su nombre sonaba tan firme como los moretones violetas en sus antebrazos y eso lo hizo detenerse aun cuando deseaba correr.

Segundos más tarde, el calor del cuerpo de Andy lo envolvió y le fue imposible retener la queja adolorida de su garganta, la espalda estaba teñida de un matiz rojizo, pero eso nadie podía verlo.

― ¿Qué sucedió realmente?

―Ellos solo me golpearon mucho y...duele―había tantas cosas atascadas en su mente como en su boca, un fuerte nudo hecho de pesar porque aún no terminaba de creer que el chico al que amaba hubiera abusado de él.

La agonía en su pecho crecía a cada segundo, porque no importaba cuantas veces se tallara por encima de los moretones y la sangre. Seguía sintiéndose sucio.

― ¿Y Elliot? ¿Qué hizo él? ― su llanto se intensificó y Andy le obligó a girarse para abrazarle de frente.

¿Cómo admitir que tenía razón respecto a quien ahora era su esposo? ¿Cómo aceptar que había caído tan bajo que la única persona que creyó que lo amaba, lo molió a golpes antes de violarlo y obligarlo a firmar papeles que le ataban a él de por vida?

― ¿Quieres venir a casa? Es nuestro último día de clases y quisiera pasarlo contigo. Mis papás se fueron de viaje y tengo que cuidar de Marie.

― Él esta ocupado, de viaje creo.

El silencio reinó por unos segundos durante los cuales la incómoda sensación de ardor en sus muñecas le recorrió y pronto se encontró reconociendo el peso del anillo en su dedo anular.

― ¿Podría solo llamarlo? para avisarle que no estaré en casa, por favor― los nervios lo carcomieron al ver el entrecejo de su amigo arrugarse.

‹‹Si se te ocurre escapar me encargare de desaparecer a tu amiguito del orfanato››

[...]

― ¿Por qué tienes que ser tan necio? ― su tono se elevó, pero él solo siguió caminando hasta el baño, intentando ignorar los mareos.

Emma y Luca llevaban cuidando de él desde la noche anterior y se sentía asfixiado, incluso después de ir a presentar su examen y probarles que estaba en perfecto estado caminando al salón, ellos seguían insistiendo que necesitaba visitar un médico.

― Solo necesito que dejen de tratarme como a un crío, se cuidarme solo ― contestó irritado mientras terminaba de cerrar el cierre de las maletas, su cuerpo tendía a temblar ante la idea de regresar a Londres, de verlo.

― ¡Harry! ― grito la chica, permitiendole notar el cuadernillo del cuento de las lágrimas del conejo en sus manos.

― Déjame en paz ― respondió mirándola a los ojos, los labios rosados de Emma se fruncieron y pronto lo último en escucharse fue un portazo.

Las rosas llevan vendas➳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora