Séptimo Capítulo

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ℋ𝒶𝓇𝓇𝓎



¡Harry! ¡Harry mira! ¡Un conejo! ― la voz aguda del infante llamó la atención de ambos niños dentro de la casa del árbol.

¡Louis cuidado! ― para el tiempo que la advertencia había salido de su boca, sus orbes frondosos se estaban abriendo, formando una expresión de pánico cuando vio al pequeño caer de la escalera.

Asustado, Harry se giro para ver a Elliot pero este seguía en su mundo, dibujando sin mostrar interés alguno en que su primo se hubiese lastimado. Después de unos segundos, descendió de la casa del árbol, corriendo para llegar hasta Louis quien estaba quejándose en el suelo.

― Duele, duele― expresaba entre quejidos, rogando a su amigo con la mirada que alejará el dolor.

¡Giselle!, ¡Ven por favor!, ¡Giselle! ― el mayor de ambos grito desesperado,  descansando la cabeza de Louis en su regazo.

Giselle, la hermana de Harry se acercó con una postura tranquila hasta que notó la sangre en las rodillas de Louis, quien apretaba entre sus manos la camisa de su hermano y llevaba un rostro empapado de lágrimas.

― Ve por el botiquín por favor, parece que se lastimó las rodillas con la madera de la escalera.

― Perdón...yo solo quería que vieras al conejo― hoyuelos se asomaron al negar, sonriendo por el adorable puchero que formó el pequeño al mismo tiempo que sus ojos seguían brillantes cuál cristal al sol.

Sus dedos seguían aferrados a la camisa blanca de quien le sujetaba con cariño mientras la hermana de su amigo vertía alcohol en una gaza para desinfectar los cortes.

― Abrázame, aprieta si te duele, shh, vas a estar bien ― Louis asintió, mirando su sonrisa de gato Cheshire, cerrando los ojos ante las palabras suaves que lo distraían del dolor en su rodilla.

― ¿No estás enojado...?― mordió su delgado labio al sentir el ardor en su piel y abrazó al mayor con más fuerza.

Giselle colocó los curitas sobre los cortes, distrayéndose en ocasiones por notar como el niño se colgaba en su hermano, los ojos del menor miraban a Harry como si fuera el sol, la luna y la galaxia entera.

― Listo― avisó mientras cerraba el botiquín y el menor se levantaba para acercarse a ella y abrazarle brevemente.

― Gracias ― le dijo y ella asintió enternecida por el pequeño de seis años, encontrando adorable la complicidad en las miradas que su hermano y él compartían.

― Ahora a buscar al conejo ― expresó con determinación y sus manos en su cadera, observando los alrededores del campo en el que se encontraban. Las mansiones campestres de las familias aún más lejos que ellos. ― ¿Vamos?

Giselle contempló la forma en la que su hermano alzó al más chico en sus brazos, provocando que éste riera desmesuradamente. Ella podía notar en una simple fracción de segundos lo mucho que su hermano se divertía con Louis, Harry adoraba a ese niño.

Y lo supo con certeza esa tarde, cuando vio a ambos dormír en la falda de un árbol, el atardecer de fondo mientras sostenían sus manos.

― Es como en el libro de Alicia ― dijo una voz tenue que hizo a Giselle alzar la vista para ver a Elliot, sentado en el borde de la casita con sus piernas al aire y dibujando en su cuadernillo.
― ¿No crees?

― ¿En el país de las maravillas? ―ella se acercó cuando el niño asintió

― Louis definitivamente tiene mucho coraje pero es demasiado inocente para un mundo donde no tiene papas que lo cuiden.

[...]

¡Baja eso Louis! ― su voz tensa retumbaba en los oídos del menor mientras las lágrimas le impedían ver con claridad.

Deseaba en la profundidad de su ser no poder ver, no poder ver su cara, no poder ver esos ojos sol que ahora anhelaba le pudieran quemar las pupilas y cegarlo por completo, volverlo ignorante de la verdad frente a él que tanto dolía.

¡Idiota! Me das asco― gritó aún con la poca fuerza que sentía y a pesar de los calambres en su espina dorsal, lanzó el diluyente de una de las latas directo a la pintura que Elliot presentaría al día siguiente en su concurso.

La sustancia hizo que la pintura se resbalase por el enorme lienzo, deformando la imagen. Su mente se quedó en el rojo que goteaba en el suelo hasta que sintió el impacto de su cuerpo contra el mismo; uno, dos, tres puñetazos de su parte, un rojo eléctrico estaba nublando su vista.

Cuando se levantó de encima suyo, Elliot tan sólo caminó hacia la chica y le murmuró cosas que el menor no podía escuchar, rápidamente ella se colocó su vestido y dejo el estudio.

Sus miradas se cruzaron mientras ella subía las escaleras pero no había emoción alguna en sus bellos ojos, ella sólo lo miraba, no había lastima, no había despreció, sólo sus filosas y hermosas pupilas.

Louis fue el primero en romper el contacto, mirando el techo del estudio cómo si estuviese hipnotizándolo, permaneciendo inmóvil en el suelo. 

Se sentía lleno de culpa, de vergüenza, de miedo y la traición en su pecho le murmuraba que su corazón estaba destinado a romperse una vez más.

― Vete de aquí ― lo escuchó susurrar cuando intento incorporarse. Elliot estaba en un rincón de la habitación con sus ojos cerrados,  como si el verlo le causara comezón en toda la piel.

― ¿Por qué me hiciste esto? ¿Para esto querías que te amará?― la incertidumbre se escapó de sus labios durante aquellos segundos de silencio mientras le observaba pero permaneció en las sombras.

Elliot nunca respondió

[...]

Louis corría escaleras abajo al siguiente día mientras escuchaba la voz de Andy gritar tras él.

No debía llorar, no debía llorar.

― No entiendo porque lo intentas, soy dos veces tu tamaño ― dijo tomando el brazo de su amigo y obligándole a mirarlo. ― Quiero una explicación, ya.

― No sé qué quieres escuchar ― ocultó su rostro lo más que pudo, sintiendo que si tan sólo lo miraba, rompería en llanto y se lanzaría a los brazos de su amigo.― Tu y yo ya no somos amigos ¿lo recuerdas? ― pero Andy no lo escuchó y apartó con desesperación sus manos lejos de su cara.

― Defendiste a Rachel cuando Adam intentó propasarse con ella, también me dijo el entrenador que te has salido del equipo definitivamente ¿Por qué? ¿Y porque parece que has llorado por todo una semana?

― No tengo que responderte― Louis vio cómo su mano se dirigía a la zona del golpe que había cubierto con el maquillaje de una de las trabajadoras de la casa. ― No, por favor ― pero sus propia lágrimas corrieron el maquillaje y le dejaron ver a Andy las marcas en su mejilla.

― ¿Quién te hizo esto? ― su voz firme causó que las rodillas del más bajo flaquearán.

― Me caí en el baño.

― ¿Y por qué lloras?

― Porque lo extraño.

― ¿A quién?

― A Harry.

Louis se sintió confundido al pronunciar su nombre de manera inconsciente, pero pronto nada de eso importó cuando sus piernas le traicionaron y cayó en los brazos de su amigo.

Las rosas llevan vendas➳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora