Octavo Capítulo

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𝒟𝑜𝓈 𝓂𝒾𝓁 𝓁𝒾𝒷𝓇𝒶𝓈


―Emma, Harry, tomen asiento por favor― Harry cordialmente corrió una de las sillas para que la joven se sentará y recibió una amable sonrisa antes de tomar asiento el mismo con las manos en los bolsillos.

― Bien, les he pedido que nos reunamos porque he quedado muy sorprendido por su ensayo señorita Bellaire y por su cuento señor Walton ― Harry asintió agradecido por las palabras de su profesor.― Encontré muchas razones por las cuales deberían de trabajar juntos después de este año, yo se que usted Harry, solo realizo papelería para un año de intercambio y finalizar su carrera de literatura con excelencia, pero me gustaría hacerles una oferta a ambos.

― Creo que no logró comprender el rumbo por el que vamos ― la chica expresó confundida, su expresión reflejando incomodidad.

― Además de dar clase, también soy editor en una editorial llamada Rosset y creo que con la asombrosa creatividad cínica y pura de usted ― dijo señalando a Harry― y el realismo romántico con el que usted escribe, ― señaló esta vez a Emma ― podrían lograrse grandes cosas, por ello quiero proponerles que colaboren en un libro juntos para el siguiente año, que si es bueno como creo que puede ser, podrá ser publicado por Rosset ¿Qué me dicen?

Definitivamente ninguno de los adultos lo veía venir, Harry se giró hacía la chica de celestial mirada con alegres pecas sobre pálidas mejillas.

― No les pido una respuesta inmediata, esperaré trescientos sesenta y cinco días para conocer su respuesta. Fecha límite, este mismo día y hora, en un año ― Harry admiro la carcajada del profesor Antoine al notar el nerviosismo de Emma.

― Emma Bellaire ― ella ofreció y él estrechó su mano con los guantes de lana mientras caminaban por la plaza de la universidad minutos más tarde.

― Harry Walton ― contesto divertido al notar la manera tan extraña de caminar de la joven, como si estuviera acariciando con el tacón de sus botas el asfalto. Era bellísima.

― ¿Te consideras capaz? ― su pregunta fue repentina y con un tono retador al que él sonrió un poco sorprendido.

― Volveré a Londres en unas semanas ― fue lo único que respondió mientras se sentaban frente a la fuente de agua congelada, parecía haber nevado toda la noche.

― ¿Hay alguien esperándote allá? ― sintió el líquido viajar por un camino erróneo en su garganta. Ambos estaban fuera de la cafetería saturada de estudiantes, Emma había admitido no soportar las multitudes.

―Un amour interdit ― contesto, sonriendo al escuchar la delicada risa de la mujer, Harry sabía que su pronunciación era un asco.

Los dos contemplaron las farolas de la universidad de Sorbonne juntos, aquellos emisores que les brindaban un paisaje encantador. Sin embargo, Harry no pudo admirarlo del todo, el realmente creía haberse acostumbrado a la diferencia de menos diez grados entre la temperatura londinense y la parisina.

― El cumplirá dieciocho años en navidad, todo un hombre ― sonrió, hipnotizado por el paisaje, el frío aire soplando en su rostro pero al cerrar sus párpados solo divisaba en su mente la sonrisa de Louis creciendo en sus comisuras cada mañana de navidad.

― Los números no definen a una persona, tal vez él sigue siendo un niño.

― Siempre va a ser mi bonito niño de ojos azules ―sacó su celular, tratando de ignorar el calambre en su pecho al notar que no había ninguna llamada, su respuesta se mantenía en el aire pero él se sentía lejos de flotar.

Agacho su cabeza decepcionado, bebió todo el contenido del envase aún caliente,  quemándose un poco la lengua y pensando, en el montón de mensaje que le había enviado y que Louis no contestaba, Harry incluso intento llamarlo pero siguió sin obtener respuesta. Cuando intentó comunicarse a la mansión le dijeron que él no estaba y así, día tras día.

Las rosas llevan vendas➳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora