Arthur no lo podía creer. Enterró la cara en las manos, escondiéndose de esas miradas cargadas de rímel que lo asesinaban desde cada rincón del aula, soltó aire por la nariz y miró entre dos dedos a Sam, que se regodeaba en una sonrisa muy bien disimulada.
-Tenéis una semana para hacer el trabajo, podéis iros a casa.
La profesora de literatura cogió sus libros, se los puso bajo el brazo y salió de la clase sin hacer un solo comentario más, mientras Arthur seguía refugiado en sus manos, esperando a que todos se fueran para salir, o tal vez quedarse hasta que el conserje lo echara y hacer tiempo hasta la hora de limpiar el aula de psicología. Esas chicas querían matarlo. Como si no tuviera suficiente con vivir con él, con soportarlo, con llevar días evitando todo lo posible hacer contacto físico con él, ahora llegaba la maravillosa profesora Evans y lo ponía de pareja con Sam. No era el primer trabajo que tenía que hacer con él y al parecer tampoco iba a ser el último.
-Hey, no te pongas así. -pudo oír pasos y voces alejándose, ver entre esos dos dedos mínimamente separados la clase quedándose vacía y no suspiró hasta que solo quedaron él y David palmeándole suavemente la cabeza, dejó caer las manos, recogiendo inmediatamente todo lo que tenía sobre la mesa y se levantó para salir sin prisa de allí- Algún día encontraremos tu cuerpo en un contenedor de basura.
La broma de David no le hizo ninguna gracia; realmente sentía que cada vez que le tocaba hacer un trabajo con Sam, aunque solo hubiera pasado dos veces y esa fuese la tercera, esas locas se controlaban para no lanzarse a su cuello y ahogarlo hasta que quedara una vacante para ser el compañero de Sam, pero, ¿qué culpa tenía él de eso? Arthur estaría encantado de cambiarle la pareja a cualquiera de ellas, incluso de pagarles para no tener que pasar tanto tiempo con la persona que llevaba días evitando. Y había sido bastante difícil dado que tenían que pasar cada tarde en el aula de psicología, comer juntos, cenar juntos, volver e ir a la universidad juntos, básicamente tenía que hacerlo casi todo con su hermanastro, porque eso era: su hermanastro, nada más. Bufó, dejando que su mejor amigo le rodeara los hombros con un brazo y caminaron sin hablar hasta la salida del edificio, donde James y Sara esperaban a David para irse a casa de ésta a comer.
-¿De verdad no puedes venir? -David juntó las manos en forma de súplica- Solo una vez.
Arthur movió la cabeza, tan disgustado como ellos, suspirando, abrió la boca para lloriquear porque debía pasar su tarde del viernes limpiando en la universidad y Sara sonrió, balanceándose sobre sus talones y se rió casi ilusionada.
-Déjalo, debe de estar muy ocupado con Sam últimamente. -Arthur frunció el ceño. Si se refería a ocupado evitándole estaba en lo cierto, porque no tenía nada que ver con él de otra forma, ni tenía ni quería tener nada que ver con ese imbécil pervertido que lo había hecho maquillarse el cuello. De nuevo se vio interrumpido cuando iba a hablar, esta vez por un brazo que se dejó caer sobre sus hombros y Sara rió- Nos vemos. ¡Suerte!
Sara cogió a David y a su novio del brazo y tiró de ellos para que caminaran, dejándolo solo con quien fuera que creía que podía abrazarlo tan de repente, miró sobre su hombro y se encontró con la sonrisa ladina de Sam.
-¿Vamos, Arthy?
-No me toques. -miró a los lados, vigilando que ninguna mirada curiosa o asesina captara sus palabras y movimientos, mientras se quitaba el brazo de Sam de encima y empezaba a caminar hacia el coche, pero Sam corrió hasta estar tras él- ¡He dicho que no me toques!
-No te estoy tocando. -sus dientes chirriaron cuando, justo después de decir esas palabras, Sam puso las dos manos en sus hombros- ¿Sabes? He estado pensando...
-¿En serio?
Cortando su reciente risa, los pulgares de Sam se clavaron en sus omóplatos y gruñó, intentando darle algún codazo con movimientos bruscos de sus brazos y Sam los evitó con facilidad, sin soltarle un segundo, cada vez tocando más cerca de su cuello.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que el cuerpo aguante
Teen FictionArthur es un chico normal, con diecinueve años y estudiando en la universidad más barata de Londres, su único sueño es triunfar en la música. Pero su vida cambia cuando su madre se casa con el padre de Sam Lee, un arrogante cantante al que todos cre...