Capítulo 24

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Se revolvió el pelo furioso y se llevó otra galleta a la boca, masticando con enfado y con la cara ardiendo, sin poder mirar a la pelirroja que sonreía ampliamente.

-¿Cómo ha sucedido exactamente?

Aún no sabía cómo había llegado a estar en esa situación: sentado en el sofá de Sara, comiendo para no gritar, golpear o romper cualquier cosa, contándole lo ocurrido el día anterior en la bañera. Estaba confuso y había decidido decírselo a David, pero ahora se encontraba ahí, con los ojos verdes clavándosele intensamente.

David le apretó el hombro, animándolo a seguir hablando y Arthur tragó, le dio un trago al zumo y se tapó la cara con las manos mientras hablaba.

-No lo sé. Solo... sucedió.

-Vamos, que estabas tan tranquilo, desnudo en la bañera, pensando en tu hermanastro, en su cuerpo perfecto, en su forma de tocarte, de besarte, de apretarte el culo, de...

-¡Sara!

Arthur supo que tenía la sangre acumulada en la cara, que debía estar tan rojo como el pelo de Sara, y que no era precisamente por el creciente enfado que lo hizo morder otra galleta; miró por fin a los ojos verdes y Sara se encogió de hombros y se echó hacia atrás en el sofá, apoyándose a medias en el pecho de James.

-Yo creo que te gusta. -miró a James y este puso los ojos en blanco- ¿Verdad, Jamie?

-Al menos físicamente.

¿Gustarle? ¡Debían estar bromeando! Sacudió la  cabeza de una lado a otro, cogió varias galletas y se las metió en la boca, mordiéndolas mientras esperaba a que David diera esa opinión que su forma de respirar le dijo que deseaba dar.

-Pues -y dejó caer su mano cómodamente sobre su hombro- concuerdo con ellos.

-¿Qué? -se giró de golpe, tragando con fuerza- ¿Tú también?

David asintió y sonrió con malicia, pasándole una mano por el pelo.

-Como tu novio, debería molestarme. -Arthur puso los ojos en blanco ante su risa- Pero creo que tienen razón y que tengo un plan, y si tú te llevas a Sam, yo me puedo quedar con Victoria.

-Llevármelo...-masculló, cruzando los brazos sobre el pecho. Sus amigos se habían vuelto locos, aunque no tanto como él. Masturbarse pensando en Sam, ¿cómo podía haberle ocurrido? Es decir, ¡no le gustaba Sam! No era una de esas chicas locas que se morían por él. Solo era su hermanastro. Sam solo era un incordio con el que estaba obligado a convivir- No pienso llevármelo a ninguna parte.

-¿De verdad? -Sara se levantó, rodeó la mesa con lentitud y elegancia y se dejó caer en el brazo del sofá, a su lado, pasándole un brazo por los hombros y acercó la boca a su oreja- ¿Ni siquiera a tu habitación?

-¡No!

Se quitó su brazo de encina sin ser demasiado brusco, sabiendo que si hubiera sido Sam, lo hubiera empujado fuera del sofá. Sara rió y le besó la mejilla.

-Eres adorable. -se levantó, quitándole el plato de galletas antes de que pudiera coger otra y Arthur apretó los dientes. ¿«Adorable»? Él estaba enfadado, no era «adorable». Sara comenzó a caminar hacia el pasillo que la sacaba del pequeño comedor de la casa en la que vivía sola- Pero no podrás disimularlo mucho tiempo. En realidad -se apoyó en el marco de la puerta- ya no puedes.

Y desapareció. Arthur se quedó boquiabierto varios segundos, mirando el pasillo por el que se había esfumado, luego parpadeó y miró a James y a David, que se encogieron de hombros a la vez.

-Tiene razón. -James se revolvió el pelo todavía mojado; no quería ni imaginar qué debían haber estado haciendo antes de que David y él llegaran una hora atrás- No te habrías masturbado pensando en él si no te gustara.

Hasta que el cuerpo aguanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora