¡Aléjate de mi!

Capítulo Treinta y Nueve.

Hacia un día precioso pero por alguna razón no me sentía bien.
Me levanté de la cama y bajé a la cocina.

Venía bajando tranquilamente las escaleras aún vistiendo mi linda pijama hasta llegar al paraíso.

—¿Qué harás de desayunar?

Un Evan en bóxers fue el causante de mi casi paro cardiaco.

—¿Qué? ¿Tú qué hac? ¡¿Qué?!

¿Qué? Ni yo misma me entendí. Hasta que por fin pude articular mi pregunta. —¿Tu qué demonios haces aquí? ¿Y en bóxers? Por dios, tápate.

—No te enojes, te salen arrugas.

—Te lo preguntaré otra vez. ¿Qué demonios haces aquí?

—Ayer estabas completamente dormida, eh. ¿Sabías que hablas en sueños?

—¿Disculpa?

—Si, basta de charla, hoy es el gran día.

Prácticamente después de eso se comió todo el desayuno que me había preparado y de tantas plegarias al fin se vistió.

—Eres repugnante.

—Oh, qué linda, gracias.

Me lo dijo cariñosamente.

—¿Qué haremos hoy? —Se aventó al sofá.

—Tu te irás a tú casa. Y yo, yo me quedaré en la mía.

—No seas aguafiestas.

—Vamos, levántate. Te veré más tarde.

Literalmente lo empujaba hacia la puerta hasta que por fin pude abrirla.

—Hola, Aliss, venía a entreg,—Las palabras de Elliot quedaron en el aire. Nos miraba detenidamente a Evan y a mí. —Eh, supongo que vine en un mal momento.

—Bro, no es lo que parece. De echo es algo muy gracioso, verás, a Allis la inv,—Elliot no lo dejó terminar.

—No soy quién para darme explicaciones. —Sonrío melancólico. —Nos vemos y eh, Aliss, estas galletas las manda mi madre.

Después de eso se fue.

—¿Qué diablos acaba de suceder? —Le pregunté a Evan.

—Ni yo mismo lo se.

—Necesito una pizza, ahora.

—Estoy de acuerdo, yo la llamo y tú buscas una buena película.

Seguíamos como zombies. Ninguno se explicaba que fue eso.

—Que chica tan ciega, la usan y sigue con el mismo cabron. —Río.

—¿Cómo algo como eso te puede causar gracia?

—¿Y porque no? No es mi culpa que sean tan ya sabes, tan así.

—Porque esta enamorada, duh.