Capítulo Diescisiete.

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- No seas egoísta, cariño. Elliot lleva aquí tres días y solo come eso que estaba ahí - dijo señalando el platillo.

¿Tres días?, ¿cuanto tiempo llevaba yo aquí?

- ¿Qué día es hoy? - estaba paralizada.

- Lunes - contestó Elliot.

- ¿Eso quiere decir que llevaba tres días inconsciente?

- Así es, dulzura. Ty y tu me han dado el susto de mi vida.

- Elliot - giró volteando a ver al chico que se encontraba sentado en el sillón de color marrón.

- Ese soy yo - contestó.

- Tu madre me llamó y dijo que si necesitabas un cambio de ropa solo le llamaras - le sonrió.

- Anotado, señora - contestó llevándose la mano a la sien imitando a un soldado.

- Adoro a este chico - rió.

- Leila, ¿Puedo ir a ver a Ty? - llamé su atención.

- Sí, el doctor no dijo nada como: No la dejes ir a ver a su hermano, Leila - me dijo imitando voz de hombre, esta chica era genial - así que sí, puedes ir a verlo.

- Muchas gracias - le sonreí.

- Pero tengo que acompañarte, ¿De acuerdo?

- Sí, totalmente.

La habitación de mi hermano estaba en el mismo pasillo que el mío solo que más al fondo.

- ¡Sorpresa! - grité al entrar.

- ¡Ali! - corrió a abrazarme.

- ¡¿Qué tontería pensabas hacer?! - dije con lágrimas en los ojos.

- Perdóname, perdóname - decía entre sollozos.

- No te preocupes, lo importante es que estas bien, enano.

Mamá se acercó a abrazarnos, tenía lágrimas en los ojos.

- Yo tengo la culpa, perdónenme, yo les hice esto - dijo llorando.

- No es cierto, má. La culpa lo tiene ese hombre que se hacía llamar mi padre - dije con odio.

- Ya no hablemos de eso, como diría la nonna: "Uno cosecha lo que siembra" - guardamos silencio - los amo, mis niños.

- Y nosotros a ti - respondimos al unísono.

- Bueno, bueno - dijo limpiando las lágrimas con su dedo gordo - basta de momentos tristes, haremos llorar a Elliot.

- ¡Ey! - lo saludó mi hermano con el típico saludo de hombres - ¿Trajiste el balón autografiado por Payton Manning?

- Así es, campeón - dijo sacando el balón de una bolsa - aquí tienes, es tuyo.

- ¿Qué?, no, no puedo aceptarlo es tuyo.

- Sin peros, espero que te guste.

- ¡Me encanta! - veía al balón como sí fuera de oro. Me límite a sonreír.

Mamá se acercó a Ty para hablar de algunas cosas, Elliot aprovechó para sentarse al lado mío.

- Que te hayas ganado a mi hermano no quiere decir que yo también sea tu amiga.
Me ignoró, bufé.
Minutos después me contestó.

- Yo nunca dije que te quería como amiga.

- Bueno, me parece bien.

- bien.

- ¡Bien!

Los dos nos cruzamos de brazos sin voltear a vernos, parecíamos dos niños berrinchudos.

¡Aléjate de mi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora