Capítulo Siete.

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Mis padres habían llegado. Eran las nueve cuarenta y cinco de la noche, mi hermano entro corriendo y llorando, estaba muy enfadado, se dirigió a su habitación y se se encerró con llave.

Algo andaba mal, espero que no sea lo que estoy pensado.

- ¡Me tienes harto, Gloria!, ¡Ya me canse! - gritaba mi padre.

- Baja la voz, Dylan. Los niños nos pueden escuchar - que ingenua.

- Vamos adentro, ahora. - le ordeno.

Mi madre vestía una ropa arrugada su maquillaje estaba corrido, jamás la había visto tan sucia.... Tan.... Triste.

- Como te decía, no puedo estar un minuto más contigo.

- Pero Dylan, ¿Y los niños?, ¿Qué pasara con ellos? - mi madre siempre pensando en nosotros.

- Ellos son lo de menos, estarán bien sin ti.

¿Qué quiso decir con eso?, ¿nos apartaría de mamá?

- ¿Qué? - la voz de mi madre se quebraba aún más con cada palabra que salía de su boca.

- Tu no me los vas a quitar, ellos se quedarán conmigo y punto - ella le dijo.

Era la primera ves que la veía firme con su decisión.



Y fue ahí cuando lo vi, la mano de mi padre se levantó y reboto con la mejilla de mi madre, Jamás había visto que le pegará, jamás había pensado que mi padre era un hombre sin crepúsculos, un hombre sin valentía, un hombre cobarde.

Mi hermano salió de su habitación. Él también lo había escuchado, los dos sabíamos que algo andaba mal.

Su mirada se encontró con la mía, sus ojos reflejaban ayuda, pero no para él, para mi madre, y fue en ese instante donde reaccione.

Baje a toda prisa de las escaleras, no me había dado cuenta que llevaba un buen rato parada viendo aquella escena.

- Larga te si eso es lo que quieres pero a nosotros no nos llevarás a ninguna parte - le solté a mi padre.

- No sabes lo que dices.... - dijo con fastidio.

¿Quien era él?, estoy segura de que ese no era mi padre con el que solía correr por las mañanas, con el que hablaba de mis problemas, no, definitivamente no era él.

- Vete de aquí - dijo mi madre en un susurro. Su cabello tapaba su rostro pero podía ver con claridad la marca del manotazo de mi padre.

- ¿Qué dijiste, Perra? - grito mi padre.

Este era otro hombre.

- Que te largues de aquí ¿no escuchaste? - le dije.

Su ojos toparon con los míos, había odio y rencor en ellos.

Avanzaba hacia mi, venía a golpearme. No me movía, no lo podía creer.

Cada ves se acercaba más a mi.

¡Aléjate de mi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora