Capitulo 3 y 4 (Juntos)

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Los días siguientes pasan rápido. Son algo más ajetreados que de costumbre, pero no me importa. Todo sea por tener mi mente ocupada. Necesito distracciones... Llevo años peleando contra la depresión, y mantenerme activo es de gran ayuda. Desde entonces, me he vuelto un adicto al trabajo. Cuando me licencié en psicología, este tipo de trastornos parecían fáciles de tratar y curar si el enfermo ponía de su parte. Hasta que me tocó a mí pasar por ello. Realmente compadezco a las personas que lo sufren. Vivir sumergido en una nube de tristeza profunda día tras día es tan duro como agotador.

Cada mañana, al abrir los ojos, busco en mi interior algo a lo que agarrarme, pero no hay nada, me siento vacío y carezco de motivaciones... Me cuesta un mundo salir de la cama. Si por mi fuera, me pasaría la vida durmiendo. Es la única manera como desaparece ese dolor tan grande que siento en mi pecho. Ojalá todo hubiera sido un maldito sueño... nunca me lo perdonaré.

He estado muy cerca de atentar contra mi vida en varias ocasiones, pero gracias a César todavía estoy aquí. Aquella noche, sin saberlo, salvó mi vida. Lo tenía todo planeado... En cuanto llegara a casa, todo habría acabado para mí. Cuando me ofreció aquel ridículo trabajo en medio de nuestra borrachera y descubrí que él aún tenía el cerebro más deshecho que yo, y que eso no le impedía seguir luchando, me hizo reaccionar.

Lo que estuve a punto de hacer no era más que un acto de cobardía. No sabía enfrentarme a lo que me estaba ocurriendo ni tenía ánimo para poner en práctica mis conocimientos... Solo quería acabar con mi dolor cuanto antes y esa me pareció la manera más fácil y rápida de hacerlo. El saber que podría serle de utilidad a alguien me dio la fuerza necesaria para aguantar un poco más y descubrir que esa no era la salida ni la solución. A su vez, yo también fui un gran pilar para él. Nos apoyamos el uno en el otro, y poco a poco, aunque ambos arrastramos todavía con nuestros problemas, logramos salir adelante. Me convertí de manera consentida en su psicólogo personal, su niñera, su chico de los recados, su chófer, en el "burro" para sus amigas, y ahora en algo parecido a su guardaespaldas... Aunque entré como psicólogo en la policía científica, también ejercí como policía nacional y escolta.

Desde hace unos días, acompaño a Natalia a prácticamente todas partes. El cabrón de su ex novio les ha amenazado de muerte. César está bastante preocupado, y no le culpo. Ese tipo no parece de los que se andan con rodeos. Esa misma noche les siguió hasta el hotel y les golpeó con su coche mientras estaban estacionados. Estoy seguro de que hará cualquier cosa. La rubia tampoco me inspira mucha confianza. Parece que la amiguita de César no sabe elegir muy bien a sus amistades.

Voy de camino a reunirme con ellos. César me llamó hace un rato. Están en un pequeño pueblo de la provincia de Toledo y parece que Mario ha dado señales de vida... Temen que la tranquilidad de la que estaban disfrutando estos días se vea alterada por su presencia.

Aparco en la dirección que me ha dado por teléfono y espero. Diez minutos después, les veo aparecer. Me fijo en la mano de César. Está vendada. Hacía tiempo que no la veía así... Estoy seguro de que ha golpeado algo en uno de sus prontos. Sufre problemas de conducta a consecuencia de un trauma infantil y le cuesta contenerse cuando algo le altera. El nuevo sentimiento que está despertando Natalia en él debe tenerle algo más alterado. Llevaba años controlando sus crisis. Decido no preguntar para no incomodarle.

—Buenos días, señorita Natalia —fuerzo una sonrisa.

—Hola, Álex, ¿cómo tú por aquí? —me pregunta sorprendida. César responde por mí.

—Le he llamado yo —dice con decisión—. Álex estará con nosotros durante unos días... —no se me escapa la forma en que la mira—. Recuerda lo que dijo el agente respecto a nuestra seguridad. Él será el encargado.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora