Capitulo 38 (Censurado)

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—¿Te gusta la tarta de chocolate? La he hecho yo —sonríe y me ofrece la bandeja.

—La verdad es que sí, me gusta, pero ahora mismo no tengo hambre —mi estómago todavía está pegado. Lo que le ha ocurrido a mi casa me da igual, pero el susto tan grande que me ha dado mi hermana me acompañará el resto de mi vida.

—Oh, vamos, tienes que probarla al menos —toma con sus dedos uno de los trozos y lo acerca a mi boca.

—No, de verdad, Laura —giro la cabeza, pero no deja de insistir—. ¡Para! —ríe y forcejeamos. No hago demasiada fuerza por miedo a hacerle daño y acaba subida a horcajadas sobre mí. En uno de sus movimientos, prácticamente estrella el trozo contra mi cara—. ¡Mira cómo me has puesto! —agarro sus muñecas para que pare. Hay varias migajas esparcidas por mi ropa—. Ahora tendrás que limpiarme —comienzo a sentir el calor de sus piernas desnudas sobre las mías, y me pongo nervioso.

—Si no me sueltas no podré hacerlo —levanta una de sus cejas. Todavía tiene parte de la tarta entre sus dedos. No me fío de ella. Sé que, si la dejo libre, volverá a hacer lo mismo.

—No caeré en tu trampa —el calor cada vez es más intenso y comienzo a sentir presión en mi zona inguinal. Está preciosa sobre mí. Varios de sus mechones rubios le caen por la cara, creando una imagen realmente erótica.

—Tienes un trozo ahí —intenta señalar con sus dedos, pero presiono más fuerte sus muñecas.

—No voy a dejarte libre... —río.

—Te lo digo en serio —carcajea—. Tienes un trozo grande cerca de tu boca —saco la lengua y la paso por mis labios. Niega con su cabeza—. Más a la derecha —hago lo que me dice, pero no doy con él—. ¡Me estás poniendo nerviosa! —vuelve a reír. Se inclina hacia adelante y siento su húmeda lengua pasar muy cerca de mi boca. Mi piel se eriza—. No pienso desperdiciarla. Es demasiado laboriosa —vuelve a pasar su lengua por mi cara y tengo que cerrar los ojos para controlarme. Ese gesto ha despertado demasiadas sensaciones en mí—. Creo que he descubierto un ingrediente secreto —dice mientras la saborea—. Sobre ti está mucho más rica —vuelve una tercera vez y no puedo aguantarlo más. Suelto sus muñecas y atrapo rápidamente su cara, tomándola por sorpresa. Me lanzo sobre su boca y comienzo a succionar lentamente sus labios. Sabe a chocolate y me gusta más de lo que podría imaginar. Profundizo en mi beso y cuando alcanzo su lengua, gimo. Rodeo su cintura y la presiono contra mi.

Busco algún tipo de fuerza interior que me ayude a detenerme para no sentirme mal después, pero soy incapaz. En cuanto Laura rodea mi cuello con sus brazos dejo de luchar. Acaba de transportarme a ese lugar en el que mi dolor desaparece y del que no quiero volver. Otra vez a su merced. Otra vez rendido a sus encantos. Pero no me importa lo más mínimo. Necesito todo de ella en este momento. Como si oyera mis pensamientos y quisiera torturarme, se aparta de mí y me siento vacío. Veo una idea cruzar su mirada, y en un acto reflejo consigo sujetar su mano cuando está a punto de llegar a mi cara.

—¡Sabía que no podía fiarme de ti! —río. Acerco su mano manchada de chocolate lentamente hasta mi boca y paso mi lengua entre sus dedos sin dejar de mirarla. Siento su cuerpo relajarse, y me gusta. Introduzco su pulgar en mi boca y un suspiro sale de la suya. Sé que está disfrutando tanto como yo. Cuando no queda nada, marco un camino de besos por su brazo. El aroma de su piel me vuelve loco. Cuando llego a su cuello lo muerdo, despacio.

—Álex —susurra. Abro los ojos y veo cómo atrapa su labio entre los dientes. Tiro de su camiseta, necesito quitársela. Me mira por un segundo, indecisa.

—Tranquila —sé que le preocupa su cicatriz—. Tendré cuidado —me ayuda y queda en ropa interior sobre mí.  Trago saliva mientras observo cómo desabrocha su sostén. No quiero intervenir, necesito que lo haga sola, así estaré seguro de que se siente cómoda. La prenda cae sobre mis abdominales —. Eres perfecta, Laura —sonríe tímidamente—. Paso las yemas de los dedos por su suave piel. Apenas se aprecia la cicatriz. Mis sentimientos se acentúan. Pongo una de mis manos sobre su nuca y tiro de ella hasta que nuestras frentes quedan juntas—. No sé cuánto tiempo durará esto que dices que sientes... —trago saliva y miro sus grandes ojos verdes. Necesito que sepa lo que voy a decirle—. Quizás pronto conozcas a otra persona y te olvides de mí —acaricio su mejilla—. Pero ya no puedo esconder más lo que siento. Llevo meses luchando contra corriente y estoy agotado. Estás cambiando mi vida. Desde que te conocí la has puesto patas arriba —sonríe—. Es posible que nunca llegues a comprender lo difícil que es decir esto para mí...

—Álex... —no dejo que hable. No puedo esperar más, necesito besarla. Sus labios calman mi dolor y después de lo que acabo de admitir lo necesito. Enredo su cabello en mi mano y la aprieto junto a mí. Cuanto más cerca la siento, más me calmo. Noto cómo sus manos tiran de mi camiseta y la sacan por mi cabeza.

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Nos quedamos en silencio y abrazados durante varios minutos. Mi cerebro, como de costumbre, busca imágenes para hacerme sentir culpable, pero de nuevo consigo controlarlas. No quiero que nada estropee este momento. Laura comienza a temblar. Tiene la piel fría y está empezando a quedarse dormida. Me pongo en pie con ella encima.

—Puedo andar —habla con su cara escondida en mi cuello.

—Yo también —respondo y continúo con ella hasta la cama. Cuando la dejo caer sobre el colchón me quedo mirando al vacío. Dormir con ella me parece un gesto demasiado comprometido todavía. Cedí el día anterior porque se encontraba mal emocionalmente, pero esta vez es distinto—. Voy a ducharme —intento ganar tiempo. Con suerte, cuando termine estará ya soñando.

—No tardes —dice perezosamente mientras bosteza. Está cansada.

—Duerme —beso su mejilla y estiro la colcha sobre su cuerpo.

Alargo la ducha todo lo que puedo, me visto y salgo sin hacer ruido. Me acomodo en el sillón y busco algo de música en mi teléfono, pero nada llama mi atención. Apoyo mi cabeza en el respaldo y me relajo. Un ruido me despierta. Me levanto rápidamente.

—¡No! —Laura grita. Corro hasta la habitación, y cuando entro la encuentro sentada sobre la cama con la mano sobre su pecho.

—¿Qué ocurre? —pregunto, sofocado.

—Una jodida pesadilla. Llevo días soñando lo mismo —suspira—. Creo que me estoy obsesionando.

—¿Qué has soñado? —me acerco a ella y me siento sobre la cama.

—Sueño que mi pecho se vuelve de color negro y se llena de heridas —mira a algún punto, recordando.

—Es normal soñar ese tipo de cosas cuando se pasa por algo como lo que estás pasando tú —acaricio su cara y me mira fijamente.

—Álex... ¿Tú seguirías fijándote en mí si me faltara un pecho? —pestañeo. No esperaba esa pregunta.

—Para mí no eres solo un pecho, Laura. Por supuesto que seguiría fijándome en ti. Si a alguien llegara a importarle eso, deberías apartarle de tu vida.

—Gracias —me abraza—. Necesitaba tanto oír eso...

—Ahora sigue durmiendo —dejo un rápido beso sobre sus labios y cuando voy a ponerme en pie tira de mí.

—¿Adónde vas? Es tarde.

—Yo... —me inquieto—. Dormirás mejor sola, la cama no es muy grande.

—No digas bobadas, cabemos perfectamente los dos —se hace a un lado—. Lo que no cabe es esa ropa que has vuelto a ponerte. Deberías quitártela —levanta una ceja y ríe pícaramente.

—Eres imposible —niego con la cabeza. Me desnudo y entro en la cama con ella.

—¿Puedo abusar de ti? —dice mientras se acurruca en mi pecho.

—Ya lo has hecho —río—. Prácticamente me has violado en el sillón.

—¿Puedo repetirlo?

—Si pides permiso no sería una violación —río de nuevo.

—Tienes razón —sin que me lo espere, salta de la cama y se sube encima de mí.

—Laura, es tarde y tenemos que descansar —protesto.

—Calla, tonto. Si te resistes será peor... —se inclina hacia delante y muerde mi pezón.

—¡¡LAURAAAAAA!!

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