Capitulo 6

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—No... No es necesario —respondo rápidamente. Mi cuerpo está rígido.

—Sí lo es —dice seriamente.

—Haces más falta aquí, quédate con Natalia o con tu amiguito Miguel Ángel. Te necesitan. A mí no me hace falta nadie al lado para viajar. «¿Acabo de decir eso? ¿Qué coño me pasa? No soy capaz de medir mis palabras cuando la tengo cerca».

—¿Perdona? —sus ojos se abren, sorprendidos—. No sé de qué estás hablando, pero conozco a Pilar como si fuera mi madre. No es por ti por quien voy —hay cabreo en su mirada.

—No es eso lo que he querido decir... —me interrumpe.

—Ya me has dejado claro que por alguna razón sientes antipatía hacia mí. Es a la madre de Natalia a quien hago falta. No te creas el ombligo del mundo, musculitos.

—Estás hablando cosas que no son...

—Está sola y no sé si podrás hacerte una idea de cómo debe sentirse en este momento. ¡Pero yo sí! —grita—. Y no creo que viajar al lado de un estúpido como tú le ayude —clava su dedo en mi hombro malhumorada y me aparto para que pase. Pongo los ojos en blanco. Hemos acabado exactamente igual que la primera vez que nos vimos. Caminamos en silencio. La tensión puede cortarse con un serrucho. Presiento que va a ser el viaje más largo de mi vida.

—¿Acaso sabes dónde está mi coche? Parece que caminas muy decidida —me mofo.

—Solo un insoportable presumido como tú aparcaría un Audi A6 gris en un Vado permanente —lo señala con el dedo—. Deberías dar gracias de que no se lo haya llevado la policía todavía.

—¿Cómo coño has sabido dónde estaba mi coche? —estoy realmente sorprendido.

—¿Cómo coño supiste tú dónde estaba el mío? —me deja sin palabras, merezco esa contestación.

—Oye... —me mira de nuevo mientras rasco mi cabeza. Intento no tener demasiado contacto visual con ella y continúo—. Siento ser tan borde... —sé que mi carácter es muy fuerte y siempre trato de suavizarlo cuando hablo con alguien. No sé por qué con Laura no lo logro.

—Vaya... Mr. Musculitos también sabe disculparse —lo cierto es que ella tampoco ayuda. Otra vez que tengo que morderme la lengua para no decir lo que pienso.

—Sí, también sé —digo secamente mientras abro la puerta del coche, subo y cruzo los dedos para que no se siente conmigo—. «Mierda». La puerta del copiloto se abre y se coloca a mi lado.

—¿Qué música tienes? —abre la guantera y saca la libreta donde tengo todos mis apuntes. Me tenso. Ahí hay varias notas sobre ella y la investigación que estoy llevando a cabo para encontrar a Mario. Me relajo cuando la deja sobre el salpicadero para seguir buscando entre los CD.

—¿Quieres hacer el favor de no tocar mis cosas? —vuelvo a poner todo en orden—. Si quieres escuchar algo tendrás que conformarte con lo que tengo en el reproductor —antes de que termine de hablar ya le ha dado al botón.

—¡Joder! Eres un muermo, tío. ¿En serio te gusta esto? —a veces escucho música clásica.

—Me relaja —contesto—. Ahora, por favor, no hables demasiado. Me distraes y necesito concentrarme en la carretera —arranco el motor y salimos del aparcamiento.

Abre su bolso y saca el móvil. Conecta un cable al reproductor y me mira.

—Ahora vas a saber lo que es buena música.

Por los altavoces del coche comienzan a sonar campanadas y pisadas de caballo. La miro extrañado.

—¿Qué coño...?

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora