Capitulo 7

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Al fin llegamos al hotel. El nuevo viaje ha acabado conmigo y apenas puedo mantener mis ojos abiertos. Estoy hecho papilla. Necesito una cama como el comer. César me manda un mensaje. Parece que él y Natalia pasarán el día juntos. Saco mi teléfono y contacto con una grúa para que traigan el coche de César hasta aquí. Lo dejó en las pistas y no tengo fuerza para ir a recogerlo personalmente. Camino como un zombi hasta mi habitación y cuando abro la puerta me dejo caer sobre la cama, no me molesto ni en descalzarme... No me da tiempo a pensar en nada más. Me duermo rápidamente. Unas horas después, me despierta el sonido del móvil.

Álex, vamos a casa de Natalia a por algunas cosas que necesitamos.

Contesto:

En tres minutos me tenéis detrás.

Me levanto con esfuerzo y entro al baño. Me mojo la cara para despejarme y me coloco el cabello. Está algo alborotado. Cuando salgo a la calle todavía están en el coche. Subo al mío y conducimos hasta la casa de los padres de Natalia. Hay algo extraño en la fachada. Algunas ventanas no brillan como las demás.

—¡César! —le grito y se gira—. ¡Espera! No entréis —corro hasta ellos. Miro nuevamente y descubro que están rotas—. Entrad en el coche hasta que salga.

—Sube al coche y ponle el seguro, Natalia —dice César a la chica—. Voy contigo, Álex, espera.

—Tú te quedas aquí —le digo seriamente—. Meteos los dos ahora mismo ahí. ¡Hasta que yo os diga! —grito nervioso. No me gusta nada lo que veo.

—Voy contigo —replica César.

—Esto no es un juego. ¿De acuerdo? —cada vez me cabrea más. Es peligroso y parece no darse cuenta—. Ahora entra en el maldito coche hasta que yo te diga lo contrario.

Por fin obedece y hace lo que le pido. Pongo la mano en mi pistola para sacarla rápidamente si es necesario y entro a la casa. Reviso las habitaciones una por una y con cuidado. Parece que todo está despejado y no hay peligro. Salgo a por ellos.

—No hay nadie en la casa. He revisado todas las habitaciones y están limpias. Si necesitáis entrar, es el momento —les digo—. Por lo que he podido comprobar, todo el destrozo ha sido desde fuera. Han lanzado piedras para romper los cristales. Incluso puede deberse a una chiquillada.

—De acuerdo —dice César—. Aunque creo que está lejos la opción de la chiquillada. Luego hablamos —le miro extrañado. Ellos deben saber algo que yo no sé.

Cuando estamos dentro encontramos las piedras con las que han roto las ventanas, pero una en particular llama nuestra atención. Está envuelta en fotografías. Las revisamos una por una y en casi todas aparecen Mario y Natalia. Hay insultos escritos sobre el rostro de ella. La última nos deja sin habla. Es de hace solo unos días. Son César y Natalia en la puerta de casa de sus padres. Hay algo escrito en esta también, y ocupa toda la foto. «TÍRATELA AHORA QUE PUEDES, PRONTO ESTARÁS LLORÁNDOLA». Me tenso. El muy hijo de puta está en el pueblo. Un estruendo nos sobresalta y rápidamente apunto con mi arma a la zona de donde proviene el ruido. César cubre a Natalia con su cuerpo. Tres segundos después descubro el porqué.

—¡Maldito gato! —grito mientras guardo mi pistola. Debe de haberse colado por las ventanas rotas y ha echado abajo las cortinas. Nos relajamos.

—Álex, ¿crees que podrías hacerte cargo de todos estos destrozos antes de que venga la familia de Natalia? No me gustaría preocuparles más. Bastante tienen ya.

—Claro, no habrá problema —aseguro—. Ya es prácticamente de noche, me quedaré aquí para evitar que algún ladrón entre y por la mañana buscaré a las personas indicadas.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora