(Álex)
Un fuerte dolor de cabeza me despierta. Siento frío al instante y me cuesta respirar. El dolor aumenta cuando intento moverme. La habitación tiene hoy un extraño olor, apesta a humedad. Abro los ojos, aturdido, y lo que veo me hace sentir confuso. «¿Dónde estoy?». Me incorporo con esfuerzo y mis brazos queman. Tengo las manos atadas a la espalda por una cadena. Comienzo a ponerme nervioso. «¿Qué está pasando?». Algo me impide pensar. No entiendo nada. No recuerdo cómo he llegado hasta aquí ni qué estaba haciendo antes de acabar así.
—¿Hola? —grito. Quizás alguien pueda oírme y me dé una explicación—. ¿Hay alguien ahí? —nadie contesta. Trato de ponerme en pie y lo consigo. Camino hacia una pequeña ventana. Está tapiada con tablones de madera, pero entra un hilo de luz. Descubro que mi ropa está manchada de sangre y por el dolor que siento en mi cabeza deduzco que es mía. Por más que trato de recordar, nada viene a mi mente, ni siquiera mi nombre. Miro entre los tablones y el paisaje me resulta familiar. Sé que he estado aquí en algún momento. Oigo abrirse una puerta a mi espalda y me giro rápidamente.
—Vaya, vaya. Por fin el bello durmiente ha despertado —arrugo las cejas para ver mejor. El dolor de cabeza me está matando. Frente a mí hay una mujer rubia bastante repulsiva. Debe de tener operado hasta el paladar.
—¿Quién eres? ¿Por qué estoy atado? —pregunto con la esperanza de que me cuente qué ocurre.
—¿Tan pronto te has olvidado de mí? —ríe a carcajadas—. Creo que el amiguito del Carnicero te ha dado demasiado fuerte.
—¿Cómo? ¿El Carnicero? —creo haber oído ese nombre en alguna ocasión, pero no tengo ni idea de lo que me está diciendo.
—Increíble. ¿También te has olvidado del asesino de Gema? Debes estar muy grave —ríe de nuevo. Ese nombre consigue que mi corazón se encoja, pero vuelve a pasarme lo mismo. Mi cerebro está en blanco. Oigo gritos e insultos. Es la voz de una mujer.
—¡Suéltame, maldito hijo de puta, o te patearé los huevos! —sé que la conozco. La rubia operada se aparta y alguien empuja a otra chica rubia haciéndola entrar a la habitación. Cae prácticamente a mis pies. También tiene las manos atadas. Mi corazón se acelera y unas increíbles ganas de ayudarla se apoderan de mí, pero no puedo hacer nada. Su cabello cubre el rostro y no puedo verla. La conozco...—. ¡ÁLEX! ¡Dios mío, estás bien! —llora y mis ojos se agrandan.
—¡Laura! —la palabra sale sin pensar de mi boca y cientos de flashes inundan mi mente. Todos mis recuerdos vienen de pronto. Laura, Gema, El Carnicero...—. ¡TÚ! —grito en dirección a la operada—. ¡Maldita zorra sin escrúpulos! —camino hacia Erika, pero El Carnicero me detiene golpeando mi pecho con su rodilla. Caigo al suelo y lucho por respirar.
—¡Cabrón! —Laura le grita y llora.
—Despídete de tu nueva novia —dice El Carnicero con una amplia sonrisa en su cara—. Se la entregaré a mis hombres dentro de una hora y cuando se cansen de jugar con su cuerpo acabaré lentamente con ella delante de tus narices —carcajea—. Quiero recrearme con tu dolor mientras esperas a que llegue tu turno. Vas a pagar por lo que hiciste. Nadie se ríe de mí sin consecuencias —unas fuertes náuseas se apoderan de mí y la puerta se cierra de un portazo, dejándonos solos.
—Laura —la llamo. Sigue de rodillas y llorando en el suelo. Con dificultad, me acerco a ella y pego mi cabeza a la suya—. Vamos, preciosa. Vamos, mírame.
—Álex... —llora más fuerte y apoya su frente en mi pecho. Daría media vida por abrazarla en este momento.
—Mírame —necesito ver sus ojos. Levanta su rostro y descubro que la han golpeado. Sus pómulos están hinchados, al igual que su ojo izquierdo. Una gran bola de ira se instala en mi estómago y comienzo a respirar rápidamente—. Tenemos que salir de aquí como sea —miro por todas partes buscando una salida. Me pongo en pie y camino hasta la ventana de nuevo. Tengo que conseguir soltar mis manos. Forcejeo y solo me hago daño.
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El tormento de Álex - (GRATIS)
RomanceLas imprudencias se pagan y eso es algo que, por desgracia, Alex sabe muy bien... Un hombre atormentado por una mala decisión, una promesa cada día más difícil de cumplir y un sentimiento que creía olvidado amenaza con florecer de nuevo en su interi...