—¡Mi niña! ¡Mi niña no, por favor! —Natalia llora desesperada.
—Tira el arma, Álex, o me cargo a la mocosa esta.
—¡Suéltala, maldita zorra! —César vuelve a ponerse en pie con esfuerzo y camina hacia ella con las manos atadas a su espalda.
—¡QUIETO, CÉSAR! —grito, pero me ignora.
—¡Para o disparo! —Erika le apunta.
—¡CÉSAR! ¡NO! —es imposible, no tiene intención de parar. Camino rápidamente hacia él y le sujeto—. ¡Para, César! Tiene al bebé. Podría hacerle daño —me mira. Sus pupilas están completamente dilatadas y sus ojos rojos—. No hagas ninguna locura, amigo —le advierto entre dientes. Sé lo que César es capaz de hacer cuando se encuentra en ese estado aun estando maniatado, y temo que le cueste la vida—. Ve con Natalia, yo me encargo —susurro.
—¡Eh! ¡Habla en alto! —vocea Erika—. ¡Suelta el arma y poneos de rodillas los cuatro allí! —mueve la mano, encañonándonos, para indicarnos dónde quiere que nos arrodillemos. Con cuidado, dejo la pistola en el suelo—. Dale una patada para que llegue hasta mí —hago lo que me pide, pero le doy algo más fuerte y llega hasta el cuerpo del Carnicero.
—Ah... Mier...da... Grgg... —se queja—. Ayú...dame... —no puedo creer que ese hijo de puta todavía esté vivo.
—Vaya, eres duro de pelar, Carnicerito —dice Erika con mofa dirigiéndose a él. No hay ni un solo gesto de preocupación en su cara—. ¿Te duele mucho? —ríe.
—Ayu...da... —varias gotas de sangre salen de su boca.
—¿Quieres que te ayude? —vuelve a reír mientras coloca la pistola en su frente—. Te voy a quitar todos los dolores de una vez —los ojos del Carnicero se agrandan mientras ella le lanza un beso—. Hasta siempre, gilipollas —dispara sin miramientos, sobresaltándonos a todos. El bebé comienza a llorar histérico y temo por sus oídos. Su sentido de la audición es más sensible a los ruidos que el de una persona adulta y puede haberle dañado los tímpanos.
—¡Dame a mi hija!, por favor... —Natalia está muy alterada—. Dámela. Hazme lo que quieras a mí, pero no le hagas daño a mi niña —suplica ahogada por el llanto—. Por favor, Erika... Por favor.
La barbilla de César comienza a temblar. Está haciendo un esfuerzo sobrehumano por contenerse. El bebé cada vez llora más fuerte y estoy seguro de que de un momento a otro no podré sujetar a mi amigo.
—¡Se acabó! —Laura se pone en pie y rápidamente Erika vuelve el arma hacia ella—. No te tengo miedo, ¡zorra estúpida! ¡Deja a ese bebé! —un brillo cruza la mirada de Erika y puedo leer en su rostro lo que va a hacer.
—¡NO! ¡LAURA! —en décimas de segundo me levanto y corro hacia ella. Justo cuando aprieta el gatillo la cubro con mi cuerpo y los dos caemos al suelo. Nos miramos en silencio. Necesito saber que está bien. Hay preocupación en sus ojos y siento que debo salvarla como sea. Tengo que hacer algo. No puedo permitir que le pase nada. La quiero demasiado. Trato de ponerme en pie mientras ahogo un gemido de dolor. Me incorporo con esfuerzo y puedo notar cómo la caliente sangre sale de mi cuerpo y empapa mis ropas. Me ha alcanzado en el costado.
—¡Álex, estás herido! —grita Laura—. ¡ÁLEX! —la miro de nuevo con todo el amor del mundo y comienza a llorar—. Álex... —no tengo más remedio que hacerlo. Debo salvarles la vida. Soy su única oportunidad.
—Encárgate del bebé —digo en bajo a Laura, y les echo un último vistazo a los tres a modo de despedida.
—¡No! ¡Detente! —ahora es César el que habla. Al momento todos comienzan a gritar mi nombre mientras me dirijo a Erika.
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El tormento de Álex - (GRATIS)
RomansaLas imprudencias se pagan y eso es algo que, por desgracia, Alex sabe muy bien... Un hombre atormentado por una mala decisión, una promesa cada día más difícil de cumplir y un sentimiento que creía olvidado amenaza con florecer de nuevo en su interi...