Hay dos personas cubiertas de sangre a escasos metros de mí. Por un segundo no sé qué es lo que está pasando ni de quién se trata.
—¡NOOO! —grito fuertemente cuando por fin soy consciente de lo que tengo delante. Mario está clavando con saña una y otra vez un gran cuchillo en el cuerpo de Natalia.
Salgo del coche todo lo rápido que puedo y saco mi arma. El muy cabrón al darse cuenta trata de huir, pero no se lo permito. Apunto a sus piernas, necesito ayudar a Natalia cuanto antes y no quiero que escape. Antes de apretar el gatillo, veo cómo Natalia se desvanece y cae al suelo sobre un gran charco de sangre. Pierdo mi concentración en ese instante y hago un disparo más alto de lo que pretendía, alcanzando a Mario entre los omóplatos. Cae fulminado y no se mueve. Temo haberle matado, pero mi prioridad ahora es otra. Guardo mi pistola y corro hasta ella.
—¡NATALIA! —tomo sus hombros, la giro y compruebo que no reacciona—. ¡LLAMAD A UNA AMBULANCIA! —grito a todos los que están presenciando la escena. Varias personas marcan en sus móviles y llaman a emergencias—. Vamos, Natalia... —me arrodillo a su lado y la coloco sobre mí. Está pálida y fría. Abrazo su cuerpo para darle calor y trato de taponar las heridas por las que más sangre mana, pero son tantas que es imposible. Pongo mis manos sobre su pecho, en la que parece más grave y presiono fuertemente—. Aguanta... Aguanta, muchacha, la ayuda está en camino... —todo es tan similar a lo que ya he vivido.
(Flashback)
—¡Aguanta! ¡Aguanta, Gema! —grito, histérico—. ¡La ayuda está en camino, cariño, todo saldrá bien! —mi voz es desesperada—. Me arrodillo a su lado y la coloco sobre mí. Tapono la herida de su pecho con mis manos, pero la sangre no deja de fluir. El líquido rojo se cuela a través de mis dedos y no puedo hacer nada. En cuestión de segundos morirá y ella lo sabe. Estamos demasiado alejados y no llegarán a tiempo.
—Álex... —habla con dolor—. Álex... prométeme que estarás bien... —traga saliva. Cada vez palidece más.
—¡NO! No hables así, Gema. No digas eso... —siento que mi vida se está yendo con la suya.
—Te amo —cierra sus ojos. Le cuesta respirar—. Necesito saber que estarás bien —dice con esfuerzo—. Y que reharás tu vida cuando ya no esté.
—Yo también te amo, lo eres todo para mí. No me hagas esto. No puedes dejarme solo.
—Me has hecho... —intenta llenar sus pulmones, pero no puede— muy feliz todo este tiempo...
—Y lo seguirás siendo. Por favor, no te despidas, Gema. Quédate conmigo —mi cuerpo tiembla. Varias lágrimas corren por mi cara y caen sobre ella—. Te quiero, mi vida. No me dejes...
—Prométeme... —tose, y al hacerlo puedo sentir cómo el líquido que sale de su cuerpo aumenta— que buscarás la felicidad...
—Te lo prometo, mi vida —me derrumbo—. Te lo prometo... —no puedo dejar que se vaya con esa inquietud. Lloro desconsoladamente—. Pero no reharé mi vida con nadie más, en ella solo estarás tú. Nadie más ocupará tu lugar ni el vacío que dejas en mi corazón.
—Debes... —su mirada se queda fija—. Debes intentarlo, Álex. Ya no puedo verte.
—Estoy aquí, a tu lado —tomo su mano y la aprieto fuertemente—. No me moveré de aquí.
—Tengo frío... —su respiración se vuelve más sonora. Abrazo su cuerpo para darle calor y la mezo. No sé cuánto tiempo pasamos así. No me atrevo a separarme de ella para no encontrarme con la realidad. Alguien toca mi hombro, y cuando levanto la cabeza puedo descubrir que se trata del personal sanitario. Toma su pulso y me habla.
ESTÁS LEYENDO
El tormento de Álex - (GRATIS)
RomanceLas imprudencias se pagan y eso es algo que, por desgracia, Alex sabe muy bien... Un hombre atormentado por una mala decisión, una promesa cada día más difícil de cumplir y un sentimiento que creía olvidado amenaza con florecer de nuevo en su interi...