EPÍLOGO

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(Álex)

Un año después

Mis manos sudan y estoy realmente alterado. El nudo de la corbata aprieta mi cuello y siento que me ahoga. Camino por la habitación mientras trato de tranquilizar mis nervios. César está sentado en una de las sillas y no para de temblar. Tiene los codos apoyados en las rodillas y con las manos sujeta su cabeza. Le diría algunas palabras para sacarle de ese estado, pero hoy soy incapaz. Estoy exactamente igual que él.

-Álex, yo no sé si voy a poder hacer esto -dice sin mirarme.

-¿Y crees que yo sí? -me paro frente a él.

-¿Y si no soy la clase de marido que espera Natalia?

-No digas idioteces, amigo -pongo mis manos sobre sus hombros-. Tú prácticamente llevas siendo su marido un año. Solo os faltan los papeles.

-Estoy acojonado, Álex.

-Si te sirve de consuelo, yo también. Saldría corriendo ahora mismo, pero quiero llegar a viejo con mis genitales en su sitio. Laura me cortaría los huevos en un abrir y cerrar de ojos si le insinúo algo de esto.

Aunque les dimos la opción de que cada una pudiera tener su día especial, las chicas se empeñaron en que nos teníamos que casar todos el mismo día. La puerta se abre y entra el que será a partir de ahora mi suegro. El padre de Laura.

-¿Cómo vais por aquí, muchachos? -hace unos meses que finalmente Laura dio el paso y le perdonó. En un principio se negaba, pero después de explicarle que necesitaba cerrar ese círculo de su vida para poder ser completamente feliz me hizo caso. Conseguí ponerla en la piel de su padre usando como ejemplo lo que nos pasó en el hospital y parece que funcionó. Creo que ha sido la única vez que ha seguido uno de mis consejos, y me alegro por ello. Entiendo tan bien a ese hombre. Sé lo loco que te puedes llegar a volver cuando pierdes a la persona que amas.

En cuanto recibió la invitación para la boda hablaron y todo se solucionó. Desde entonces no pasa una semana sin que se llamen o se vean para saber cómo están. El hombre es mucho más cariñoso de lo que creía con ella y la trata como si fuera de cristal. Extrañamente, a ella parece gustarle. Imagino cuánto la debe haber echado de menos.

-Seguimos a la espera -contesto. Nuestras futuras mujeres llevan toda la mañana preparándose en una de las habitaciones y parece que no tienen prisa. Hemos alquilado una preciosa finca para la boda y los invitados están en el jardín.

-Me estoy mareando -oigo decir a César. Se pone en pie rápidamente, y lo único a lo que le da tiempo es a coger una pequeña papelera que hay en la habitación y vomitar en ella.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora