Capitulo 29

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—¿Laura? —digo, sorprendido. Intenta abrir los ojos, pero vuelve a quedarse dormida.

—Todavía está bajo los efectos de la anestesia —dice uno de los hombres—. Hasta dentro de un par de horas no comenzará a despejarse —asiento nervioso y les sigo. No sé qué diablos está pasando, ni por qué Laura está aquí. No me atrevo a preguntar por miedo a que descubran que no soy cercano a ella y me obliguen a marcharme. «¿Por qué ha mentido a la familia de Natalia?». Llegamos hasta su habitación. Colocan la cama en su lugar y se marchan.

Salgo y entro del cuarto constantemente. Tengo miedo de su reacción cuando despierte y me vea. Por un momento me planteo irme, pero por alguna extraña razón soy incapaz de apartarme de ella. Necesito saber que está bien.

Estoy en el pasillo cuando una doctora entra a la habitación. Me acerco a la puerta y escucho tras ella.

—Buenos días, Laura.

—Mmmm —está despertándola.

—Laura. ¿Puedes oírme?

—Sí... —habla débilmente—. Joderrrr... —se queja.

—Con cuidado. ¿Cómo te encuentras?

—Como si me hubiera atropellado una manada de elefantes.

—Es normal al principio —la doctora trata de calmarla.

—¿Han logrado sacar esa mierda de mi cuerpo?

«¿Mierda de su cuerpo? ¿Está hablando así de su bebé?». Escucho más atentamente.

—Sí, hemos tenido mucha suerte. Todavía era muy pequeño y estaba muy localizado.

—Dios... —vuelve a quejarse, pero su tono cambia en un segundo—. Qué agradable es saber que no podrá seguir creciendo dentro de mí —mis ojos se abren.

«¿Ha mentido a todos para venir a practicarse un aborto?». Una gran decepción se apodera de mí. Ni en mil vidas imaginaba a Laura de esa manera. Decido que es el momento de irme de allí. No merece la pena perder más tiempo. «Pobre pequeño, ha pagado las irresponsabilidades de su madre». Doy un gran portazo al cerrar la puerta cuando subo a mi coche. Siento rabia e impotencia. En mi imaginación había visto muchas veces cómo sería la carita de esa criatura y comenzaba a tener simpatía por ella. Conduzco de vuelta, necesito ir a casa y descansar. Llevo varios días sin poder hacerlo adecuadamente.

Cuando llego por fin, tengo que apartar varias telas que hay por el suelo para no pisarlas. Sonia está cosiendo de nuevo y lo tiene todo empantanado. Entro al salón con la intención de saludarla, pero está dormida en el sillón. Aprovecho para tomar una ducha y ponerme ropa cómoda.

—Hola, hermanito —dice cuando salgo del baño. Bosteza.

—¿Te he despertado?

—No, puse la alarma y sonó hace cinco minutos. ¿Cómo van las cosas con Laura? —comienza el interrogatorio.

—Igual —respondo para quitármela de encima.

—¿Todavía no has hablado con ella? Debes contarle lo de la confusión cuanto antes —dudo, pero al final contesto.

—Es inútil. Prefiere creer la película que se ha montado en su cabeza antes que a mí.

—¿Y no piensas desmentirlo?

—Desisto. Lo he intentado, pero no quiere oírme —arruga su frente y sin decir nada más se marcha de nuevo al salón, pensativa. Está dándole vueltas a algo y eso no me gusta. Espero que no se le ocurra intervenir.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora