Capitulo 34. Si teneís problemas, sacad la historia y volver a añadirla.

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—Mamá, ¿qué están haciendo esas personas? —la voz de un niño me hace volver del cielo. Me aparto de Laura rápidamente.

—Nada, cariño, solo se están sujetando para no caerse —tira de su hijo y cuando pasa por nuestro lado nos habla de mala forma—. ¡Id a un hotel, pervertidos! —mi cara se enrojece y Laura comienza a reír escandalosamente.

—Pobre criatura, creo que la hemos traumado.

—Yo también lo creo —me quedo mirando cómo se cierra la puerta tras ellos y el niño me dice adiós con su pequeña mano.

—Le has caído bien —Laura también mueve su mano para despedirse de él—. Qué simpático es —le lanza un beso.

—Creo que en eso no se parece a la madre... —vuelve a reír.

Salgo un par de veces del portal y compruebo que el coche ya no está. Respiro algo más aliviado. Hemos conseguido darle esquinazo, pero no acabo de fiarme. Es posible que hayan cambiado de vehículo y nos sigan igualmente. No puedo dejarla sola. La han visto conmigo y eso la pone en un serio peligro.

—Mi coche solo está dos calles más arriba y debería irme —dice Laura, preocupada por la hora.

—Vamos —abro la puerta y salimos. Parece tranquila. Estoy seguro de que no entiende a lo que estamos expuestos. Debo hablar con ella.

Cuando llegamos hasta el aparcamiento, se despide.

—Muchas gracias por esta tarde tan agradable.

—Hoy no te será tan fácil deshacerte de mí —extiendo la mano—. Dame las llaves.

—¿Cómo? —pregunta, confusa.

—Iré contigo.

—Álex, no es necesario. En serio. Estás casi en tu casa. ¿Cómo volverás después?

—Me las arreglaré —sigo con mi mano estirada.

—Está bien. Si es lo que quieres... —se encoge de hombros y me las entrega. Cuando abro, se acomoda en el lugar del copiloto. Es el momento. Tiene que saberlo.

—Ayer escapó un delincuente muy peligroso de la cárcel —me mira atenta mientras arranco el motor y coloco el asiento. Es demasiado estrecho y tengo las rodillas muy dobladas.

—No entiendo nada. ¿Por qué me cuentas esto?

—Es un narcotraficante muy poderoso al que estuvimos investigando durante más de tres años y al que finalmente, y después de mucho trabajo, dimos caza —parpadea—. Es posible que me esté buscando y que ese coche que nos siguió antes tenga algo que ver con él.

—¿Y por qué en vez de escapar o salir del país viene a buscarte?

—Venganza —respondo con mi mandíbula tensa—. El día que lo apresamos supo que fui yo quien dirigió toda la operación, y juró acabar conmigo. Todos le temen porque saben que cumple sus promesas.

—¿¡Quiere matarte!? —Laura pone las manos sobre su rostro.

—Quiere, pero no se lo voy a poner nada fácil.

—Álex, ¡tienes que irte de aquí! No puedes quedarte de brazos cruzados mientras alguien está intentando asesinarte. ¡Estás en peligro!

—Ahí quería llegar... —aprieto con fuerza el volante mientras giro—. Te han visto conmigo, es posible que tú también lo estés.

—¿Qué? —sus ojos se abren—. ¿Yo? ¿Por qué?

—Ese hijo de puta actúa así. No se conforma con pegarle un tiro a su enemigo. Le gusta saber que sufre primero.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora