Capitulo 18 (Censurado)

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Los primeros minutos del trayecto los pasamos en silencio. Necesito que uno de los dos hable, no me gusta la tensión que se crea así. Por más que me estrujo el cerebro no encuentro nada que decir. Álex es la única persona que con su presencia consigue dejarme sin palabras.

—¿Está muy lejos? —pregunto mientras me desabrocho el cinturón en uno de los semáforos y me paso a los asientos delanteros. Álex me observa.

—No demasiado —el semáforo cambia de color y acelera, consiguiendo que pierda el equilibrio. En un acto reflejo para estabilizarme, pone su mano en mi nalga—. ¡Siéntate de una vez y ponte el jodido cinturón! —grita.

—Vaya, musculitos... no pierdes el tiempo —sonrío maliciosamente. Su cara se vuelve granate al darse cuenta. Aparta rápidamente la mano de mi trasero y sujeta el volante con fuerza.

—Yo... no... yo... solo intentaba sujetarte —frena y espera a que me coloque. Se mueve nervioso en su asiento y traga saliva. Su inocencia me tiene atrapada por completo. Me acomodo por fin y me abrocho el cinturón, como ha pedido. La tensión de sus hombros disminuye y continuamos la marcha.

—¿El apartamento está amueblado? —pregunto de nuevo para sacarle de su estado.

—Está completo —contesta mirando a la carretera—. Puedes entrar a vivir sin problema.

—¡Genial! —me encanta la idea de poder mudarme cuanto antes, apenas tengo tiempo y el no tener que preocuparme en buscar muebles es una gran ventaja.

Pasamos cerca de un famoso hospital donde ingresamos a mi madre cuando más desesperados estábamos, y no puedo evitar pensar en ella y en lo que descubrí en mi pecho hace unos días. «Estás haciendo de esto un drama», me riño mentalmente. «No dejes que te afecte hasta que no sepas de qué se trata».

—¿Ocurre algo? —la voz de Álex me trae de nuevo al presente.

—Oh... no, no, es solo que estaba pensando en la mudanza.

—Me estás mintiendo —afirma con rudeza, y mi corazón se acelera—. Esa expresión que he visto en tu rostro no corresponde a un pensamiento de ese tipo —recuerdo su habilidad para leer los gestos y me pongo nerviosa.

—Soy rara —respondo para salir al paso y sonrío. No le convence mi respuesta y sigue observándome con su frente arrugada. No me gusta, tengo miedo de que pueda adivinar mis pensamientos.

—¿Qué es lo que te preocupa? —aparca y me mira. Parece que hemos llegado. Soy incapaz de contestar. «¿Cómo coño sabe que estoy preocupada?». Evito gesticular para no darle pistas.

—Estaba pensando en llamar a Natalia dentro de un rato para saber qué le han dicho —miento, y parece que funciona.

—Después nos ponemos en contacto con ellos para que te quedes tranquila —dice mientras baja del coche. Yo hago lo mismo y respiro aliviada.

Caminamos deprisa mientras cruzamos la calle y una vez que llegamos al otro lado nos encontramos con un gran parque. Me gusta la zona.

—Este sería un buen sitio para salir a tomar el sol —señalo un banco de madera. Mira a varios hombres que hay por allí y junta sus cejas.

—No lo creo. Habría demasiados ojos observándote —me quedo boquiabierta con su respuesta. ¿Acaso está celoso? Necesito picarle un poco para saber hasta dónde llega.

—No me importa —digo sonriente—. Los ojos están para mirar, y si lo hace aquel macizo de allí —señalo a un chico bastante guapo— no me importa —me mira con dureza, y por alguna extraña razón me gusta.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora