Capitulo 55

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Con cada día que pasa Álex se encuentra mejor. No ha vuelto a hablarme del tema, aunque insisto en que lo haga continuamente y finjo interés. Lo que él no sabe es que conozco sus intenciones desde hace semanas y aceptaré encantada ser su novia. Él disfruta teniéndome en suspense y yo haciéndole creer que lo consigue. No quiero estropear la magia del momento. Estoy deseando ver cómo lo hace. ¿Será una frase rápida? ¿Tratará de convencerme con palabras bonitas? ¿Me traerá flores? El simple hecho de pensarlo me ilusiona.

Nos hemos instalado en su casa para estar más cerca de los niños. No pasa un día sin que vayamos a visitarlos. Álex sale con César todas las mañanas a correr para recuperar su forma física y yo aprovecho para ayudar a Natalia algunos ratos. Los pequeños dan demasiado trabajo incluso para dos personas. La puerta se abre y aparece tras ella. Su respiración es agitada y trae la camiseta empapada y pegada a su cuerpo.

—Deberían arrestarte —digo mientras cierra la puerta y me mira, extrañado—. Debe de ser delito ser tan sexy —sonríe y niega con la cabeza. Camino hacia él y rodeo su cintura con mis brazos—. Voy a tener que comprarte un par de burkas. No me gusta la idea de que toda esta carne —agarro sus nalgas y abre los ojos sorprendidos— haga disfrutar visualmente a otras —ríe.

—¿Celosa? —muerde mi cuello con delicadeza.

—¿Debo estarlo? —respondo con los ojos cerrados y dejándome llevar por sus besos.

—Por supuesto —levanta su cabeza para mirarme y ríe pícaramente—. César lleva días empeñado en seducirme —carcajeo. Están insoportables con ese tema.

—¡Acabas de estropear el momento! —digo entre risas, y trato de apartarme. No lo permite y me aprieta más fuerte contra él.

—Tendré que enmendarlo, entonces —pasa la lengua por mi hombro y todo mi cuerpo reacciona. Sabe lo sensible que es esa zona para mí—. Ven conmigo a la ducha —susurra en mi oído y el calor de su aliento me transporta a otro lugar. Antes de que pueda volver a la realidad, sus labios besan los míos y sus fuertes brazos me levantan.

Cuando llegamos al baño vuelve a dejarme en el suelo y comienza a quitarme la ropa. Roza con sus labios cada parte de mi cuerpo que descubre y me dejo llevar. Cuando estoy completamente desnuda comienza a quitarse la suya. Me quedo inmóvil viendo cómo lo hace. Cada músculo de su anatomía es una obra de arte digna de admirar. Toma mi mano y tira de mí hacia el interior de la ducha. Estamos tan cerca que puedo sentir su calor. Mis ojos quedan a la altura de una de sus cicatrices y, como si se diera cuenta, abre el grifo y varios chorros de agua caliente comienzan a caer por nuestros cuerpos, tapando todas sus marcas y haciendo que me olvide de ellas. Estoy segura de que sabe cómo me siento cada vez que las veo.

Se pega a mí y comienza a besarme de nuevo. Su mano rodea mi cintura y acopla su rodilla entre mis piernas. Paso mis brazos por su cuello y disfruto de sus caricias...

—¡MIERDA! —digo cuando oigo su teléfono sonar y se aparta de mí.

—Tengo que cogerlo —pone una toalla alrededor de su cintura y sale a buscarlo. Estoy harta de interrupciones, quiero que nos dejen un rato a solas. Necesito estar con él.

—De acuerdo —le oigo decir mientras salgo de la ducha malhumorada.

—¿Dónde vas? —dice cuando entra de nuevo.

—¡A vestirme!

—Pero...

—¡Pero nada! Se acabó el juego por hoy. Mañana si consigues que dejen de molestarnos, ya veremos qué pasa —me mira y sonríe. Ese gesto me enfurece más.

—¡No tiene ni puta gracia!

—Estás preciosa cuando te enfadas... —responde mientras me observa.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora