Capitulo 25

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—Buenos días, Álex —dice Javier apartándose de mí e ignorando lo que ocurre entre nosotros—. No le contesta.

—Te dejaste eso en mi casa —señala mi chaqueta con desprecio y la recojo del suelo. Hay ira en su mirada—. Pero veo que la echas poco de menos —su mandíbula está mucho más marcada. Javier frunce el ceño, comprendiendo que algo no va bien.

—¿Puedo saber qué ocurre? —nos mira a los dos, pero ninguno habla—. ¿Esta es la causa de tu llanto? ¿Te ha hecho algo? —varias lágrimas corren por mi cara, delatándome, y clava sus ojos en él—. No sé qué coño está pasando aquí, ni qué hay entre vosotros, pero te aseguro que como le hayas hecho algo a Laura ni el respeto que te tengo impedirá que te aplaste como una maldita cucaracha —mis ojos se abren. Javier siempre ha sido muy respetuoso. Lo desconozco en este momento.

—Mantente al margen. Lo que hay entre Laura y yo no es asunto tuyo —contesta Álex con desafío.

—Cuando tengan que sacar mi puño de tu estómago me repites esa frase —Javier se acerca amenazante a Álex, y este hace lo mismo. En cualquier otra ocasión estaría dando palmas con las orejas y disfrutaría de la lucha de titanes, pero ahora lo único que quiero es perder de vista a Álex.

Me coloco en medio de los dos y pongo mis manos sobre el firme pecho de Javier para separarles. Están demasiado cerca, y cualquier mal gesto podría desencadenar una pelea.

—No merece la pena, Javier. No te manches las manos con él —corta el contacto visual con Álex y al ver mi angustia cede a lo que le pido—. Y tú... —me giro y le miro con odio—. Ya me has devuelto la chaqueta. Ahora lárgate. Vuelve con la cornuda de tu prometida y déjame en paz —su expresión cambia rápidamente.

—No hables de lo que no sabes... —dice con sus dientes apretados.

—Estoy segura de que ella es la que no sabe lo que haces a su espalda.

—Piensa lo que te dé la gana, Laura —suspira, agotado—. Entiendo que lo que viste te haga pensar de esa manera, pero nada es como crees.

—Típica excusa —digo con desprecio.

—Siento que pienses así —se marcha y algo se rompe dentro de mí.

Javier no dice una sola palabra sobre el tema en lo que resta de mañana. Mis reproches hacia Álex le han dejado claro cuál ha sido el problema entre nosotros. Comemos en el restaurante con su hermano David. Juntos parecen dos gotas de agua. Reímos recordando anécdotas de cuando éramos pequeños. Siempre hacían trastadas valiéndose de que son gemelos idénticos. Teníamos al barrio al borde de la locura. Una hora después tienen que marcharse. Viajarán al pueblo para revisar su negocio y estarán aquí al día siguiente para ver a Natalia en el horario de visitas. Según me han contado, no hay cambios en su estado, y eso me mata.

La tarde pasa tranquila, excepto por la parte en que mi corazón se para con cada llamada que recibo. La primera imagen que viene a mi mente cada vez que oigo la maldita melodía es la del Doctor Rivera o su enfermera. Cuando todo esto acabe tendré que cambiarla o me traerá malos recuerdos. El tono de Mi marranito será el próximo.

Ahora que Javier no está, mi cerebro comienza a hurgar en mis problemas. «Necesito parar de pensar como sea. Tengo que distraerme con algo». Busco en mi móvil tiendas en rebajas. No sé las horas que paso así. Por fin veo algo que realmente me gusta. Anoto la dirección y decido ir a por ello por la mañana. Podría comprarlo online, pero prefiero probármelo para no llevarme sorpresas y así me olvido un poco de todo. Parece que la tienda no está muy lejos.

A la mañana siguiente me levanto temprano y me preparo para ir a ver a Natalia. Camino con sus padres hasta la salida y compruebo que Álex no está en la puerta. Siento decepción y alivio a la vez. Soy idiota. ¿Después de todo lo que me ha hecho aún tenía esperanzas de verle? Les llevo hasta el hospital. Cruzo los dedos cuando entramos y para mi desgracia todo sigue igual. No hay ni un solo signo de mejora. Sus padres están hechos polvo, y yo también. No tengo fuerza ni para fingir una sonrisa.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora