Cerbero

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Jazmín:
Si alguna vez se me hizo algo eterno, fue este trayecto. Caronte no es q fuese una persona muy habladora y agradable, aunq la verdad es q tras haberle visto el rostro había cambiado bastante mi relación con él.
-En serio, ¿cuánto falta?-pregunté suspirando.
-Ya me lo has preguntado 8 veces. Calla un poco-ordenó cansado.
-Estoy harta de estar aquí sentada-protesté.
-Pues levántate.
-Qué gracioso😒.
No comentó nada más.
-¿Vamos a parar algún día?-pregunté exasperada.
-¿Vas a callar algún día?-preguntó irritado.
-Cuando me hagas un poco de caso-contesté.
-Cuando te calles-me respondió a su vez.
Bufé. Maldito barquero del inframundo.
-Ya paro-me informó.
Bajé y esperé a q llamara a Cerbero. Al oír el silbido, este vino corriendo. Ante una orden de su amo, se sentó a su lado, le dio una pata, la otra, agachó la cabeza (cabezas) y le miró fijamente. Caronte le volvió a dar un trozo de carne con el q esta vez no hubo disputa. Antes de q se la acabaran toda, me agaché a por la carne restante, la cogí y corrí con ella. Al instante noté como 4 fuertes patas a 3 cabezas unidas me perseguían furiosamente. Cuando ví q ya había perdido la batalla pues lo tenía prácticamente encima lancé el chuletón lejos de mí para apartar a la fiera. Luego me acerqué a acariciarla. 6 pares de ojos (más los de Caronte) me observaron detenidamente. Al final me lamió entendiendo q era un juego. Movió el rabo y agarró una de las piedras q había por el suelo mirándome. A continuación echó a correr y yo le perseguí riéndome. La verdad es q acabé agotada incluso para ser un ser flotante. Corrimos para arriba, para abajo, saltamos de aquí para allá: luchamos por la piedra con todas nuestras fuerzas. Cuando miré hacia Caronte supe q me observaba. No se movía, era solo una estatua negra encapuchada. Me recordó a la vida ahí arriba, cuando le vi por primera vez, en mi habitación. Si llego a saber q escondía esa cara, le hubiera dejado pasar encantada (😉). Me acerqué a él. Siguió sin inmutarse.
-¿Hola?-pregunté.
No obtuve respuesta.
-¿Ocurre algo?-pregunté.
-Nunca había conocido a nadie como tú-me dijo.
¿Eso era bueno?
-Tampoco es q tengas mucha vida social-le comenté.
Silencio.
-¿Por q te diviertes?-me preguntó extrañado-Vas a ver a Hades, luego te van a juzgar y por último si no tienes suerte sufrirás toda la eternidad.
-En serio, gracias por los ánimos.
-No estoy aquí para apoyarte y animarte-me cortó.
-Me había dado cuenta, gracias.
-Deja de ser irónica-murmuró irritado.
-Deja de ser un viejo gruñón-contesté.
-Deja de replicarme-ordenó-.Ya tengo bastante con aguantarte, y no te creas q es fácil.
-No haberme matado-le solté.
-Era mi deber.
-Pues entonces carga con él-corté molesta.
Se hizo el silencio con excepción de la agitada respiración de Cerbero.
-Podrías ser muy agradable si quisieses-le comenté.
-Evito tratar con mis clientes. Ellos suelen ser verdaderas almas, no como tú.
-¿Solo por hablar mucho soy poco alma?-pregunté.
Se quedó callado.
-¿Tienes amigos?-continué.
-Tengo a Cerbero.
-Ya me había dado cuenta. Él también es mi amigo.
Se rió.
-No seas ridícula, es un perro del infierno, no un perrito faldero.
-Es un perro al fin y al cabo-contesté picada con el ceño ligeramente fruncido.
-¿Sabes quién era el q tenía aterririzados a los habitantes de tu pueblo?-preguntó irritado-.Tú queridísimo Cerbero cazando humanos, desgarránlos hasta la muerte.
Le miré pálida.
-No puede ser. Desaparecían-musité notando que me faltaban las fuerzas.
-Se los comía enteros. Me encargaba yo de tirar los restos y eliminar la sangre.
-Eres cruel-murmuré.
Le di la espalda. Me había disgustado profundamente la información. Cerbero cazaba humanos. Los mataba y se los comía. Bajé la mirada. Estuve un rato así, procesando la información. Caronte se giró hacia mí.
-Lamento haber sido tan duro al decirlo-dijo fríamente-Es difícil ser considerado.
No parecía lamentarlo de corazón.
-No trates de ocultarlo-le dije-. Hasta los seres como tú tienen sentimientos.

Enamorada del Barquero de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora