Jazmín:
Cuando ya creía que no había esperanza, la puerta por la que había entrado se abrió de golpe y aparecieron mis salvadores, mis mejores amigos. Al principio nos quedamos todos estupefactos, pero en cuanto nos recuperamos de la sorpresa se inició el desmadre. Ví como Caronte cerraba la puerta y como ambos se miraban significativamente. El lazo que les unía era irrompible. El juez que estaba levantado, al ver que podían estropearse los planes de Hades si no se daba prisa intentó continuar, pero Cerbero saltó sobre él y lo degolló haciendo que se me formara una mueca de asco ante tanta carnicería. Caronte también causó grandes estragos entre las filas. No me podía creer que hubiesen venido. No tardó mucho en venir a liberarme de mis ataduras. Mientras lo hacía vi como un guardia se acercaba a sus espaldas.
-¡Cuidado!-grité.
Me apartó de un fuerte empujón y desapareció unos instantes, reapareciendo a tiempo para clavarle su arma en el estómago. Me aguanté las ganas de vomitar con el espectáculo.
-Quédate ahí-me ordenó.
Parecía que estaba todo ganado. El número de guardias sin machacar iba reduciéndose a un ritmo vertiginoso. Entonces, una nueva oleada de guardias hizo su aparición por la puerta. Eran demasiados, estaba todo perdido. Caronte también pareció darse cuenta. Eran docenas y docenas los que estaban apareciendo como saliendo de la nada. Me acerqué al guardia con el estómago rajado y me agaché.
-Te cojo la lanza-le dije.
No sé ni por q le informé, me salió natural. El guardia me miró muerto de dolor.
-Máta-máta-mátame-me pidió sufriendo.
Tragué saliva. Nunca había matado a nadie. Sabía que era inmortal y que al cabo de siglos o incluso milenios volvería, pero aun así tuve que hacer un gran esfuerzo para atravesarle el corazón. No se merecía sufrir tanto. El único culpable era Hades. Caronte no parecía darse cuenta de que le estaba desobedeciendo, pero quedándome a un lado no solucionaba nada. Una lanza no era lo más útil del mundo, a parte de que no sabía usarla😅, pero podía serme de utilidad. Me acerqué a un guardia que estaba intentado atacar por las espaldas a Caronte y lo atravesé de lado a lado con gran esfuerzo. Fue entonces cuando se percató de mi presencia y frunció el ceño.
-Aparta-me dijo.
Por una vez le hice caso, y menos mal. Había utilizado su guadaña para matar a todos los guardias que tenía alrededor girándola a toda velocidad. Si tenéis el Clash Royale o el Clash of Clans, debéis pensar en una valquiria. Algunos guardias que aparecían nuevos llevaban espadas en vez de lanzas, lo que los hacía más peligrosos. De repente, no sé por q pensé en Serpius, y le busqué con la mirada. Me estaba observando al parecer. Nuestras miradas se cruzaron, y se me ocurrió una idea. Subí rápidamente por las escaleras saltando un par de asientos para llegar a él. Por el camino me encontré con un guardia, del que se encargó Cerbero encantado. Lo bueno de tener tres cabezas y una piel que sirve de armadura es que te pueden atacar 3 a la vez y puedes con ellos sin hacerte ni un rasguño. Llegué hasta Serpius, que parecía indefenso y nos miramos.
-Vaya la que has armado-me dijo riéndose como si no estuviera con una lanza en la mano.
Se la acerqué y me miró con tranquilidad.
-No me digas que vas a matarme-comentó con sorna.
-Voy a utilizarte como rehén-le dije.
Soltó una sonora carcajada.
-¿De verdad piensas que soy tonto?-preguntó.
Le miré con desconfianza. Con un gesto, hizo aparecer una espada en sus manos. Abrí los ojos sorprendida. Este sí que era el mejor truco de magia que había visto. Me pregunté si un alma se podía matar.
-Eres tan inmortal como yo-me dijo-. La diferencia está en que si mueres cuando despiertes estarás en el infierno. En cambio yo apareceré donde siempre.
Le miré desafiante.
-No quiero que vayas allí-me dijo.
Abrí los ojos sorprendida.
-No me malinterpretes-añadió-. Ciertamente me caes bien, pero no es por eso.
Ambos seguíamos con las armas levantadas.
-Si acabas en el infierno, no habrá nadie más que le plante cara a Hades por temor, y no habrá nadie que me entretenga un rato.
Sacudí la cabeza. ¿No era él su mejor súbdito? Pareció leerme la muerte.
-Hades y yo nos llevamos bien-me dijo-, pero siempre he deseado todo lo que él tiene. Quiero más. No me ha dado todo lo que merezco por mi servicio. Ni a mi ni a nadie. Caronte nunca se dio cuenta de eso porq todo le daba igual. Él no es vanidoso. Pero ahora, ambos luchamos por un mismo objetivo. El te quiere a ti, a la rebelde, y yo quiero rebeldía.
-¿Y por q no nos ayudas?-pregunté desconfiando.
-Porq tampoco puedo arriesgarme a perder lo poco que ya tengo. Si me usas como rehén, la ira de Hades recaerá sobre mí. Si me matas, yo estaré a salvo durante mucho tiempo, pero eso tampoco os ayuda.
-¿Entonces?-inquirí.
Mientras tanto, Cerbero me cubría las espaldas.
-Hazme tu rehén y mátame-me dijo-. Pero hazlo realista.
Deduje q tenía q desarmarlo con inteligencia. Le lancé una estocada al estómago que paró por los pelos. Él atacó a su vez. Lo paré como pude y volví a atacar, esta vez con un plan en la cabeza. Cuando me la estaba parando jugué sucio y le pegué una patada en las partes delicadas. Abrió los ojos, pero siguió respondiendo. Fruncí el ceño. Ambos sabíamos que no podía ganarle sola. Llamé a Cerbero esperando que pudiera ayudarme. Esto podía ser más útil que matar a todos los guardias. Con una mirada se lo dije todo. Nuestro lazo también era muy fuerte. Si estaba aquí por mí no había nada que pensar. Se lanzó encima de Serpius mientras yo le impedía utilizar la espada poniendo delante mi lanza. Serpius cayó al suelo con Cerbero encima. Le desarmé rápidamente antes de tener las espaldas llenas de guardias y le ayudé a levantarse apuntándole con mi arma al cuello.
-¡Socorro!-gritó.
Los guardias se giraron para mirarle ya abrieron los ojos asustados. Dejaron todos de luchar contra Caronte, que no se las estaba arreglando nada mal para tener a tantos encima, para mirarnos indecisos.
-Soltad las armas, imbéciles-ordenó Serpius.
No tardaron en obedecer. Caronte nos miró asombrados, pero cuando su mirada se cruzó con la de Serpius hizo un gesto de desconfianza.
-Abridles las puertas y dejadles marchar-siguió ordenando Serpius.
Esa orden la dudaron más. Serpius era importante, pero Hades enfadado era una bomba atómica elevada al infinito. Al final, cedieron temerosos quizás pensando que luego le podrían echar las culpas a Serpius. Ilusos. Serpius era una rata lista. Nos dejaron salir atentos a cualquier fallo. Serpius no se movía. Tenía mi lanza a centímetros de su cuello. Los cuatro atravesamos los pasillos y llegamos a la primera sala de espera. Había más guardias llegando, pero al darse cuenta de la situación frenaron en seco. A pesar de lo mal que me caía, Serpius nos estaba salvando el culo. Llegamos hasta las puertas, donde las almas cada vez se estresaban más. Los guardias nos seguían de cerca. Cuando llegamos a la barca, Caronte soltó amarras. Los guardias nos miraban amenazadores.
-No hagáis nada-ordenó Serpius.
Obedecieron de nuevo, pero el miedo estaba comenzando a hacer mella en ellos. Teníamos que irnos rápido antes de que fuera demasiado tarde. Caronte remó todo lo fuerte que pudo tratando de alejarnos de esa carnicería, pero aun así había mucho peso. Cuando desaparecimos de su vista, seguí apuntando hacia Serpius por si acaso. Los cuatro sabíamos que no iban a tardar mucho en ir a buscarnos. Hades enfadado daba mucho mucho mucho miedo, yo no lo sabía del todo, y no habría piedad para nadie.
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Enamorada del Barquero de la Muerte
RomanceUna historia sobre la vida y la muerte. Un viaje a través del inframundo. Una aventura llena de miedo, dolor, tristeza y amor. Jazmín sabía que la perseguía, que la buscaba por algo. Tenía la sospecha de que era la propia Muerte la que venía a encon...