A las puertas del infierno

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Jazmín:

El trayecto se me estaba haciendo eterno. Estaba muy cansada, y sentía que me estaba quedando sin fuerzas para continuar. Caronte no me había dirigido más la palabra. Por un lado yo sufría ante su actitud, y por otro quería dejar de luchar ya, quería que no me importase nada. Quería cerrar los ojos y dejar de existir para el resto. Solo descansar. Descansar era mi meta. Lo demás daba igual. Miré hacia el agua, donde las almas castigadas a vagar por los siglos de los siglos me miraban con envidia deseando ocupar el mismo lugar que estaba ocupando yo. En cierto modo me inspiraban lástima, pero también me daba igual. Solo quería descansar y dejar de preocuparme por la vida. Solo descansar.

Narrador:

Mientras el enigmático barquero impulsaba la barca, dos líneas que nunca habían formado parte de su perfecta piel, comenzaban a marcar el entrecejo dándole una resaltada sensación de furia y angustia que jamás habría creído poder sentir. Sufría en silencio mientras se mordía el labio inferior, tal vez con la esperanza de que el dolor físico le aligerase el del corazón. Quería empujar más fuerte para descargar esa ira que tanto le pesaba, pero no quería acercarse al lugar donde aun siendo inmortal, perdería la vida. Hades había sido muy claro. No quería riesgos innecesarios, cuanto antes la encadenase mejor. Pero todavía una pequeña parte de él tenía esperanza. Ella era la elegida. Las Moiras jamás se equivocaban, no iban a hacerlo esta vez, no podían. Alguien o algo la rescataría y la devolvería a su lugar. Tenía que pasar. Estaba escrito. No entendía el cambio radical que se había producido en ella. Todo era culpa de Hades. HADES. Apretó la pala con fuerza y descargó su ira de una paletada. La barca pegó un acelerón y él maldijo por lo bajo. Su acompañante no dijo nada. Cerró los ojos y tragó saliva. No querís seguir sufriendo. Lo que estaba escrito pasaría porq era lo q tenía que pasar, y él no podía hacer nada. Era cierto, que la chica le había cambiado, y quería ayudarla, pero no había nada más que hacer. Hades era su amo y señor. A él le debía todo, y su deber era obedecerle. Si Jazmín había perdido la esperanza, es que se había acabado el tiempo. Era su hora. Se había acabado.

Remó con fuerza hasta el final. Cuanto antes llegara mejor. La joven no hizo ningún comentario a sus acelerones momentáneos, y tras un rato, estos dejaron de producirse.

-Estamos casi-anunció con su característica voz impasible el encapuchado al que en sus inicios Jazmín había confundido con la Muerte.

Ella se limitó a asentir. Estaba lista. Dudó. ¿Estaba lista? Antes de contestarse a esa pregunta abrió sus ojos de golpe ante el espectáculo que se le ofrecía. Dos enormes puertas con fuego y calaveras decoradas guardaban en su interior lo que podía convertirse en un paraíso o en la más terrible de tus pesadillas. A sus pies, una interminable fila de almas aguardaba a su apertura. Caronte paró la barca y la amarró a un saliente de roca. Bajó y esperó sin mirar a que Jazmín lo hiciera. Esta aguardó a su lado dirigiendo su mirada al fuego que adornaba las puertas. Caronte enfocó su atención en las almas y seres a los pies de la entrada. Frunció levemente el ceño al comprobar que alguien les esperaba. Hades no había perdido el tiempo. Al parecer no se había dado cuenta de su llegada. Se felicitó a si mismo por haber bajado en una esquina apartada. Tenía que despedirse ahora. La empujó con suavidad a una zona más apartada ante su sorpresa. Ahí no les podían ver.

Jazmín:

Cuando bajé al lado de Caronte me quedé extasiada observando el paisaje que se ofrecía ante mis ojos. Entendí entonces, que las palabras bonito y horroroso no eran contrarios. Me entusiasmaba la idea de que detrás de esas enormes puertas con calaveras y fuego se encontrase mi eterno descanso, aquello a lo que venía al inframundo. .Un empujón por parte de Caronte me despertó de mis ensoñaciones. Al estar tan cerca de mi meta, había recuperado gran parte de mi habitual energía, lo que me permitió desafiarle con la mirada. Al contrario de lo q suele pasar me la devolvió,o al menos eso deduje, puesto q su capucha me impedía verle la cara. Estuvo unos segundos mirándome fijamente sin decir nada, y a continuación avanzó un paso q yo a su vez retrocedí. Mi paso fue muy corto debido a q tuve la mala suerte de chocar contra la pared de atrás. Estaba acorralada. Me estaba dando muy mal rollo la situación. Ya da mal rollo que un tío te mire fijamente mientras tu estás apoyada contra la pared sin poder escapar hacia ningún lado, pero es que si encima ese tío lleva puesto una capucha negra con la q no se le ve la cara ya es el colmo. No seguimos mirando fijamente mientras mi cuerpo se tensaba nervioso. Avanzo otro paso hasta tenerme a 50cm. Puede parecer q es mucha distancia, pero podéis comprobarlo, no es tanta. Mi corazón estaba latiendo muy agitado. Aguantó mi mirada unos segundos más, y a continuación, todo fue muy rápido. Se acercó a mí, se bajó la capucha sin que me diera tiempo a mirar al q se escondía debajo y me besó. Me quedé paralizada sin saber bien que hacer. No me aparté porque no podía, y porque, aunque me cueste reconocerlo, no quería. Ejercía una ligera presión en su beso que retrasó mi respuesta. Mi corazón comenzó a latir a 1000 km/hora mientras mi cerebro procesaba la información. Apoyó una mano sobre la roca a mis espaldas para no echarse encima mío y la otra la pasó por encima de mi cintura para acercarme más a él, lo que me causó un (lamentablemente) notado escalofrío dado que lo q llevaba puesto era un camisón blanco casi transparente de lo fino q era. Como decía, tardé en responder, pero finalmente lo hice porque sin saberlo lo llevaba deseando mucho tiempo. Le imité. En respuesta, él aumentó la velocidad intentado liberar en ella todos los sentimientos que llevaba acumulados, ira, dolor, miedo... y me pegó más a él. Cuando había cogido una velocidad con la que me estaba sintiendo intranquila, se oyó un carraspeo a sus espaldas. Al oirlo, Caronte se separó de mí entre molesto y agitado y se giró para encontrarse con el origen de aquel ruido, que resultó ser un hombre de apariencia mayor que Caronte y de facciones muy marcadas. Por el asqueroso brillo de su mirada deduje que le había hecho gracia vernos así.

-Vaya Caronte, no sabía que eras el típico jefe malote que se tira a sus subordinadas-comentó a modo de saludo con una sonrisa llena de maldad.

-No te metas en mis asuntos, Serpius-replicó Caronte a modo de respuesta.

-Como deduces, esta chica si es asunto mío. Suerte que a mi de momento no me gusta aprovecharme de las situaciones-comentó todavía con esa sonrisa-.De momento-añadió.

Caronte se tensó notablemente, y a mí me estaban entrando ganas de vomitar.

-Por cierto, no sabía que estabas tan buenorro-se burló echándole una rápida mirada.

Frunciendo el ceño se volvió a levantar la capucha. El tal Serpius volvió a sonreir.

-¿Queréis que os deje solos para que continuéis? No era mi intención interrumpir.

Caronte se le acercó con decisión y le levantó por la camiseta elevándolo por el aire.

-Cállate ya o no respondo por mis acciones-murmuró amenazador.

El hombre calló pero siguió con esa irritante sonrisa pintada en el rostro. Caronte le devolvió al suelo y él se colocó las ropas. Dio media vuelta haciendo ondear su capa y dijo:

-Seguidme. Os estábamos esperando.


Enamorada del Barquero de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora