Jazmín:
Hubiese estado bien despertar en una cama mullida y limpia en una habitación iluminada por la clara luz del día sabiendo q es sábado y no vas a hacer nada odioso. Pero no. Desperté en una barca vieja que me resultaba conocida con un tremendo dolor de mi espalda inexistente y sabiendo que iba directita al infierno. Y lo mejor de todo es que mi único amigo en este horrible lugar se ha metido seguramente en problemas por mi culpa. Me levanté haciendo extrañas muecas y miré a mi alrededor buscándole. Cuando mis ojos se hicieron a la oscuridad le vi. Estaba remando bastante alejado de mi. Aunque no se hubiese girado pude intuir que ya sabía que me había levantado.
-Lo siento-le dije.
No esperaba respuesta, pero aun así me dolió no obtenerla.
-He hecho q perdieras el tiempo conmigo. No debería haberlo permitido.
Escuché el silencio que teñía el ambiente.
-Lamento haberte metido en problemas. Siento ser tan colérica y tan desesperante. Lo siento, de veras, y si no me tiro al agua es porq te prometí que no lo haría.
Otro silencio.
-De verdad que lo siento.
-No fue tu culpa-dijo al fin.
-Sí lo fue. Cometí un fallo tras otro, y solo te causo problemas, y...
Callé porq se había girado hacia mí, y lo tenía delante de mis ojos. Tan cerca que notaba su aliento. Tan cerca que si su capucha fuese normal podría apreciar cada detalle de su rostro. Tan cerca que mi corazón no podía resistirlo.
-No vuelvas a decir eso-murmuró-. No fue culpa tuya.
No dije nada con la esperanza de que se alejase, pero acercó una mano y me acarició la cara. Dejó los dedos unos segundos más de lo normal en mi barbilla y los retiró y se dio la vuelta como si le quemara.
Me quedé de pie sin decir nada con el corazón todavía tambaleante. Él siguió a lo suyo como si nada hubiese pasado. Un poco hecha polvo me senté en la vieja madera. Ya no tenía ganas de hablar ni gritar. Solo quería descansar eternamente. La visita a casa de Hades y el tiempo que llevaba en el Inframundo ya me estaba haciendo efecto. Cada vez recordaba más a un alma en pena que viene aquí sabiendo lo que le espera y sin inmutarse, no a la niñita alegre que jugaba con Cerbero como si de un cachorrito se tratase. Ya no me importaba el tiempo ni mi destino, no me importaba la vida o la muerte. Para mí era todo lo mismo, todo igual. Era como una depresión constante.
-Tardaremos mucho menos en llegar de lo q fue el trayecto hasta casa de mi señor-me informó.
Me daba igual, así q no contesté. Seguí sentada y sin inmutarme. Miré el agua asomándome por un lado. Quería observar esas almas que estaban castigadas a vagar eternamente, cansadas y sin poder alcanzar el sueño eterno. Fue entonces cuando me di cuenta de lo estúpida que había sido al intentarlo. Ahora solo quería descansar, y esas almas eran como las personas con insomnio o aquellas que se caen de sueño pero por alguna razón u otra no pueden irse a dormir.
- Voy a parar-anunció.
Bajó y me hizo un gesto para que lo imitara. Obedecí sin ganas, arrastrada por su orden. Miró hacia el frente pensativo.
-Has cambiado-me dijo-Estás perdiendo tu vida.
-Ya estoy muerta-contesté.
-Sabes a lo q me refiero. Esto te está matando.
-¿Y q importa? Voy a morir igual. Voy al infierno. Ambos sabíamos q acabaría así.
Silencio.
-Tenía la esperanza de q de verdad pudieras salvarte-murmuró- Te vi tan diferente que de veras pensé que podrías vivir. Creía que algo pasaría.
A pesar de la capa de hielo y frialdad que lo rodeaba, pude notar un deje de amargura y rabia en sus palabras. Quizás también un reproche.
-Cada vez soy más una de ellas-le dije-. Busco con desesperación mi descanso.
Su silencio me pedía a gritos q luchase.
Nos quedamos quietos. Al principio creía que había parado por Cerbero, pero al ver q no le llamaba me di cuenta de que quería hablar sin estar cada vez más cerca de nuestro adiós definitivo.
-No dejes que gane por favor-me dijo, y giró su rostro para mirarme, y finalmente darse la vuelta de nuevo hacia la barca.
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Enamorada del Barquero de la Muerte
RomanceUna historia sobre la vida y la muerte. Un viaje a través del inframundo. Una aventura llena de miedo, dolor, tristeza y amor. Jazmín sabía que la perseguía, que la buscaba por algo. Tenía la sospecha de que era la propia Muerte la que venía a encon...