En los juzgados del infierno

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Jazmín:
Habíamos entrado por una de las puertas situadas a ambos lados del pasillo, y nos encontrábamos en una amplia sala de espera. De ahí ibas al juzgado, donde una vez tomada la decisión, no había manera de escapar de ella. No estábamos solos. Durante el rato que llevábamos sentados en un banco de piedra helado habían entrado un par de almas más, al contrario que yo, solas. Me sentía ligeramente incómoda, se podía palpar la tensión en el aire. Quería que Caronte se marchara ya. No tenía nada que ver en este lugar. Era como una baldosa negra entre baldosas blancas. Serpius parecía divertido con la situación. Caronte no decía nada y yo tampoco. Dos guardias entraron por una de las puertas de la sala.
-Jazmín-llamaron.
Me levanté, y Caronte y Serpius me imitaron. Avancé hacia ellos siguiendo a Serpius. Me giré al no notar una sombra negra a mis espaldas. Caronte se había levantado, pero solo me acompañaba con la mirada. Nos miramos, y se dio la vuelta como despedida avanzando hacia la salida. No quería saber más. ¿Qué si me dolió? Mucho. Infinitamente. Pero no podía volver atrás. Mi descanso no se encontraba con él. Miré a Serpius que había recuperado su odiosa sonrisa encantado con su marcha, y fruncí ligeramente el ceño.
-Nos ha dejado solos-comentó sonriendo.
Me guardé mis comentarios y seguí a los guardias a través de la puerta por la que habían aparecido. Llevaba a otra sala de espera.
-Tenéis que esperar aquí-informaron-. Os llamaremos cuando podáis entrar en el juzgado número 17.
Serpius asintió y nos sentamos de nuevo. Yo fruncí el ceño pensativa. El número 17 me recordaba a algo en particular, pero sonaba muy lejano. Aparté el pensamiento de mi mente cansada.
-¿A dónde crees que te mandarán?-me preguntó Serpius.
-Al infierno-contesté.
Serpius se rió. Me pregunté si escondería una furia oculta detrás de tanta risa. Eso me recordaba un poco a Hades.
-Lo tienes bastante claro-comentó.
-Díselo a tu querido Hades.
Otra carcajada. Fruncí el ceño.
-Caronte podría haberte ayudado, ¿no crees?-dijo como si nada.
Apreté los puños y sentí una cuchillada cuando mencionó su nombre.
-No era su deber-repliqué.
-Tampoco lo era acosarte-soltó malignamente.
Apreté la mandíbula.
-¿Qué te importa?-solté caliente.
Se rió de nuevo.😠😠😡😡
-Eres muy rara. Hades me habló de ti.
Ok. Me daba igual.
-Dijo que eras replicona, indomable, rebelde y estúpida.
No comenté nada al respecto. Lo que pensara ese sobre mí me importaba tanto como los diferentes tipos de ranas que existen.
-Quizás pensaras que él podría ayudarte-dijo refiriéndose a Caronte-. Y por eso decidiste jugar a su juego.
Esa parte ya me estaba molestando más. Además de idiota, asqueroso y burlón, era provocador. Le gustaba enfurecer y llevar al límite a las personas. Era justo lo opuesto a lo que necesitaba en ese momento. Yo tenía mucho genio, y las personas como él me desquiciaban.
-Lástima que no haya podido salvarte-comentó con falsa voz apenada.
Si seguía hablando iba a cometer un crimen. Maldita inmortalidad, me impediría callarlo para siempre.
-No es tan importante como te crees. Soy más yo-dijo sonriendo.
Dejé salir el aire. Venga Jazmín es solo un imbécil, pasa de él.
-¿No te vas a molestar en intentar que te salve yo?-preguntó acercándose.
AHÍ SI QUE SE PASÓ. Me levanté de golpe y le pegué una bofetada en la cara que resonó doblemente por el eco, y a continuación le pegué un puñetazo en la nariz. Antes de que pudiera rematar los guardias se me acercaron y me sujetaron mientras Serpius se levantaba sujetándose la sangre que le caía de la nariz mientras soltaba un par de carcajadas. Había conseguido lo que quería, y eso me daba todavía más rabia. No tardó mucho en dejar de sangrar, y en cuanto recuperé la calma, me soltaron para que volviera a sentarme. Mucha de la energía que había recuperado se había consumido en mi arranque de ira, y me encontraba sumamente cansada. Serpius sonrió al verme sintiéndose vencedor. Yo simplemente me dejé llevar por la tranquilidad del sueño y me quedé sentada sin moverme ni hacer nada.
Al cabo de un rato que se me hizo eterno, un personaje apareció por la puerta y cuchicheó algo al oído de los guardias. Estos asintieron y se dirigieron hacia mí y hacia Serpius. Me agarraron por si trataba de escapar y me llevaron a través de la puerta. Serpius nos siguió por detrás. Recorrimos unos pasajes oscuros y llegamos hasta una puerta de roble muy de apariencia muy gruesa adornada con dos calaveras que eran a la vez antorchas. En la puerta había un cartel que ponía: Η είσοδος στα δικαστήρια (entrada a los tribunales). Serpius pasó delante de nosotros y la empujó con una mano dándonos paso al lugar donde se decidiría mi futuro.

Enamorada del Barquero de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora