Epílogo

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Narrador:
La sombra cruzó los pasillos uno tras otro escondiéndose tras su capa y la oscuridad. Tenía claro cual sería su destino, no dudaba ante ninguna bifurcación del camino. Tras andar un buen rato, alcanzó su meta: una gran sala, una sala del trono, la Sala del Trono de Hades. Le esperaban. El gran Dios estaba sentado en su sitio tratando de controlar la ira que estallaba por su interior.
-Me llamasteis, señor-saludó el recién llegado con una gran reverencia.
El Dios se limitó a mirar hacia otro lado y a morderse las uñas con gran furia. El encapuchado, nuestra sombra, mantuvo su reverencia.
-¿Para qué crees que te he llamado?-preguntó el del trono intentando disimular parte de su enfado con un remarcado tono contenido.
Caronte no contestó. Ambos sabían la razón de su llamada.
-¡¿Para qué?!-preguntó ya gritando dejando el disimulo a parte.
El barquero no se inmutó, se mantuvo en su posición, sin responder a sus preguntas.
-Has osado desafiarme-dijo con llamas en los ojos-. A mí, al Gran Hades, Amo y Señor del Inframundo, uno de los Tres Grandes, hijo de Cronos. ¿Cómo has podido?
El culpable tragó saliva pero no se movió.
-¿Por qué lo has hecho?¿Desde cuando un ser del inframundo traiciona a Hades por amor?-preguntó gritando-Amor hacia un alma simple, un alma simple que ha osado desafiarme. ¿Qué le pasa al mundo?
La reverencia seguía. Hades siguió gritando.
-Jamás hubiese pensado que mi más leal súbdito pudiera hacerme esto. Eres el causante de la visión de las Moiras, eres la razón por la que ese alma es rebelde. Eres el culpable. ¡Ahora nadie me respeta!-gritó.
Pegó un puñetazo en el reposabrazos de su trono haciendo que crujiera toda la sala.
-¡Traidor!-gritó.
Con un gesto le lanzó al fondo de la sala donde chocó contra una pared cayendo al suelo. Se levantó como pudo y agachó la cabeza.
-Seguro que crees que no habrá consecuencias-dijo agriamente el Dios-. Tienes lo que querías: a la niñita tonta para ti, para siempre.
Sonrió con maldad.
-Te equivocas.
Caronte miró al suelo. Él, por muy fuerte que fuese, no podría separarlos. Quizás los mitos griegos acabasen mal, pero su historia sería la excepción. Hades soltó una carcajada cargada de ira.
-Acércate traidor-le ordenó.
Caronte obedeció y avanzó lentamente. Hades apareció delante de él sobresaltándole por dentro.
-Esta es la última vez que me traicionas así-le dijo amenzante-. Bájate la capucha.
Caronte tragó saliva. No quería. Desconfiaba totalmente de ese monstruo al que tenía de señor y al que antaño había sido leal.
-¡He dicho que te la bajes!-bramó furioso.
Los ojos del Dios habían desaparecido desde que Caronte había entrado en la sala, y habían sido sustituidos por dos brillantes llamas. Caronte obedeció sabiendo que de nada le servía resistirse. Hades le miró y sonrió.
-Pocos saben lo que escondes bajo tu capucha-comentó.
Caronte bajó la mirada sumamente molesto. Para él estar sin capucha era mostrar mucho. Era como estar desnudo, expuesto a las miradas ajenas. Así no imponía tanto, y el respeto que le tenían era una cosa que apreciaba sumamente.
-Qué pena que se te vaya a acabar-añadió sonriendo.
Caronte levantó la mirada asustado, y le miró a los ojos llameantes. Hades soltó una carcajada ante el pánico que mostraba el barquero. Le agarró la cara con las dos manos y apretó hasta que notara el dolor atravesarle por dentro.
-Esta será la última vez que alguien te vea el rostro sin llorar, asustarse o vomitar. Ahora serás, lo que todos creían que eras: un monstruo aterrador, un esqueleto sin carne, una verdadera asquerosidad. Adiós al bello Caronte, bienvenido el esqueleto putrefacto que le sustituirá.
Hades soltó una carcajada mientras transmitía su orden a través de las manos. La cara fue ganando arrugas poco a poco y comenzó a secarse y a ir cayéndose a trozos poquito a poco. Su carne se descomponía a velocidades inéditas. Notaba como su piel, antaño firme, resbalaba y fluía por él hasta alcanzar el suelo. Caronte soltó una alarido de dolor y de terror. Hades le soltó entre carcajadas.
-Escóndete ahora que puedes-se burló-. Quiero ver la cara que pone tu querida Jazmín cuando vuelva a verte esperando a aquel príncipe azul y encontrándose con este monstruo en descomposición.
Soltó otra carcajada.
-Quizás esto ayude a ver a tus compañeros que con Hades no se juega. Lárgate-ordenó lanzándole por los aires.
El cuerpo del barquero atravesó los pasillos que había recorrido uno a uno impulsado por la fuerza del Dios, y fue soltado de golpe a las puertas del Palacio haciendo que cayera de espaldas. Quedó tirado sin fuerzas. Se arrastró por el suelo como pudo hasta la superficie del agua para verse reflejado en ella. Soltó otro alarido al ver en su reflejo a un verdadero muerto. Las leyendas sobre él se habían hecho ciertas: era un esqueleto. Gritó de dolor y rabia al verse así. Su grito formó un eco que se oyó por todo el inframundo alertando a todas las criaturas que allí vivían y haciéndoles pensar en quien sería el hombre con un sufrimiento tan grande como aquel. El esqueleto aulló el nombre de una flor retorciéndose en el suelo mientras pensaba que él no permitiría que ella le viese de aquella forma, cualquier cosa antes que eso.

Enamorada del Barquero de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora