La Tierra

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Caronte:
Desaparecí en el inframundo y aparecí en la Tierra, justo donde la había dejado. No había pasado apenas tiempo. Eran las cinco de la mañana. Los padres seguían durmiendo como si su hija no se hubiese muerto, no hubiese viajado al inframundo, no hubiese conocido al idiota de Hades ni al asqueroso de Serpius y no hubiese estado a punto de quedarse en el infierno para siempre.
-Humanos-pensé para mí-. No saben a lo que juegan.
Observé su cuerpo inerte sobre la cama, tal y como la había matado. Me llevé su cuerpo en brazos, teniendo cuidado de no golpearlo. No tenía mucho tiempo, y no quería hacerlo delante de sus padres. Se podían despertar en cualquier momento, y la escena iba a resultar inexplicable. Volví a abrir la ventana apartando las cortinas que la cubrían y salté. No estaba ni muy alta ni muy baja, pero eso me daba igual. Llegué al suelo como quien salta un escalón y me alejé ligeramente de la casa. La llevé al lugar donde la había asustado y había oído a Cerbero por primera vez. Cuando llegué, deposité su cuerpo sobre la hierba y acerqué mi boca a la suya. Me sentía un poco un necrofílico, pero teniendo en cuenta que iba a recuperar su alma en unos pocos segundos, no se me podía considerar tal cosa. Le devolví el alma al cuerpo con delicadeza. No era agradable ni mucho menos. Cuando terminé, me aparté dejando que se adaptara. Tardaría un par de minutos en despertar. Me camuflé entre las sombras. Quería despedirme de ella, iba a pasar mucho tiempo antes de que nos volviéramos a ver.

Jazmín:
Abrí los ojos de nuevo. Seguía todo oscuro a mi alrededor. Me pregunté si seguía en el inframundo. El tacto de la hierba y el sonido de los grillos frotando sus alas felices me hizo darme cuenta de que había vuelto. Intenté levantarme, pero me hice daño. Había recuperado mi cuerpo. Sentía dolor y cansancio. Era maravilloso. Me apoyé en el suelo y volví a intentar levantarme, esta vez con éxito. Miré a mi alrededor. Era de noche, y las sombras creadas por la leve luz de la luna me eran familiares.
-Al fin despiertas-comentó una voz escondida entre los matorrales.
Pegué un brinco sorprendida. Miré hacia un lado y hacia otro buscando el origen de la voz: Caronte. Me acordé entonces de qué me sonaba el lugar. Me giré para ver mejor el matorral donde Cerbero me había metido el mayor susto de mi vida. El encapuchado se acercó a mí.
-Lo has logrado-le dije.
Para mi sorpresa se bajó la capucha y se acercó más. Ahora sí le veía más claramente. No había logrado verle lo suficiente tras haberme tirado al agua, pero era tan guapo como recordaba. Sonreí.
-Gracias-le dije.
Me miró. Ahora estábamos igualados. Podía leerle las expresiones del rostro y no podía morir.
-Es la misma noche que te maté-me informó.
Lo que quería decir que mis padres no sabían nada sobre nada. Asentí.
-Jazmín, no puedes morir-me dijo.
-Lo sé-le interrumpí.
-Pero porq no estás totalmente viva. Nadie puede matarte. No es lo mismo que lo mío. Yo si muero vuelvo a aparecer tal como soy mucho tiempo después. Tu sufres, pero no mueres. Quiero decir, que si te clavan un cuchillo en el corazón en esta vida, por ejemplo, te dolerá tanto como si estuvieras viva, pero no morirás. Tampoco envejecerás, porq para eso tienes que estar viva. Te mantendrás igual siempre.
Asentí contenta con mi nueva forma.
-Pero hay un problema-añadió.
Le escuché.
-Tienes que ir alternando como te dije en el inframundo. Un siglo en la Tierra y otro allá abajo. Si no lo haces te debilitarás.
-¿Y cómo puedo viajar de un lado para otro?-pregunté preocupada.
-Teniendo en cuenta que no estás totalmente viva ni muerta no te costará mucho. Solo tienes que sentir que estás ahí. Verlo, oírlo, tocarlo, olerlo y saborearlo. Aparecerás ahí.
Asentí. Lograría aprenderlo, tenía toda la eternidad. Se hizo un silencio incómodo.
-¿Qué vas a hacer tú?-pregunté.
-Volver. Es mi vida, y voy a seguir con ella.
-Hades te hará daño-le dije preocupada.
-Sabiendo que estás bien y siendo inmortal, no habrá nada terrible que no pueda aguantar.
Me callé.
-No volverás, ¿verdad?-pregunté sintiendo que me rompía.
Negó con la cabeza.
-Nos veremos cuando vengas a visitarme, dentro de un siglo o así-me dijo como si 100 años fuese una semana.
Para mí un siglo era la eternidad. Solo había vivido 17 años. A él quizás no le parecía tanto, pero para mí era demasiado.
-No puedes irte-le dije agarrándole y aguantando las ganas de llorar.
Me miró.
-Jazmín, esto es una despedida.
Le agarré más fuerte.
-No te dejaré.
Frunció los labios. Él también sufría, pero era más frío por naturaleza.
-Por favor-le supliqué.
-Jazmín, esta es tu vida-replicó.
Me abracé a él soltando algunas lágrimas. Al principio, se quedo quieto muy tenso, pero luego trató de consolarme a su manera. Me apartó ligeramente y girando la cabeza juntó sus labios con los míos lentamente. Me apretó hacia sí con fuerza dejándome casi espachurrada.
-Siento haber sido tan frío contigo-me susurró separándose ligeramente para luego volver a besarme.
Me agarró por la espalda, lo que al tacto me hizo darme cuenta de que estaba en pijama, lo que a la memoria me hizo darme cuenta de q era verano y llevaba unos shorts DEMASIADO CORTOS y una camiseta de tirantes. 😱 Me aparté de golpe sumamente cortada. No parecía haberse dado cuenta de la razón de mi reacción hasta que no vio como trataba de ocultarme. Soltó una carcajada y me miró burlón.
-Guárdate los comentarios-le dije avergonzada.
Se volvió a reír.
-No exageres. No te queda para nada mal-me dijo echándome una miradita.
Fruncí el ceño.
-¿No tienes algo por ahí para taparme?-pregunté molesta.
-¿Tienes frío?-me preguntó ligeramente preocupado.
-¡No es por el frío idiota!-le grité.
Soltó otra carcajada y se encogió de hombros.
-No tengo nada más que lo puesto-respondió-.¿Es una excusa para que me lo quite?
Fruncí el ceño ante su burla.
-Mejor olvídate, gracias-repliqué.
Se rió y volvió a acercarse para besarme. Me abrazó por detrás y me envolvió con su capa.
-Así no puedo ver-me dijo.
Asentí para aceptar.
-Eres increíble-me dijo-. El ser más maravilloso que he conocido nunca.
Levanté mi mirada hacia él.
-No podré dejar de pensar en ti estos años que estaremos separados. No me olvides, por favor, no podré soportarlo si lo haces.
Negué con la cabeza al tiempo que los ojos se me caían del sueño. Mi cuerpo necesitaba descansar. Tenía que luchar hasta el final. Quería verle unos instantes más. Me pesaban los párpados toneladas. Me revolví, pero el sueño me estaba venciendo. Caronte me besó en la frente.
-Te quiero Jazmín. Estaré esperándote.
Esas fueron las últimas palabras que oí procedentes de su boca. Al instante siguiente, me encontraba en el mundo de los sueños ignorando cómo me devolvía y me depositaba en mi cama con suma ternura.

Enamorada del Barquero de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora