Caronte:💀
Cuando la llamaron para pasar a la siguiente sala de espera se me hizo un vacío en el estómago. No aguantaba más esta presión. Caronte había llegado hasta ahí. Me levanté, pero no les seguí. No quería seguir más con este tormento. Cuanto antes la dejara atrás mejor. No tardó mucho en percatarse de mi ausencia. Se giró buscándome con la mirada, y cuando me encontró mantuvimos un corto contacto visual. Su expresión de sorpresa al ver que la abandonaba tan pronto me partió el alma, asi que me giré incapaz de mirarla más a los ojos. Los cerré un momento intentando guardar más a dentro mi dolor y mis sentimientos, como solía hacer cuando quería ser frío. Me alejé de ella dejándola a su suerte con aquel asqueroso bicho. Ambos sabíamos que esta vez había ganado, pero yo ya no era capaz de seguir luchando. Ella había perdido gran parte de sí misma, y yo, yo ya no sabía donde había acabado. Crucé el pasillo intentado salir de aquel horrible lugar y atravesé la puerta a través de la que miles de almas esperaban deseosas de cruzar. Solo en ese momento me di cuenta de lo injusto que era todo. Pocas cosas tenían sentido ahora que había abierto los ojos. Sentí una punzada de odio por aquel Dios al que había considerado mi Amo y Señor por encima de todo. Era un canalla, un egoísta, un ser imperfecto. ¿Qué clase de Dios era?¿Qué clases de Dioses eran los nuestros? No era justo. Estaba muy cabreado y dolido.
-¡No es justo!-grité con todas mis fuerzas mientras golpeaba la pared.
Algunas almas se giraron curiosas. Yo las miré furioso y volví a golpear la pared.
-¡Te odio!¡Te odio!-grité.
Nunca había estado cabreado, y era una experiencia horrible. Empecé a pegar patadas a la pared. Me estaba haciendo un poco de daño, pero en cierto modo era reconfortante. Seguí gritando y pataleando furioso hasta que noté una presencia a mis espaldas. Me giré veloz asustando a un guardia que había venido a informarse.
-¿Qué?-pregunté áspero.
-¿Necesitáis algo Señor Caronte?-preguntó.
Le agarré de la ropa levantándole como había hecho con Serpius.
-¿Tienes miedo?-pregunté zarandeándole.
Me miraba extrañado y con una mueca de disgusto. Asintió porq sabía que era lo que debía decir. Le solté haciendo que cayera de mala forma.
-Pues no debería ser considerado superior-dije-, porque en este mundo las cosas están hechas sin sentido. No existe la perfección.
El guardia me miro perplejo y con temor ante mis palabras. Parecía un loco. Me fui de allí antes de seguir montándola, y decidí llamar a mi mejor y único amigo. Cerbero. Vino corriendo y alegre como solía ante mi llamada. Se lanzó a mí y me empezó a lamer. No le dije nada. A continuación se apartó con cuidado de mí y comenzó a buscar con la mirada y con el olfato a alguien a quien echaba en falta.
-Lo siento, Cerbero-le dije abrazándolo.
Cerbero me miró sin entender. Los seis pares de ojos se clavaron en mí taladrándome exigiendo una respuesta.
-Nos ha dejado, amigo. Nos ha dejado para siempre-le dije lleno de dolor apretándome contra él.
Cerbero se apartó para seguir mirándome. Me entendía. Él también la echaba de menos. Era su amiga. La necesitábamos.
-Está siendo juzgada, Cerbero. Va a ir al infierno.
Me miró con disgusto infinito. No le gustaba. Se sentó mirándome delante de mí. Quería escucharme.
-Serpius, ¿te acuerdas de él?-pregunté.
Cerbero soltó un ligero gruñido mostrando su disgusto.
-Él nos la ha quitado. Se la ha llevado allá.
Gruñó con más fuerza.
-Por su culpa no volverá con nosotros.
Cerbero bajó sus seis orejinas (orejazas, realmente) para mostrar su tristeza.
-Pero no es solo culpa de Serpius, Cerbero. Es también culpa de Hades.
Cerbero me miró con temor al ver que había pronunciado el nombre de nuestro Amo y Señor sin ninguna clase de respeto. Me miró fijamente evaluando con su mirada que es lo que quería decir. Sus tres cerebros trabajaban al unísono tratando de comprender.
-Sí, Cerbero. Nuestro amo ha sido injusto. Él ha querido llevarla al castigo eterno.
Cerbero se quedó pensativo, como decidiendo si tenía derecho a enfadarse con su amo, o por el contrario debería estar siempre de acuerdo con él. Entonces, me miró. Ni con ira hacia Hades ni con tristeza, sino echándome en cara algo. Me estaba reprochando mi comportamiento. No solo era culpa de Hades y Serpius, yo no había hecho nada para salvarla. Sus seis ojos me decían que yo era un culpable más. Había participado.
-Cerbero, yo hice lo que pude. Intenté ayudarla ante Hades-me defendí.
Sacudió la cabeza. Podía haber hecho más. Podía haberla escondido. Podía haber tratado de salvarla. Pero no, la había llevado al infierno sabiendo que no tenía culpa ninguna, y además, la había dejado tirada en la primera ocasión. Cerbero tenía razón, no tenía derecho a echarla de menos. No tenía derecho a enfadarme. Yo haba sido tan cómplice de Hades como Serpius.
-Cerbero,¿qué he hecho?-lamenté abrazándole y conteniendo a duras penas todo el dolor que sentía.
Cerbero se apartó y me miró. Se levantó con decisión. Me estaba diciendo que tratase de reparar mi error, que no me rindiese tan pronto. Se quería revelar contra Hades, se quería revelar contra esta injusticia. Todo, por una humana, una simple humana, una especie de la que se haba alimentado durante milenios. Estaba claro que nos había cambiado a todos. Le debíamos mucho, y yo la haba abandonado.
-¿Y qué hago Cerbero?
Dejó de mirarme, y enfocó hacia las puertas. Salió corriendo hacia ellas con sus fuertes patas. Hades quería lucha, y la tendría. Le seguí tan rápido como pude. Los guardias le vieron acercarse a toda velocidad asombrados,
-¡No puedes pasar!-le gritaron mientras seguía trotando hacia ellos.
Apuntaron sus armas hacia su cuerpo, pero su piel era como dos armaduras. Saltó hacia ellos tirándolos al suelo. Le agarró la cabeza al primero, y sin pensárselo dos veces apretó sus fuertes colmillos taladrándola con ellos. El otro guardia aterrorizado ante la escena tiró el arma lejos y se arrastró dejándole la puerta libre. Corrimos los dos hacia el interior. Otros guardias que había por allí dieron la voz de alarma.
-¡Intrusos!-gritaron.
Cerbero me miró esperando que le mostrara el camino. No me lo pensé dos veces.
-¡Alto, alto!-oí que gritaban detrás nuestro.
Aparecimos en la sala de espera donde la había abandonado. Al menos recordaba la puerta por la que se había ido. Nos rodearon varios guardias. Hice aparecer mi guadaña, con la que siempre me representan los humanos creyéndome la Muerte. Cerbero empezó a saltarles encima inmune a sus lanzadas. A uno le arrancó el cuello de un mordisco. A otro le pegó tres cabezazos en bloque, con sus tres enormes cabezas que tanto me gustan. Al tercero, le abrió el estómago con una de las patas y se pensó hurgar en sus intestinos. No había tiempo. Mientras él liquidaba a esos tres, yo les segué la cabeza a dos que se acercaban amenazadoramente. La voz de alarma cada vez atraía a más guardias. Teníamos que salir rápido. Hice desaparecer mi guadaña para correr más rápido y entré en la segunda sala de espera. No estaba allí. Me estaba poniendo muy nervioso. Si era demasiado tarde no me lo perdonaría. Cerré la puerta a nuestras espaldas. Las almas se estaban empezando a remover inquietas, lo que daría más trabajo a los guardias.
-Por aquí, Cerbero-le llamé.
Me siguió disfrutando con la matanza. Atravesamos numerosos corredores. En poco comenzamos a oír gritos a nuestras espaldas. Habían abierto la puerta ya. Corrimos más rápido y llegamos ante la puerta del juzgado.
-Ahora o nunca-dije.
Ambos la golpeamos con nuestros cuerpos abriéndola de par en par. Muchos pares de ojos se clavaron en nosotros. Me fijé en los jueces en el instante anterior a la acción, en el que todos estaban sorprendidos. Palidecí al ver que el juez central estaba levantado diciendo algo que no entendí. Sabía como funcionaba esto. Empezaron los gritos. Cerré la puerta para que no se unieran más guardias a la fiesta.
-A por ellos, Cerbero-le dije.
En el centro de la sala se encontraba ella rodeada de guardias. Me bajó la sangre al pensar que si estaban allí era porq ya habían dicho las terribles palabras. Los guardias la dejaron viniendo a nuestro encuentro. Miré a Cerbero, que asintió. Bendito perro. Saqué mi guadaña y la utilicé contra los que se estaban acercando. Cerbero saltó por encima de escaleras y asientos a toda velocidad. El juez central había recibido órdenes muy claras. La chica debía ir directa al infierno. Siguió donde lo había dejado mientras a su alrededor se levantaba una guerra.
- Declaramos que Jazmín Rodriguez del Clor merece ir al infi-logró decir antes de que le saltara un perrazo de 200kg a la cabeza.
Cayó para atrás perdiendo el aire unos segundos.
-Ern-trató de continuar, pero en ese última milésima que necesitaba para acabar, Cerbero le arrancó la cabeza de cuajo haciendo que sonara un extraño crujido.
Los otros dos jueces trataron de huir, pero Cerbero no iba a mostrar ni un mínimo de piedad. Se lanzó tras uno, e ingullendo la cabeza entera, le mordió en el cuello para degollarle, escupiéndola más tarde. Al otro le mordió la cara sin matarle, pero dejándole lleno de dentelladas profundas, sin nariz y apenas sin carne sin desgarrar. Yo mientras tanto, había abierto a varios guardias por la mitad y haba degollado un par de cabezas. Si todavía no me respetaban, iban a empezar a hacerlo. Cuando vi un hueco libre entre tanto guardia amenazador que me rodeaba salí corriendo hacia ella y con mi guadaña la liberé de sus cadenas. Le quité la mordaza que le impedía hablar y la miré feliz de haberla recuperado. Pero no por mucho tiempo.
-¡Cuidado!-me gritó mirando hacia mis espaldas.
La empujé hacia atrás y ondee mi capa desapareciendo unos instantes y reapareciendo al lado del guardia. Le clavé la guadaña en el estómago y se la quité sin rematar para que sufriera un rato más antes de morir. Me giré para ver si ella estaba bien.
-Quédate ahí-le ordené para mantenerla a salvo.
Me volví a girar para seguir matando a los guardias, cada vez quedaban menos. Pero de repente, oí un estruendo. La puerta había sido abierta y docenas de guardias estaban entrando. No podríamos con tantos.
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Enamorada del Barquero de la Muerte
RomanceUna historia sobre la vida y la muerte. Un viaje a través del inframundo. Una aventura llena de miedo, dolor, tristeza y amor. Jazmín sabía que la perseguía, que la buscaba por algo. Tenía la sospecha de que era la propia Muerte la que venía a encon...