Capítulo 4

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Capítulo 4

Miré a Ethan a los ojos, no me tranquilizaban. Nada de esta situación me tranquilizaba.

— ¿Cómo?—logré preguntar.

Él no me respondió, simplemente me miró. Era obvio que no sabía que decir, y que yo necesitaba respuestas a todas mis preguntas. Me empecé a tocar la ropa nuevamente. Ethan seguía cada rastro con su mirada, tenía que admitir que era muy detallista. Entonces fue cuando fruncí el ceño y miré el cielo. Él también lo hizo. Estaba nublado.

— ¿Cuál es su firma?—preguntó Ethan.

—Relámpago—susurré. Ambos nos miramos, sentí una electricidad—. Relámpago, la firma es relámpago.

—Cada vez que llueva matará a alguien—Ethan se acercó—. Emma, esto es una locura.

—Oh Dios, ¡somos unos genios!—casi grité—. ¿No te das cuenta? Es nuestra primera pista, Ethan.

— ¿Y eso que rayos nos resuelve?

—Sabemos cuando mata: cuando llueve. O por lo menos da señales, señales que podemos utilizar para averiguar quién es.

Ethan se me quedó mirando. Su expresión era dura, me inspeccionaba cada centímetro de la cara, cada movimiento, rasgo y mueca que hacía. Por un segundo me incomodé, él movía sus ojos por toda mi cara.

— ¿Estás hablando en serio?—frunció el ceño—. Estás hablando de jugar con la vida, Emma, estás hablando de encontrar nosotros mismos a un asesino en serie.

Tenía razón. Tenía tanta, tanta razón que me daban ganas de golpearlo. Pero respiré profundo, estaba entrando en pánico. De un día para el otro mi vida colgaba de un hilo, un hilo de una persona que no conocía. Un hilo de una persona que me quería matar.

—Ya sé—asentí y corrí la mirada—. Hay que esperar...

Mi mamá entró a mi habitación y coloqué mi vista en ella. Me hacía tan bien verla, sentía que nada me haría mal. Pero algo me hizo mal: el no contarle. El no contarle que me gusta Scott, el no contarle que él fue mi primer beso. No contarle que me sentía estúpida en fijarme en los lindos ojos verdes de Ethan cuando nuestras vidas estaban en peligro. Mi vida estaba en peligro. Y, sin embargo, sonreí.

—Hola, linda—mi madre me abrazó—. ¿Viendo películas?

—Directores franceses, hacen unas bellezas de películas—le entregué unos caramelos.

Siempre hacíamos eso con mamá. Ella llegaba del trabajo y los martes me encontraba viendo una película. Se sentaba en mi cama y luego comentábamos a los personajes.

—Seguro tú serías mejor—decía siempre—. Voy a ver todas tus películas.

Y yo siempre sonreía, no sé si lo decía sólo porque soy su hija, pero me gustaba compartir la cosa que más amo hacer con mi persona favorita en el mundo. Y mi madre era genial, era la mejor persona que conocí. Tan linda, tan sonriente, tan ella en todo lo que hacía o decía. Siempre fue mi ejemplo a seguir.

— ¿Estás bien, Emma?—mi madre frunció el ceño, inspeccionándome la cara.

—Sí, claro—mentí. Era tan buena mintiendo, un talento malo, pero lo era—. Sólo estoy cansada.

Mamá me miró, no sé si me creía o no, pero decidió no abundar más en el tema. Se paró al terminar la película y me dio un beso en la frente.

—Si necesitas algo sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad?—alzó ambas cejas y yo asentí.

Esta persona no sólo me quería matar, sino torturar antes. Yo sabía que mi madre me ayudaría, que podríamos ser mi madre, Ethan y yo. Pero la podían matar, y era o matarla a ella o matarme a mí. Y no voy a matar a ninguna persona más, y menos a mi mamá.

Dentro del relámpagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora