Capítulo 18

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Capítulo 18

Miré hacia atrás y lo único que veía eran personas gritando y corriendo. Mi corazón comenzó a agitarse y yo no sabía como reaccionar. Pensé en el fuego que pronto vería y lo comparé con el de mi casa hace años. Entonces me asusté aún más, sin encontrar algún ancla que me tranquilice. Me di la vuelta y miré a Ethan, que estaba tan confundido como yo.

— ¡Encerré a Brenda! —grité.

Era una idiota. La había encerrado por si alguien quería entrar, pero me estaba dando cuenta de lo impulsiva que fui al hacer eso; tendría que empezar a pensar un poco más las cosas. Entonces respiré y miré un punto fijo, tomé la mano de Ethan para llamar su atención, me miró a los ojos y yo exclamé:

— Iré arriba y trataré de despertar a Brenda —me relamí los labios—. Tú sal de aquí y llama a Michael.

— Ir arriba es un suicidio, Emm —negó—. No vas a hacer eso.

— ¡Ve y encuentra a Isabel, llama a Michael, no sé! —me fui alejando unos pasos—. Ethan, tengo un plan, puedo salir de la casa desde el segundo piso.

— Pero...

— ¡Chis! Ya sobreviví a un incendio, esto será un pan comido —guiñé el ojo.

Ethan frunció el ceño, claro que no entendía de lo que hablaba, no sabía lo que había pasado. Sin embargo, no le di chances, corrí hasta las escaleras tratando de esquivar a las personas. Él intentó seguirme, pero la masa no se lo permitió. Suspiré y corrí hacia arriba con el corazón latiendo a mil.

Me paralicé en medio del pasillo y analicé lo que tenía que hacer. Miré hacia la puerta de la habitación de Isabel y corrí hacia ella, lo hice tan rápido que choqué contra esta. Empecé a golpear y gritarle a Brenda que se despertara y tome la llave, pero esta no respondía.

Me estaba desesperando, el pánico se apoderaba de mí cada vez más y más. Las lágrimas de impotencia ya estaban situadas en mis ojos, nublando mi vista y haciendo que los golpes lastimaran mis manos.

— ¡Abre la puerta, Brenda! —grité.

Entonces escuché un sonido desde adentro de la habitación, estaba tan emocionada y feliz que le expliqué lo que pasaba tan rápido que se me confundían las palabras.

— Se está quemando la casa, Brenda. Toma la llave del piso y abrí la puerta.

— ¿Emma? —preguntó con voz cansada.

— ¡Sólo abre la puerta!

— ¿Cómo?

— ¡Dios, te mataré! —me quejé—. ¡La llave, con la llave en el piso!

La escuché moverse hasta acercarse a la puerta y colocar la llave, dio dos vueltas y la puerta se abrió. Al verla con cara de dormida me invadió tanto la felicidad que le di un rápido abrazo. Brenda estaba confundida pero correspondió a este. La solté rápidamente y le tomé la mano para que bajemos y salgamos de esa casa.

Pero entonces se escuchó un grito, fue uno extraño, como si alguien lo tapara. Mi cuerpo se quedó quieto y miré a Brenda. Ambas nos quedamos inmóviles, sin entender qué rayos estaba pasando.

Nos íbamos a largar ya que el olor a quemado se estaba haciendo presente, pero gritaron otra vez. Me mantuve paralizada hasta que identifiqué de donde provenía. Miré el armario y corrí hacia este. Abrí la puerta rápido, con el corazón en la boca. 

— ¡Isabel! —grité—. ¡Oh Dios!

Mi mejor amiga estaba atada y con la boca tapada, algo confundida. Rápidamente desenredé todas las cuerdas y la ayudé a mantenerse; sus pies estaban lastimados al igual que sus manos. Brenda me ayudó tomando el otro brazo y las tres intentamos bajar las escaleras. Era realmente complicado hacerlo, Isabel sólo decía estupideces y ponía casi todo su peso en nosotras. 

Dentro del relámpagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora