Capítulo 27

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¡Hola! Sólo venía a decirles que ojalá pongan la canción mientras escuchan el capítulo, estaría genial.


Capítulo 27


Al despertarme, la casa estaba vacía. Mi cabeza daba vueltas del dolor, y más cuando entendí que mamá no estaba en casa como pensaba. Tomé rápidamente mi celular.

Desperté temprano, algo inusual en mí, pero llamé a Ethan.

— ¿Hola? —contestó él con la voz ronca.

—Te desperté, perdón —murmuré cansada.

—Está bien —sentí varios ruidos detrás, seguramente estaba sentándose en la cama—. ¿Pasó algo, Emm?

Y me molestaba pensar lo lindo que se vería con el pelo despeinado y los ojos entrecerrados a las diez de la mañana; me odiaba por pensar esas cosas.

—Mamá no está, no llegó a casa —hablé rápido—. Nunca pasó esto.

Él se quedó en silencio, razonando lo que había dicho.

—Michael y yo estamos ahí en media hora —se aclaró la garganta—. No le pasará nada, tranquilízate, ¿sí?

La media hora antes de que vengan se basó en una ducha. Necesitaba renovar mi energía, mis pensamientos. Mi cabeza ya casi no dolía, pero al intentar llamar a mamá y que no responda me causaba molestias en el estómago.

Pensé en llamar a Fred, a la policía... pero sabía que eso sólo ocasionaría más problemas.

El timbre sonó y yo abrí la puerta. Michael tenía el cabello mojado como yo, luciendo realmente despierto a estas horas. En cambio, Ethan se encontraba con algunas ojeras y el cabello despeinado.

— ¿La llamaste? —preguntó Ethan luego de saludarme.

—Once veces.

Ambos se miraron, algo que me puso aún más nerviosa.

De repente, se escucharon dos ruidos dentro de las habitaciones. Quise explicarles que eso sucedía a menudo, pero Ethan fue el primero en irse y revisar. Michael me miró a los ojos y murmuró:

—Toma, no debes quedarte sola sin una —me tendió un arma—. Ya venimos, Emma.

Me quedé con un arma en la mano, sin saber qué hacer. Suspiré con pesadez, al entender que poco y nada sabía utilizarla.

Mi corazón empieza a palpitar cuando recibo un mensaje de un número desconocido.

"La olla en la cocina, Emm".

Fruncí el ceño y guardé el celular en mi bolsillo. Me acerqué a la cocina con el arma en la mano, y el corazón en la boca. Mis manos temblaban sin ningún sentido y mi columna se sacudía cada tanto.

Entré a la cocina: no había nadie. Pero sí había una olla sin tapa, esperando que yo me acerque. Me fijé si el arma tenía balas y saqué el seguro, apuntando al objeto sin ningún sentido. Me acercaba cada vez más y más, el corazón latía y latía; ya casi ni sentía las piernas.

Entonces lo vi: un papel inofensivo. Lo tomé con cuidado y lo leí:

"Nunca le des la espalda a tu asesino, Emm.

Con cariño,

Ethan".

¿Nunca sintieron esa sensación extraña en el cuerpo? Sientes algo en tu cuerpo, no son ni cosquillas o escalofríos. No son hormigas o inyecciones. Tu cerebro transmite toda esa angustia a tu cuerpo; haciendo que, de un modo inexplicable, te sientas extremadamente mal.

Dentro del relámpagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora