Un consejo
- ¿Simón? Aterriza, Simón. Noto los ojos de todos los presentes clavados en mí. Marcia me mira, frunciendo el ceño y ladeando ligeramente la cabeza. Ahora ella dirige al nuevo equipo de expertos en imágenes digitales que hemos contratado, y que está al completo reunido en mi despacho. Tom la ha nombrado Vicepresidenta de Cosas que Molan, o algún otro cargo pomposo y accesorio, pero me alegro de que sea ella la que dirija al equipo nuevo, porque es mejor que yo con las personas. Creo que me ha hecho una pregunta y todos están esperando a que diga algo, pero yo en lo único que soy capaz de pensar ahora mismo es en el mensaje de Irina. Hola. ¿De dónde eres? Cuatro palabras. Eso es todo. Cuatro palabras comunes, cuatro palabras que no significan nada, que no comprometen a nada. Tan vacías que mi soledad la rellena de significado hasta convertirlas en el mismo anhelo de contacto humano que me consume. La imagino delante de su ordenador, en una pausa en el trabajo, abriendo la página y comprobando que por fin tiene un mensaje. Abriéndolo y estudiando la foto de mi perfil, la única que encontré en la que no parezco un gorila recién levantado. Fijándose en mis ojos castaños, en mi pelo negro, que llevo muy corto, en la barba de tres días que ahora está tan de moda -yo soy fiel a ella desde hace doce años-, en mi sonrisa bobalicona, en las mejillas que aún no han dejado atrás la gordura de la infancia. La imagino calculando, sopesando, intentando dilucidar si soy de fiar, si soy cariñoso, si tengo dinero, si como carne, si soy creyente, si quiero tener hijos, si soy un asesino en serie, si pongo la tele con el sonido muy bajo para intentar quedarme dormido. Sí, sí, no, sí, no, sí, no, sí, le respondo mentalmente a la foto de los ojos tristes, porque no me he atrevido a contestar aún de otra manera a su mensaje. Marcia carraspea. Ella también espera una respuesta. -Perdonadme. Ha sido una mala noche. Sigue, Marcia. La Vicepresidenta les explica cuál será su misión: conectar la base de datos de LISA con las imágenes que nos proporcione Infinita, y después ponerla a trabajar. -Tenéis que bombardearla con todo lo que encontréis. Cargad tantas imágenes en la cola de trabajo como podáis, y comprobad uno a uno los resultados. Cuando LISA falle, explicadle qué está viendo, usando estas tablas que Simón ha escrito -dice, enseñando un manojo de papeles-. Os he enviado una copia a vuestro email. - ¿Qué hacemos con las imágenes fallidas? -Irán a una cola distinta de trabajo, y LISA volverá a enfrentarse a ellas unas horas después. Si vuelve a fallar, Simón las recibirá y las estudiará para mejorar el código fuente. Una de las chicas nuevas levanta la mano. -Cada día se suben millones de imágenes nuevas a internet... -Setenta millones cada día, solo a Instagram. Y en Facebook son cinco veces más -precisa Marcia. - ¿Cómo se supone que va a conseguir LISA reconocerlas todas? -Su algoritmo funciona de una forma parecida al cerebro humano, al menos un cerebro humano muy básico. Imagina que le enseñas una foto de la mesa del despacho de Simón. Primero buscaría algo que le permitiese saber a qué escala está trabajando, como por ejemplo un bolígrafo o esta lata de Red Bull... Qué le vamos a hacer, le cogí el gusto en el instituto. -Cuando LISA identifica la mesa, empieza a pensar qué cosas son más probables que estén encima de una mesa. Un portátil o un plato tendrían una probabilidad muy elevada, y un hipopótamo una muy pequeña. Todas esas operaciones las realiza en centésimas de segundo, y las relaciones que crea entre los objetos aumentan su conocimiento. Cuantas más conexiones establece, más inteligente se vuelve y antes estará listo para que lo use el público. - ¿Podremos conocer el algoritmo de LISA? Eso nos ayudaría a trabajar Marcia se pone muy seria y me señala. -LISA es un secreto industrial. Es un invento de Simón, y solo Simón tiene acceso a él. En el acuerdo de confidencialidad que os ha dado Tom Wilson se detallan las líneas generales de lo que debéis saber, pero es importante que sepáis que todos trabajamos para Simón. Dentro de unos años recordaréis con orgullo haber estado en este despacho. Once personas me dedican la gama completa de miradas, que van desde la envidia hasta la admiración. Creo que malinterpretan mi silencio y mi actitud distante por genialidad. Si ellos supieran. Los nuevos se largan por fin de mi despacho, dejándome a solas con mi dolor de cabeza, mi sentimiento de culpa y Marcia, que se ha demorado junto a la puerta. Seguimos siendo muchos para una habitación tan pequeña. - ¿Ha pasado algo, Simón? Tardo un poco en contestar. No tiene sentido ocultarle la verdad a Marcia, y además no quiero hacerlo. Necesito que alguien me diga que no estoy loco. Marcia tiene un par de años más que yo, nació en un pueblo pequeño de Wisconsin y es lesbiana, así que en su pasado hay mucha mierda, mucho dedo acusador, mucha incomprensión. Marcia es amable e inteligente, pero por debajo late el cinismo pragmático de quien sabe lo que quiere y le importa un carajo lo que digan los demás. Debería abrirme a ella, decirle lo que he hecho, por qué. Hablarle de la eterna necesidad de sentir otra piel contra la mía, del ataque agudo de soledad que sufrí ayer durante la cena, de la frase de Tom sobre encargar novias por internet, del juego estúpido con la foto de Elizabeth y de cómo eso llevó a pasar la noche en vela mirando una foto de ojos tristes y releyendo un millón de veces un mensaje no respondido, pero lo máximo que logro decir es: -Nada, solo es que he conocido a una chica. Marcia sonríe y va a decir algo, pero justo en ese momento Tom entra en el despacho, quitándose las manos libres de la oreja. -Tengo ya el borrador del contrato con Infinity. Voy a necesitar varias cajas de papel para poder imprimirlo. -Mira a Marcia, que le hace gestos de complicidad, y luego me mira a mí-. ¿Qué os traéis entre manos? -Simón está enamoraaaadoooo - dice Marcia, canturreando y simulando que toca un violín. Tom me mira con extrañeza. -Pero si anoche estabas lloriqueando y son -mira el reloj- las nueve y once de la mañana, ¿cuándo ha pasado eso? -Es una amiga de una amiga de Facebook. No nos hemos visto nunca pero ayer nos escribimos. La cara de Tom se ilumina, con una alegría sincera. Sé lo mucho que me quiere -y yo a él-, y por eso me siento aún peor por mentirle. -Pero te gusta y te toca dar el paso, ¿verdad? -dice Tom. -Supongo que sí. Aún no lo sé. -Estas cosas son siempre difíciles, Simón -dice Marcia-. Pero tienes que echarle valor. Yo también conocí a Carla por internet, y ahora somos muy felices. -No sé si es un buen momento. Debería centrarme en el trabajo, no tenemos mucho tiempo. Tom menea la cabeza. - ¿Ya estás otra vez con eso? Ayer estabas hecho polvo porque te sentías solo y tenías miedo de no encontrar a nadie, y hoy estás aquí suplicándonos con ojos de carnero degollado que te demos permiso para ligar con alguien. Yo digo que un poco de ejercicio te ayudará a centrarte, a descargar tensiones. Marcia le pega en la pantorrilla para que deje de hacer gestos obscenos. -Exceptuando la grosería de la última frase, estoy de acuerdo con el Vicepresidente de Asuntos Legales. - ¿Y si no sale bien? ¿Y si resulta que me equivoco con ella? - ¿Y si nos invaden los marcianos? -Tom me agarra del antebrazo con una enorme sonrisa-. Déjame darte un consejo, Simón. Creo que deberías ir a por todas. Tengo una corazonada. Créeme, nada malo va a salir de esto.