Diez millones
A pesar de lo mucho que me preocupaba, robar el dinero de la empresa y cometer un desfalco que me llevaría a la cárcel es absurdamente fácil.
Tan pronto Myers se fue de la oficina, me encerré en el despacho y llamé al banco para comprobar la transferencia y para avisar de que al día siguiente retiraríamos todo el dinero en efectivo.
—No dispondremos de esa cantidad en efectivo hasta dentro de dos días, señor Sax —me dice un aturdido empleado.
Claro que no, idiota. Claro que no.
Nadie tiene tanto dinero. El dinero hace tiempo que no existe, que son solo números en una pantalla.
¿Qué demonios haría Tom? La respuesta es fácil.
Ser Tom.
—¿Ha visto el importe de esa transferencia? —digo, en mi mejor imitación de Tom—. Habrá más como esa. Muchas más. A no ser que no pueda satisfacer mis necesidades y tenga que acudir a otra entidad. En ese caso, no se preocupe por no tener mi dinero en efectivo mañana. Bastará con que me busque un formulario para cerrar la cuenta.
Se despide con poco tranquilizadoras promesas para el día siguiente Cuando me presento en el banco, poco antes de la hora de cierre, estoy hecho polvo. Duchado, con camisa y chaqueta, pero derruido.
La noche anterior —después de rechazar una poco insistente oferta de celebración por parte de Marcia y los chicos— he dormido seis horas, empujado por el agotamiento y un par de relajantes musculares. Al despertar notaba el cuerpo abotargado y la mente blanda y permeable, una sensación que aún no me ha abandonado. Desde que ayer tomé la decisión de ceder al chantaje de los cabrones que tienen a Irina, simplemente me dejo llevar por los acontecimientos. Es sencillo. Solo hay que descargarse de responsabilidad.
Repetirse mentalmente una y otra vez que no hay alternativas. No hay nada que yo pueda hacer para darle la vuelta a la situación e impedir el desastre.
En el banco no ayudan mucho.
—Hemos hecho lo que hemos podido para reunir la cantidad, pero solo hemos logrado tres millones en efectivo, señor Sax —me dice el director de la sucursal —. Podemos darle el resto con un cheque bancario. Es tan bueno como el dinero en efectivo.
No sé si la mafia rusa acepta cheques. Por eso de tener que ir en persona a cobrarlos, pienso. Pero seguro que cuando vean todo este efectivo, nos dejarán marchar. Seguro que sí.
Entonces suena mi teléfono.
EL INTERCAMBIO SERÁ ESTA NOCHE.
A LAS 11 TE DIREMOS EL LUGAR.
NADA DE POLICÍA.
Es la siguiente frase la que lo cambia todo.