CAPÍTULO 37: HASTA SIEMPRE ÁNGELA

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-Es...difícil Ani. Necesitas tiempo para asumir las cosas poco a poco. Tu futuro depende de esto. Eres la única capaz de solucionarlo.- No entiendo nada y la cabeza me da vueltas.

-Solucionar el que!??- pregunto apresurada.

-Ya te dije que aún debes asimilar esto. Vete a casa y descansa.- se escucha un ruido en el jardín y mi tía empieza a removerse nerviosa.- Nono, mierda- masculla.- Escúchame bien Ani.- sujeta mi rostro con ambas manos.- Tienes que recordar, se fuerte y no dejes que entren en tu mente. Se que lo harás bien. Para mi ya es tarde pero no debes temer por tu vida, te quiere viva.- El sonido se vuelve a escuchar y mi tía se pone aún más nerviosa. Lágrimas empiezan a salir por mis mejillas por la confusión. Se levanta y abre un cajón. Saca de él un sobre y me lo entrega.- es de tu madre. Te ayudará a entender.- la cojo con las manos temblorosas.

-Hablas como si te estuvieras despidiendo. - El ruido se hace cada vez más pronunciado. Es como de pisadas sobre hojas. Alguien viene. La sangre se me hiela. Mi tía mira hacia la ventana a la cual yo estoy dando la espalda y pone cara de horror. Todo ocurre demasiado rápido. Me doy la vuelta y puedo ver a un hombre con una especie de canuto en sus labios. Dispara algo y antes de que pueda darme cuenta y reaccionar mi tía está desplomada en el suelo con la mirada fija en el techo. Me acerco a ella y arranco el dardo que está clavado en su cuello. No reacciona. Dios mío. La zarandeo para después abrazarla.

-Tía!!, por favor mírame. No me dejes.- suplico al sentir su leve pulso entre mis brazos.- No te vayas por favor.- las lágrimas no cesan de caer y entonces su mano sube por mi espalda y me mira.

-Ani... mi pequeña Ani....- dice con la voz rasposa.- desde que te tuve entre mis brazos supe que tu nos libraría de esto.

-Te quiero tía Ángela.- sollozo más fuerte.

-Recuerda cariño, tienes que recordar...- Entonces dejo de sentir sus latidos y comprendo que ha muerto. Ya no está aquí. Ya no volveré a probar su tarta de manzana ni la podré llamar para contarle que estoy harta de que Peluche me rompa las cortinas.

Pensamientos de todo tipo acerca de mi vida con ella empiezan a dar vueltas en mi cabeza mientras lloro, la abrazo y me despido de ella. Entonces me separo y pierdo el control. Comienzo a lanzar cosas por la habitación. A gritar y llorar fuerte. Caigo al suelo y cubro mi cara con mis manos. No escucho nada, solo siento un dolor desgarrador abrasandome dentro del pecho. En cuestión de minutos siento dos brazos que me abrazan fuerte y me acercan hacia un cuerpo. Aspiro fuerte el aroma y al instante comprendo que es Mario. Pero las lágrimas no cesan y las piernas me flaquean. Ni me levanto del suelo solo lloro fuerte contra su pecho balbuceando palabras que no existen y de vez en cuando aprieto su ropa entre mis puños de la rabia.

******P.O.V MARIO******

Me encontraba acunando a mi encantadora sobrina que se había quedado dormida en mis brazos, cuando todos nos sobresaltamos al escuchar voces y golpes fuertes en el piso de arriba. Pude reconocer la voz de Ani y mis piernas temblaron.

Rápidamente, pero teniendo cuidado de no despertarla, dejo a Ivis tumbada en su cuna y subo de tres en tres los escalones hacia el piso de arriba. Rebecca e Irving vienen detrás de mi con la misma urgencia.

Los golpes no cesan y cada vez se escucha más nítido el llanto de mi chica retumbando por la planta. No para de gritar cosas que apenas se entienden pero logro distinguir que menciona a su madre. Lo que más me extraña es que no escucho a mi queridisima suegra decir nada y eso me preocupa bastante.

Por fin me encuentro frente a la puerta de la habitación y tras intercambiar una mirada de complicidad con Irving la abro de par en par. La imagen que encontramos dentro es horrible. Rebecca ahoga un grito he Irving corre hacia a dentro. El cuerpo de Ángela yace sin vida en el suelo. Entonces siento que el remordimiento corre por mis venas tras el comentario sarcástico que he pensado hace unos momentos de ella. Vale que no nos hemos llevado muy bien nunca y que encima me tenía mucho rencor por embarazar a su joven hija pero... nunca la desee la muerte.

El arte de olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora