CAPÍTULO 8: VIEJOS AMIGOS

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- Miau..- pronuncia el gatito con un quejido tan suave que a penas se le oye.

Es muy pequeñito, me cabe perfectamente en una mano, a lo mejor no tiene mamá.
Lo cojo en brazos un poco temerosa de que me arañe o se revuelva contra mi por el miedo, pero nada de eso ocurre, se adormila agusto entre mis brazos como pidiéndome que lo saque de aquí.
No puedo llevármelo a casa, Kate no quiere gatos desde q su gatito Simba enfermó y murió hace a penas unos meses. Dice que si adopta a otro es como si estuviera traicionando a Simba, pero yo se que ella ama los animales tanto como yo y que si hubiera encontrado a este chiquitín también lo habría recogido así que estoy decidida a llevármelo.

- Vaya, veo que te siguen gustando los gatos- reconozco esa voz, es Mario. Me giro y lo miro con el gato en brazos.

-Sí. Me encantan. Yo..ya me iba, nuevamente gracias por lo del otro día.- ya me voy a ir, pero el se pone en mi camino bloqueandome el paso.

-Ya te vas? Te vienes a desayunar conmigo?- No he desayunado, pero no se si será buena idea, además... Miro a la criaturita que llevo en mis brazos.

-No te preocupes, podemos dejarlo en mi habitación, y después si quieres lo llevamos a un veterinario para que lo examine.

-Yo...muchas gracias pero Kate me está esperando arriba. -es la mejor excusa que se me ocurre.

-Venga mujer, si todavía es pronto y es domingo, seguro que sigue durmiendo hasta tarde, además puedes llamarla y explicárselo. - me veo sin salida así que al final acepto su invitación.

-Está bien pero y el gato?

-Ya te lo he dicho podemos dejarlo en mi habitación- en el hotel? Será una broma no?, como me vean entrar con el gato nos echan a patadas.

-No quiero que se quede solo, extrañaría y se pondría a arañarlo todo- no me hace mucha gracia ir con él a ningún sitio así que sigo lanzando excusas a ver si por fin se rinde.

- lo dudo, es muy pequeño aún como para liarla así, además no va a estar solo- como? Acaso Mario no ha venido solo a la ciudad?

-Vale, pero como lo metemos en el edificio, dudo mucho que permitan mascotas en un hotel tan lujoso.

-No hay problema- dice convencido como si hubiera pensado ya en todo y me da la mochila que llevaba puesta en la espalda. Metemos al gatito en la mochila y pasamos con éxito por el recibidor del hotel.

-Señor Avilés- le llama la atención el recepcionista, "Mierda mierda, a lo mejor a descubierto al pequeño intruso"- su amigo me ha dejado un mensaje para usted antes de irse, dijo que volvía enseguida que iba a hacer unos recados.

'Uff que alivio pensé que nos había pillado, espera SU AMIGO??
Bueno, por alguna razón me alivia que no sea una chica con la que haya venido.
"Ni que a ti eso te importara"- replica mi subconsciente.

-Bueno, pues tendremos que esperarle arriba no?-me dice Mario.

-Vale- digo y le acompaño en dirección al ascensor. Que incomodo es estar en un espacio tan cerrado como este con él a escasos centímetros . Busco un punto al que mirar y Mario juguetea con las llaves.

Nos bajamos en la quinta planta del edificio y recorremos un largo pasillo de habitaciones numeradas hasta que se detiene en una con el 112.
Abre la puerta y me la sujeta para que entre. Me quedo bastante impresionada con el interior, aunque no esperaba menos de un hotel como este.
La habitación es espaciosa, las paredes hacen un precioso contraste de colores. La pared donde están las dos camas es de un color añil que contrasta con las demás que son de color naranja melocotón muy claro.
En las dos camas, aunque individuales, podrían dormir dos personas, tienen unas colchas color arena preciosas. Los muebles son clásicos y modernos a la vez, hay una tele de plasma colgada del techo.
Y por último lo que más llama mi atención, una vidriera al fondo de la habitación que da a la terraza con vistas a la ciudad. No es que sean preciosas, pero entra mucha luz y las vinieras dan un toque muy especial a la habitación.

El arte de olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora