0. Amanecer.

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No debería estar aquí, no debería permanecer a salvo, no cuanto la sangre de aquellos que me importan es derramada sin piedad.

—¿Sigues ahí?— como siempre sucede, su voz es suficiente para hacer temblar mis miedos, colapsándolos.

—Aquí estoy— digo casi en un susurro cuando la joven a la que tanto anhelaba ver aparece entre los árboles, solo con verla parece que me ha caído un balde de agua fría, de pronto soy consciente de cada parte de mi cuerpo, de cada respiración y de cada latido de mi corazón. 

La miró por un minuto y decido quedarme admirándola, deslizo mi mirada por su piel brillante, los ángulos de sus hombros, la tensión en su cuello, los rasgos de su rostro que he memorizado con los dedos, me detengo en sus ojos y mi estabilidad se parte en pedazos cuando me doy cuenta de la repentina inseguridad en su expresión, sus labios apretados, su ceño fruncido.

—Por un momento pensé que nos seguirías, me sorprende que hayas tenido el autocontrol suficiente para respetar las ordenes —trata de sonreír, pero las comisuras de sus labios a penas se mueven, da un par de pasos en mi dirección y me tenso ante la cercanía. Mi cuerpo súplica su toque.

—No voy a negarte que lo considere, pero te prometí que respetaría tus decisiones, y eso hago —impaciente le tomó la mano y entrelazo nuestros dedos lentamente, deleitándome con la perfección con la que nuestras manos encajan.

—Me alegra que respetaras tu promesa —su voz tiembla, las palabras se desploman antes de que logre terminar la frase. 

—Sucedió algo y espero que me lo cuentes.

Niega con la cabeza y aparta la mirada.

—No puedes mentirme, lo sabes, te conozco tan bien, cada centímetro de ti, cada pensamiento— la sola idea de malas noticias me sacude por dentro, estoy consiente de la gravedad, de la oscuridad que se ciñe sobre nosotros.

—No logramos la victoria— finalmente mueve los labios dejando salir las palabras que tanto miedo tenía de escuchar, se muerde el labio inferior y veo la lucha en su interior por contener las lágrimas.

Después de tantos días viéndola caer, me doy cuenta de que odio verla llorar.

—Muchas vidas se han perdido, esta guerra no tiene sentido, él tiene la ventaja, todos lo sabemos y aun sabiéndolo, queremos creer que no es así, nos hemos negado a darle lo que quiere cuando claramente, esa es nuestra única opción —deje de respirar al oírla.

Porque tiene razón.

Nos hemos engañado todo este tiempo, prefiriendo ahogarnos en falsas esperanzas, dependiendo de nada más que sueños tontos. Siento a la furia asfixiándome, el calor abrasador de la impotencia me hunde y el vacío demoledor de la derrota me descoloca.

Las piernas me tiemblan, mis rodillas se doblan y caigo de rodillas abatido por la verdad, no puedo dejar de pensar en el futuro inmediato, la realidad.

La perdida que estoy a punto de experimentar. 

La siento rodeándome, llevando sus manos por debajo de mis brazos trazando círculos en mi espalda, coloca su barbilla en mi hombro y respira irregularmente contra mi cuello. Tiembla y yo tiemblo con ella, sin poder respirar, rompiéndome contra su pequeño cuerpo vaciando mi dolor en su cabello.

—Tienes que prometerme que...

—¿Fuerte? ¿Quieres que te prometa que seré fuerte? No puedes pedirme eso, te lo prohíbo, te prohíbo que me lo pidas —digo mirándola a los ojos, plantándole un suave beso en la frente, luego en la punta de la nariz y finalmente poniendo mis labios sobre los suyos. El contacto me destroza.

Ahogo una exclamación y profundizó el beso buscando abastecerme de su sabor para toda la vida, como si fuera suficiente, como si besarla desesperadamente pudiera impedir que con el paso del tiempo mi propio cuerpo me traicionara olvidando. Ella era todo para mi, siempre lo sería.

Quiero quedarme así, quiero perderme en sus labios hasta mi último aliento, quiero permanecer a su lado hasta que el polvo nos reclame, una eternidad de muy poco, pero es suficiente ahora que estoy tan cerca de perderla.

—Todo estará bien —menciona ella haciéndome reír, no entiendo lo que dice  ¿cómo espera que viva sin ella?

—No quiero perderte, no quiero perdernos — exclamó triste y molesto, sería capaz de matar al responsable, de arrancarle la cabeza ahora mismo, deleitarme con su sufrimiento y desaparecerlo de nuestras vidas, lo haría, lo borraría para siempre.

Esa es mi única verdad.

La ira se apodera de mí tan rápido que siento como fluye por mis venas como un río desembocado, con desesperación me levanto y golpeó un árbol que cae precipitadamente al suelo, después lanzó un grito hasta que mi garganta no puede más y vuelvo a caer al piso. Por primera vez siento miedo, terror, angustia.

Lloro con amargura en cada lágrima pensando que no puedo hacer nada para cambiar lo que está por venir, cuando menos lo espero el amor de mi vida ya se encuentra abrazándome con fuerza, me aferró a ella con el único pensamiento de que la perderé muy pronto. No puedo dejar de pensar que un día amaneceré sin ella a mi lado.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora