Ángeles y Demonios.
Al despertar Marissa pudo percibir un pequeño jaloneo, alguien la movía de un lado a otro tratando de despertarla. Los ojos de la chica se abrieron con lentitud y le mostraron una pequeña silueta borrosa ¿quién era?. Marissa se limpio los ojos con cuidado y logró ver con claridad, era Max.
—Vamos Marissa, tienes que levantarte, es hora de desayunar— decía el niño sonriendo, con los ojos llenos de emoción y con un brillo precioso. Marissa se sorprendió al entender que había dormido casi todo un día.
—Tranquilo Max, ya voy— respondió la chica bostezando e incorporándose lentamente hasta lograr sentarse en la cama.
—Dormiste mucho ayer, tuve que comerme tus galletas, se harían feas si esperaban tanto tiempo— comentó el pequeño preocupado. Marissa le sonrió.
—Lo necesitaba, pero ya estoy mejor, me alegra que mis galletas hayan sido salvadas por tu pequeño estómago— mintió Marissa, seguía con un hueco en el corazón y con una pena que opacaba cualquier otro sentimiento ¿Cómo lograría olvidar aquel dolor tan horrible? pero ahora tenía la suficiente compostura para mantenerse serena frente a Max.
—No lo creo— anuncio el niño como si pudiera leerle los pensamientos de Marissa a través de sus ojos— Pero no te preocupes, lo superaremos pronto— sonrió.
En ese preciso momento la puerta se abrió y tanto Marissa como Max voltearon para ver quien entraba por la puerta, era Alexander.
—¡Luces terrible!— exclamo el chico sorprendido, sin poder evitarlo Marissa soltó una carcajada, vaya manera de empezar el día.
—Lo siento, eso no sonó bien ¿Has dormido bien?— pregunto con preocupación en cada palabra—Pero que estoy diciendo, claro que se nota que no dormiste bien, puedes tomar un baño, eso te ayudará, te estamos esperando abajo— dijo tendiendo unas cuantas prendas sobre la cama.
— Vamos Max, Marissa necesita privacidad, además hay un gran trozo de pastel esperándote— exclamo tomando a Max por el brazo y haciéndolo salir de la habitación.
—Gracias.
—Es un placer— respondió Alexander sonriendo ampliamente y señalando una puerta en la pared izquierda de la habitación—Ahí está el baño— dijo y se marchó cerrando la puerta.
Marissa entro en el baño decorado con un azulejo de color blanco y detalles en dorado que lo hacían lucir tan elegante y antiguo, había un inodoro, un tocador muy detallado y sumamente hermoso, una pequeña toalla sobre un banco y por último la regadera con un cancel de un tono blanquecino, al menos no era transparente. Por alguna razón, Marissa tenía la sensación de que todo eso no estaba ahí antes.
La chica entro y se duchó con agua caliente, para poder relajarse un poco con el agua que caía en su espalda como un masaje lento y delicado, por un minuto se olvidó de todo lo que le había pasado en los últimos días, eso necesitaba, olvidar. Salió de la regadera con una toalla que la cubría del frió, tomo la ropa que le había dado Alexander y se vistió lo más rápido que pudo. Llevaba puestos unos jeans ajustados, una polera negra y unos tenis blancos, nada fuera de lo común.
Marissa cepillo su cabello recogiéndoselo en una coleta simple, se miró al espejo del tocador y efectivamente se veía fatal, tenía unas prominentes ojeras debajo de los ojos y estaba demasiado pálida, era justo como se sentía, como un cadáver andante. Alguien había dejado su mochila sobre el pequeño tocador, la tomo y comenzó a esculcar en sus cosas, saco su celular, tenía 2 llamadas perdidas de Giselle; decidió ignorarlas, no tenía cabeza para pensar en llamarla en ese momento y aún menos en cómo le explicaría todo.
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Recuerdos Ocultos |En Edición|
Paranormal"Condenada a olvidar, atemorizada por un pasado desconocido, castigada por su pecado, su pasado la encierra, los recuerdos la atormentan, no existe salida para aquello que ya esta escrito. Sus alas fueron arrancadas y su naturaleza borrada, condenad...