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Estrellas.

Poco después del baile, y una vez segura de que John estaba bien, Marissa acepto la mano que Michael le ofreció, la música retomo un sonido cálido y alegre lleno de notas que parecían saltar a su alrededor, la danza se torno un poco más rápida y a pesar de que Marissa no sabía bailar, pudo seguir el ritmo, de forma aceptable.

—Estoy sumamente agradecido contigo ¿Cómo puedo pagarte? —los ojos de Michael se iluminaron, sus agiles manos hicieron girar a Marissa antes de que tuviera tiempo de asimilar lo que había dicho ¿estaba sugiriendo que le debía algo?

—No hace falta que me des algo a cambio —las mejillas de Marissa se sonrojaron ante la absurda idea de que un ángel estuviera en deuda con ella.

—¿Estas completamente segura? Soy un ángel bastante complaciente, puedo darte todo lo que quieras, con excepción de los asuntos de vida o muerte, pero fuera de ello... —la mirada de Marissa se oscureció.

—Estoy segura —lo que Marissa quería nadie podía dárselo.

—De acuerdo, no insistiré demasiado, en todo caso al menos puedo ofrecerte mi amistad, puedes confiar en mí para lo que necesites, después de esto, solo eleva una plegaria y veré que puedo hacer para complacerte, tómalo como un favor aplazado —comentó el chico de mirar azul besando la mano de Marissa a modo de despedida del baile, la chica sonrió ampliamente.

La idea de tener un nuevo amigo la entusiasmaba, más que por el hecho de que pudiera pedirle algo.

Marissa se alejó de la pista de baile y tomo asiento en una de las sillas laterales, maravillándose con la imagen de un salón sacado de un cuento de hadas. Estuvo mirando como Max se divertía con Katherine y después de unos minutos sus ojos se desplazaron hacía una de las esquinas del gran salón, donde Anthony parecía estar discutiendo con Verónica. Los hermosos rasgos de Anthony se contrajeron, como si Verónica lo hubiera apuñalado. Pronto las palabras se convirtieron en caricias, cuando la joven extendió los brazos para rodear el cuello de Anthony, Marissa apartó la vista, avergonzada, no debía estar mirando.

Movió los dedos sobre la tela del vestido, divago un momento y cuando levanto la vista para enfocarse en otra cosa, no pudo evitar ver como Anthony se dirigía a la salida, la chica se pregunto si estaba molesto, regreso la vista a Verónica que sonreía satisfecha.

¿A dónde iba?

Marissa levantó los ojos al gran reloj central, donde las manecillas marcaban las 8. Ahora lo entendía, Anthony iba a su encuentro. La chica se puso de pie de inmediato y fue tras Anthony, quería oír de sus labios la información que prometía en aquella carta.

Cuando la chica atravesó la puerta, una silueta salió disparada tras ella.

—Marissa —Synyster quería gritar su nombre, pero su voz fue a penas un murmullo que no tardo en perderse dentro del largo pasillo. El miedo se aglomeraba en su interior, su sangre rugía para salvarlo, lo que quedaba de su alma le suplicaba que hiciera algo.

—¿A dónde vas? —Verónica apareció tras él, sus manos viajaron hasta sus hombros y ante el contacto, Synyster se removió con brusquedad.

—No podemos hacer esto, no podemos permitirlo, este... este es nuestro hogar —Synyster estaba listo para explotar, para dejar que la culpa se desbordará por cada poro de su piel, condenándolo, pero salvando a lo único que amaba.

Lo único que aún amaba.

—No estarás pensando en dar un paso atrás ¿verdad? Sabes perfectamente que ya es demasiado tarde para eso —las palabras de la Verónica lo dejaron helado, tenía razón, Verónica tenía razón.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora