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Corazones rotos.

El tiempo era demasiado cruel, el momento había durado tan poco comparado con el eterno miedo e inseguridad, la calidez de Anthony había sido a penas un respiro, un mísero segundo. Los dedos firmes de Anthony le acariciaron la espalda, como si su propio cuerpo supiera el frío que la atormentaba, miles de fragmentos de su vida se retorcieron, encajaron y a pesar de que el beso le había brindado algo mucho más fuerte por lo que seguir de pie... no era suficiente.

Marissa no podía seguir mintiéndose.

—Estás temblando —la voz de Anthony fue una suave caricia para sus oídos, sacudió su espíritu y Marissa solo pudo dejarse bañar en palabras, dos simples palabras.

—Tengo que volver —ahora que Marissa sabía que Anthony no tenía idea de las respuestas que tanto anhelaba, el rostro del profesor Walter le nublo la vista. Se había equivocado, y solo esperaba que no fuera demasiado tarde para reparar su error.

—¿Estás bien? —Marissa lo besó, busco esconder su mentira detrás de un beso suave que por un momento la hizo olvidar quién era. Besar a Anthony era como un punto perdido, un lugar donde nada podía preocuparla.

El joven le acaricio la cara y se separó saboreando el sabor de su pecado. Sus ojos reflejaron los cielos tormentosos y al verlo, Marissa quiso verlo llover. Llover palabras, llover risas y secretos.

Quiso quedarse para siempre.

—Tenemos que volver —Anthony asintió y con suavidad la bajo hasta que sus zapatos tocaron el césped.

Un silencio sepulcral los envolvió mientras Marissa se colocaba sobre el lomo de Orión, con Anthony detrás de ella. El camino de vuelta se resumió en la sensación de la respiración regular del ángel detrás de ella, de su pecho subiendo y bajando contra su espalda. La lluvia se intensifico a tal punto que era difícil ver por donde iban, Marissa se encogió contra Anthony y cuando las enormes puertas del Palacio aparecieron frente a ella, el mundo se oscureció.

Por instinto, Marissa se aferro a la manga de la camisa de Anthony con tanta fuerza que sintió a sus dedos entumecerse.

—También tengo miedo —aceptó el ángel permaneciendo detrás de ella, sin molestarse en bajar del pegaso.

Marissa permaneció en silencio mientras sus pensamientos la devoraban.

Si Anthony no había dejado la carta, entonces... ¿quién lo había hecho? Y ¿cuál era su propósito?

—Creo que lo mejor será que te cambies, te enfermeras si continúas temblando así —esta vez Anthony se movió con rapidez, bajo del lomo de Orión y ayudo a Marissa a descender con cuidado. Era cierto, Marissa no podía dejar de temblar.

Entraron al gran salón y dentro, el calor que desprendían las paredes la hicieron suspirar.

—Ve, le explicaré a Abby que la lluvia nos tomo por sorpresa, aunque... si lo deseas puedo acompañarte —la posibilidad la abrumo.

—Estoy bien, necesito un momento —el rostro de Anthony se descompuso, Marissa lo noto a pesar de que el chico busco ocultarlo.

—Por supuesto, lo lamento, de todas formas, yo también debo cambiarme, primero iré a informar a Aby y ¿te veré después? —la pregunta la descoloco, por un segundo Marissa se planteo la posibilidad de que Anthony estuviera enterado del plan del profesor Walter, pero al mirarlo a los ojos, se dio cuenta de que no era eso.

Era mucho peor. Anthony lucía desconcertado.

—Claro —sus labios temblaron, se dio la vuelta y comenzó a caminar alejándose de Anthony.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora