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Visitas nocturnas.

Cameron iba a poyado en el hombro de Cal cuando la noche sumergió a la ciudad en un oscuro manto con destellos bordados en oro y plata, nubes tormentosas abrazaban Londres con recelo, relámpagos luminosos trazaban caminos brillantes sobre la oscuridad, y crueles truenos partían el aire con desesperadas sacudidas. La noche y la tormenta bailaban juntas sin importar nada, sumergidas en su propia idea de vida. La risa de Dorian emergió con fuerza, acaparando por unos segundos, el momento. Por otro lado, Tyler, que iba detrás de ellos, señaló una calle con el dedo tembloroso, el alcohol no los afectaba igual que a los humanos, pero después de una cantidad considerable, lograba marearlos un poco.

Estaban perdidos, Cam lo sabía, le costaba mantener el equilibrio, sentía que los muros a su alrededor se arremolinaban junto a él, girando sin control. Abby lo mataría.

—Creo que es por ahí —dijo Cam señalando un callejón con varios letreros brillantes alumbrándolo, Cal giró la cabeza y soltó una carcajada.

—No creo que un lugar tan secreto y misterioso como una iglesia se vea de esa forma —Dorian, que parecía ser el menos mareado de los 4, negó con la cabeza suavemente. Ciertamente no era el lugar que buscaban, pero bien podía ser un lugar que les brindará algo de alivio en medio de la tormenta. Un bar lleno de humanos, una propuesta tentadora, lastimosamente, no tenían tiempo para guiarse por los impulsos de libertad descontrolada.

—Ni siquiera lo pienses Dorian, ya bebimos demasiado —Tyler chocó contra una pared en un intento fallido de llegar a ellos. Jamás sabrían lo que se sentía una verdadera borrachera, únicamente podían disfrutar de un rato de risas con mareos intensos, mareos que pasarían en unos minutos.

—Lo sé, no hay tiempo, al menos no ahora —comentó Dorian con una sonrisa maliciosa en los labios, todos continuaron deambulando hasta por suerte llegaron a la iglesia del Temple y una silueta entre las sombras los sorprendió. Cameron se tensó, pero toda su preocupación desapareció cuando Daniel se giró y los miro con unos ojos llenos de sorpresa.

—¡Daniel! —su amigo no parecía contento, al contrario, tenía los labios fruncidos seguramente, desconcertado ante la imagen de un Cam que apenas podía caminar.

—¿Dónde han estado? —al oírlo, Cam supo que, en definitiva, Daniel no estaba contento.

—Divirtiéndonos, Dorian quiso un poco de entretenimiento mundano luego de una eternidad de santidad, nada demasiado especial, bebimos un poco, se nos pasara en un minuto —Cam estaba seguro de que Daniel lo entendería.

—¿Anthony está contigo? —preguntó y Cameron negó con la cabeza.

—Menos mal, vamos, no hay tiempo para esto, Abby los espera —entraron a la iglesia y atravesaron el portal, al llegar las enormes puertas del palacio, estas se encontraban abierta de par en par y Abby se encontraba en el salón principal esperando pacientemente.

—Gracias Daniel —mencionó la mujer mientras el chico asentía y desaparecía del gran salón.

—Abby, que gusto verte —la mirada de Abby fue implacable, sus invitados estaban luchando por mantener la postura, temblando como si en cualquier momento fueran a desplomarse.

—¿Piensan que esto es un juego? —todos agacharon la cabeza y suspiraron. Todos menos Dorian, que mantenía los ojos centrados en la mujer que planeaba reprenderlos por su actitud.

—Nos divertíamos —comento Dorian con un aire de despreocupación que enfureció a la mujer.

—Dorian, soy más que consciente que tu condición te hace superior, pero tu actitud denota inmadurez, algo que por muchos años de experiencia te dejan en desventaja para conmigo, un Querubín no puede pasearse por las ciudades humanas dotado de la irresponsabilidad de un alma efímera ¿estás de acuerdo? —esta vez Dorian bajo la mirada, su respeto hacia Abby se había forjado con el pasar de los años, desde que la conoció supo que era una mujer que merecía todos sus modales.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora