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Despertar.

Marissa logró llegar hasta su casa con la ropa sucia y rasgada, su espalda estaba matándola, el dolor era intenso e insoportable y  además tenía unos rasguños en la frente un poco profundos que le provocaban ardor. Sabía que estuvo a punto de morir y esos golpes no eran nada, se curaría con el tiempo.

Logro llegar hasta la puerta, saco las llaves de su mochila, aún con las manos temblorosas y entro tratando de no hacer el más mínimo ruido, esperaba que su familia no estuviera despierta ¿Cómo iba a explicar su estado?. La casa parecía desierta, al parecer sus padres y su hermano ya habían llegado, porque había trastes sucios en la mesa del comedor con comida aún fresca, tenía mucha suerte de que no estuvieran despiertos.

Subió hasta llegar al baño y se dispuso a tomar una ducha, al quitarse la camisa del uniforme logró ver un enorme moretón en su espalda,  después de bañarse, tomó una pomada que tenía en el botiquín y la unto en la enorme herida, apretó los dientes para evitar gritar y dejo caer unas cuantas lágrimas. Trato lo mejor que pudo de sanar sus heridas, le tomo un poco más de tiempo atender el moretón pero los rasguños fueron más sencillos. 

—¡Ahh!— al acostarse, el moretón le produjo un ardor terrible.

Se acomodó de una forma en la que su cuerpo no sufría tanto y extrañamente logró quedarse dormida, sus sueños se vieron invadidos de aquella cosa que había visto en el callejón, no entendía que había sido eso, se preguntaba qué hacía Alexander ahí ¿cómo pudo atacar a esa criatura con tanta facilidad? ¿Qué era?

La noche transcurrió así, llena de dolor para Marissa, cada movimiento le producía punzadas, llena de preguntas sin respuesta y de sueños sin sentido. No creía que hubiera sido real, le costaba creerlo. Se torturo con cuestionamientos hasta que el amanecer llego y junto con él, cientos de posibilidades.

Marissa se levantó totalmente agotada, se colocó un suéter delgado y salió de su habitación rumbo a la cocina. En el camino Marissa no dejo de pensar en Alexander ¿Que hacía él ahí? ¿Cómo logro derrumbar a ese cosa? ¿ Qué paso cuando se quedó sólo ayer?, esas preguntas la atormentaron por un momento hasta que llegó a la cocina y vio a su padre parado frente al refrigerador.

—Mari... ¿Que te pasó en la frente?— pregunto su padre con una mirada preocupada.

—¿Que?... Ah ayer me pegue con la puerta de la casa al entrar, fue un accidente estaba ocupada con el celular— respondió Marissa notando que efectivamente en su frente había un pequeño corte del día de ayer producido por el demonio.

—Te he dicho que no estés pegada a esa cosa, ten más cuidado Marissa— respondió su padre tomando un jugo del refrigerador, colocándose el saco y saliendo de la cocina.

— Te veo más tarde hija, espero que llegues más temprano que ayer para que podamos cenar juntos— añadió su padre saliendo por la puerta de la casa rumbo al trabajo. Marissa asintió y acto seguido se sentó en una de las sillas del desayunador, el moretón seguía doliendo y hacia del caminar algo incómodo pero podía soportarlo mejor que el día anterior.

Suspiró, miró hacia el suelo detrás de un mueble de la sala y logró ver su mochila. La tomo y saco su celular, no sabía que hacer, necesitaba contarle a alguien pero ¿quien le creería?... Alexander, claro Alexander estaba ahí. Miró su celular esperanzada, pero claro que no tenía el celular de Alexander a penas lo conocía.

Comenzó a desesperarse cuando extrañamente llegó un mensaje de un número desconocido

Marissa necesitamos hablar, espero poder verte hoy saliendo de clases.

Posdata: Soy Alexander.

Marissa comprendió que Alexander quería explicarle lo que había sucedido, así que  guardo el número en sus contactos como Alexander. Se dispuso a cambiarse para ir al colegio y a realizar todo con normalidad, aunque ahora era más difícil.

El tiempo transcurrió y llegó la hora de salir de su casa. Marissa sólo podía pensar en su cita con Alexander, necesitaba hablar con él lo antes posible. El timbre sonó alejando todas las dudas de Marissa por un breve momento, al asomarse por la ventana vio a un joven de cabello castaño algo despeinado y esos amigables ojos avellana... Era Cam.

Marissa bajo lentamente, deseaba correr a los brazos de Cameron y abrazarlo tan fuerte como pudiera, pero también quería decirle lo idiota que era y  no quería ni verlo, él la había dejado sola después de todo.

Abrió la puerta y Cameron sonrió ampliamente.

— Buenos días— dijo el chico acercándose para saludarla, se veía contento al menos hasta que se fijo en el corte plasmado en su frente—¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo éso?

—¿Quién te ha dicho que ha sido alguien?— Marissa gritó, no estaba para la violencia de Cam, no ahora.

—Claro que ha sido alguien ¿quién a sido?— pregunto Cam tomando a la chica de la mano.

— ¡Pues no es de tu incumbencia! Además, no creo que te importe, ayer me dejaste sola en la lluvia— repuso Marissa soltándose del agarre de Cameron.

—Oye estaba molesto por ese tipo que te acoso ayer y tu ahí siguiendo su juego, ¿como querías que reaccionará?—  la presencia de Alexander lo había sobresaltado mucho, tenía que reconocerlo pero también había pasado toda la noche sintiéndose culpable por su actitud.

—Como una persona madura, si hubieras estado conmigo a noche nada... Nada... Nada me habría pasado Cam— grito la chica comenzando a sentir lágrimas en los ojos.

— Entonces si ha sido alguien ¿Quién fue?— pregunto Cameron sin dejar de mirarla.

—Ya cállate y déjame en paz— Marissa comenzó a caminar con Cameron a sus espaldas, no se daría por vencido, ella le contaría lo que le había pasado y Cam estaba seguro de ello.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora